LA LEYENDA MOBY DICK Y SU ORIGEN EN LOS MARES CHILENOS
Moby Dick atacando uno de los botes, en ilustración de Augustus Burnham Shute para una edición de C. H. Simonds Co. de la novela de Melville, hacia fines del siglo XIX. Fuente imagen: Wikipedia.
Cuando el famoso cantante Richard Melville Hall, alias Moby, estuvo
en Chile a mediados de septiembre de 2005, en la conferencia de
prensa dada a su llegada los periodistas -con ese complejo de
inferioridad tan propio de la insularidad mental chilena- le
preguntaron qué conocía del país. Moby respondió que el general
Pinochet era la única referencia que tenía sobre nuestro chorizo
trazado en los mapas del Cono Sur... Cambio y fuera.
Sorprendió su respuesta, sin duda... Quizá no tanto. El caso es que el nombre
artístico que usa el artista y que tomó de la famosa novela “Moby Dick”,
escrita por su supuesto tatarabuelo Herman Melville (1819-1891), está
inspirado en una ballena que habitó las costas de Chile,
inspirándose en ella para la creación de la obra. Si muchos chilenos todavía desconocen este dato, no se puede condenar a Moby por haberlo ignorado hace tantos años.
A mayor abundamiento, nada podía encontrarse en castellano en la
internet sobre Mocha Dick en esos días, la verdadera ballena blanca que
inspiró a Melville. Hoy, en cambio, la cultura popular dispone hasta del libro "En el corazón del mar: La tragedia del ballenero Essex" de Nathaniel Philbrick, y el filme basado en dicho texto con el título "In the heart of the sea", del director Ron Howard, obra estrenada a fines de 2015.
La novela de Melville fue publicada en los Estados Unidos cuando el
autor recién superaba los treinta años, en 1851. Los biógrafos del
escritor dicen que este trabajo no fue un gran flash literario, sino
hasta unos años después, cuando comenzó a adquirir la notoriedad de
la que goza hasta hoy llegando a convertirse en un clásico
universal.
Aunque la obra está asociada a la tradición ballenera de cazadores
norteamericanos e ingleses, es algo reconocido el acierto de
Melville al tener el buen ojo de armar su tripulación del navío Pequod con un surtido de personajes provenientes de distintos
rincones del mundo, algunos totalmente exóticos, con lo que se
garantizó parte del interés que sigue generando la novela en todas
las culturas, al punto de convertir a Moby Dick en un símbolo mítico
más que en una imagen literaria. La misma nave había recorrido todos
los océanos del planeta tras la maligna ballena, antes de terminar
destruida por ella.
En la percepción vulgar y profana, o mejor dicho en el cliché (desde la
contracultura y hasta de la tribu urbana), es el color negro el que
se ha asociado a la maldad y a la oscuridad, además de su
connotación de luto. Sin embargo, de las novelas con escenarios
antárticos, por ejemplo, como las escritas por Poe, Lovecraft o
Campbell, se desprende que el blanco convive perfectamente con la
más tenebrosa y sombría oscuridad, resultando tan activo en la
maldad como sería el negro absoluto. El luto en algunas comunidades
asiáticas primitivas, por ejemplo, es el blanco, y algunos autores han estudiado también este concepto del
albo maligno en la literatura sobre la Antártica (recomiendo al respecto el artículo "El
Mito de la Antártica", de Sergio Fritz Roa, publicado en varias plataformas).
Y es otro acierto de Melville, entonces, haber representado a la
maldad más fatal y sanguinaria en la figura de una ballena blanca de
proporciones colosales, como se ha hecho notar en el arte asociado o
derivado del relato, especialmente las versiones fílmicas disponibles.
Si bien la historia escrita por Melville no tuvo un gran éxito
comercial para haberse tratado de una verdadera leyenda en la historia de las letras, sucedió lo que a casi todas las
aventuras más trascendentes de la literatura universal: terminó
siendo una maravillosa e intensa alegoría de la lucha entre el bien y el mal. Hoy es, como
su autor, todo un icono de la novelística norteamericana, con
versiones en el cine y la animación.
Decía el científico germano Herbert Wendt, que los relatos de
ballenas monstruosas y violentas son tan antiguos como la navegación
misma, figurando en observaciones de Olaus Magnus y Gesner, pero
permaneciendo más tiempo en los reinos de la fantasía más que de la
zoología. De hecho, la temible orca no fue bien conocida y descrita
sino hasta 1841, muy cerca de los años del nacimiento editorial de
Moby Dick, pasando en la mayor parte de nuestra historia en la
penumbra del conocimiento a medias.
La historia de marras comenzó con una de esas extrañas bestias surtidas y habitantes del
legendario oceánico, llamada
Mocha Dick, a pesar de que algunos creen que ambas ballenas
son mitos-historias paralelas. Fue una ballena blanca inspiró a su reflejo
literario en la novela de Melville, y habitaba en aguas situadas en las
costas de la Araucanía en el siglo XIX, en la proximidad de la isla
Mocha (de ahí su apodo), más o menos a unas 15 millas al Oeste del
sector de Tirúa, casi en el límite de las aguas entre las regiones
del Biobío y de la Araucanía.
La leyenda dice que Mocha Dick era probablemente un cachalote albino, pero
caracterizado sobre todas las cosas por una violencia y agresividad
descomunales, que aterraron a los marinos. Se cuenta en los relatos
de testigos que lanzaba enormes chorros de agua al aire y se arrojaba
con todo su enorme volumen sobre barcos y botes, convirtiendo en un
trágico desastre todos los intentos de cazarla.
Mocha Dick solo pudo ser capturado tras cerca de 40 años de
enfrentamientos con los cazadores de ballenas. Se le encontraron
alrededor de 17 arpones clavados en su lomo, casi tal cual como a la
ballena de la novela de Melville, lo que evidencia la formidable
capacidad de lucha que tuvo este cetáceo monstruoso, similar al de
su reflejo en la fantasía narrativa.
Melville pudo haber conocido esta historia muy probablemente en su
paso por Chile. Siendo joven, se integró a la tripulación de un
ballenero norteamericano que operó en aguas del sur luego de zarpar
desde la costa oeste de su patria y enfilar proa hacia Chiloé y el
Cabo de Hornos. No hay duda de las semejanzas entre su historia y el caso real que la inspiró.
Sin embargo, otras
fuentes sugieren que el escritor pudo adoptar el caso desde la
revista “Knickerbocker” de New York, que en mayo de 1839 publicó un
relato del oficial Jeremiah N. Reynolds, de la Armada de los Estados
Unidos, describiendo un extraordinario encuentro entre un grupo de
marinos cazadores norteamericanos de ballenas y un ejemplar de
enormes proporciones habitante de aguas australes, “blanco como la
lana” y que, según informa, había logrado ser cazado recién durante el año anterior. El redactor de la nota hizo público por primera vez el nombre
dado a la ballena en el título: “Mocha Dick, o la Ballena Blanca del
Pacífico”, aunque según otras fuentes, los lugareños le llamaban Pocho.
También existían registros anteriores de su existencia, previos a
este enfrentamiento, pero Reynolds informa sobre cómo fue capturada
más tarde y reporta los varios arpones que se le encontraron
clavados, como registros de intentos anteriores por capturarla.
El sorprendente artículo de la “Knickerbocker” fue
republicado por la misma revista en 1846, en formato de folleto,
poco antes de que Melville comenzara a escribir “Moby Dick”
aparecida en 1851, por lo que se conjetura que habrá leído la
historia en esta segunda edición.
Fuente imagen:
efimera.org
La caza de ballenas, tal cual se practicaba en la época de Mocha Dick. Este grabado corresponde a una publicación de New York de 1841.
No será la única memoria de ataques en el Pacífico Sur, sin embargo.
De hecho, existiría un caso registrado en Nantucket, Massachusetts,
donde un ballenero fue destruido por un cachalote, salvándose ocho
de los tripulantes. También se presume que Melville también tomó elementos
de este incidente para dramatizarlos en su libro.
Existe una referencia espeluznante sobre la posible inspiración de
Melville para concebir a esta bestia de altamar, especialmente en la
parte final de su obra: la epopeya de la tripulación del Essex,
velero ballenero comandado por el capitán Pollard, que fue destruido
en una terrible batalla con un cetáceo misterioso “grande como nunca
se había visto”, hacia 1820 y supuestamente frente a las costas de
Valparaíso. La historia fue reconstruida en un reportaje de la
“Revista del Domingo” (diario “El Mercurio” del 3 de julio de 1988),
reapareciendo mencionada en un artículo de la “Revista de Marina”
publicada en Valparaíso en 1997 por el vicealmirante Jorge
Sepúlveda.
Tras meses de penurias abandonados en el mar, uno de los tres botes
de los náufragos del “Essex” llegó cerca del archipiélago de Juan
Fernández, donde pudieron ser rescatados. Otro fue encontrado cerca
del Golfo de Arauco; pero el tercer bote nunca apareció.
La historia llega a ser increíble en sus detalles, superando por momentos la creatividad de Merville en su dramatismo y tragedia. En aquel calvario, por ejemplo, para poder sobrevivir los infortunados incluso
habían recurrido al canibalismo, la necrofagia y sorteos para
asesinar al próximo que sería devorado, algo que no es coincidencia se repita en lo que Edgar Allan Poe escribe en una
parte de “Las Aventuras de Arthur Gordon Pym” y que debió basarse en esta misma tragedia. Gracias a los sobrevivientes, como
Owen Chase, autor de "Narrative of the most extraordinary and distressing shipwreck of the whale-ship Essex" en 1821, la
historia pudo salvarse del olvido y hoy es conocida con los grandes
detalles que permiten deducir la inspiración de Poe, Melville y otros autores sobre la
misma.
La mejor fuente de la aventura del Essex, sin embargo, apareció en
los sesentas en un manuscrito oculto en un baúl de uno de los
partícipes, el exmarino Thomas Nickerson, mientras era escarbado
por su descendiente Ann Finch. En 1980, lo puso a disposición del
Museo de Nantucket, centro internacional de afortunadamente ya casi
desaparecida actividad ballenera. Desde allí pasó al conocimiento
histórico.
Según el documento autobiográfico mencionado en el artículo de la
"Revista de Marina", Nickerson se integró al Essex con sólo 14
años en la temporada ballenera de agosto de 1819. Tras pasar por el
Caribe, van al Cabo de Hornos y cazan ballenas en aguas frente a
Chile, partiendo desde allí a las islas Galápagos. Volviendo hacia
el sur, sin embargo, el 20 de enero del año siguiente divisan un
cachalote o spem whale de enorme tamaño, que se arroja
violentamente contra el navío embistiéndolo hasta destruirlo, por lo
que los hombres se ven obligados a escapar en tres botes. El documento confirma también que fueron rescatados solo el 15 de febrero de
1821, tras pasar por la isla Henderson (islas Pitcairn), llegando a
la proximidad de Juan Fernández y a 3.700 millas del lugar del
ataque. Al ser encontrados, fueron llevados a Valparaíso.
El investigador histórico Germán Munita ha detectado registros
relativos no solo a la aventura del Essex, sino a otros casos parecidos de
alrededor de 1810, en la Capitanía del Puerto de Valparaíso, que
denunciaban esos y varios hechos violentos de avistamientos o
enfrentamientos con un cachalote blanco en costas chilenas,
especialmente en isla Mocha.
La novela de Melville ha contado con muchos referentes adicionales y
refuerzos seculares a su publicidad y difusión. Llega a ser insólita la cantidad de literatura que se inspiró directa o indirectamente en el caso de la ballena blanca de aguas chilenas. La imagen del
cachalote tampoco es azarosa ni exclusiva, siendo su aspecto temible
la misma razón por la que Frank T. Bullen tomó a estos cetáceos en
particular para su propia novela: "The cruise of the Cachalot",
perpetuando el mito iniciado con Moby Dick. También aparecerá en
esta misma línea "Cachalot", relato de Alan Dean Foster.
Pero el más importante de todos los refuerzos a la leyenda del
cachalote blanco de Melville, sin duda es la famosa versión
cinematográfica de la novela, en 1956, dirigida por John Huston con
el guion adaptado por el entonces más bien joven escritor estadounidense Ray Bradbury, quien
llevaba cuatro o cinco años libreteando para el cine antes de
tocar la fama mundial y convertirse en un referente universal de la literatura de
ciencia-ficción. Desde aquella experiencia creativa Bradbury produjo, de hecho, una especie de secuela o reformulación
para la historia de Moby Dick, titulada "Sombra verde, ballena blanca",
que vio la luz muchos años después del filme.
Nos concentramos fundamentalmente en la versión fílmica de Huston,
ya que otras obras no han tenido tanta trascendencia popular. La película
"Moby Dick" de 1930, dirigida por Lloyd Bacon y con John Barrymore
en el papel de Ahab, nos parece solo una adaptación totalmente libre
de la novela original, aunque pertenezca a la misma familia de creaciones inspiradas en el caso. Además, las versiones posteriores a la de
Huston solo han funcionado como
remakes, o al menos así han sido percibidas por la crítica.
Correspondió al actor Gregory Peck encarnar en magistral rol al capitán Ahab en el filme de Huston, ese personaje en parte pirata y
en parte guerrero obsesionado con dar muerte al engendro albo. La
imagen de este capitán
pata de palo y de largo abrigo quedó grabada a fuego en la
iconografía del mito, repitiéndose casi tal cual en otras
representaciones, como cómics, ilustraciones artísticas y
actuaciones especiales dentro de la cultura Moby Dick.
A todo esto, a aquella producción artística y literaria sobre el Essex se
sumaron el mencionado libro de Poe y la continuación de este, "La
esfinge de los hielos", escrito por Julio Verne a fines del siglo
XIX. Cabe indicar, además, que
el autor argentino Héctor G. Oesterheld, autor de "Peligro en la
Antártida", escribió bajo el seudónimo de
Patrick Hanson una suerte de pequeña segunda y más ligera
parte de la novela de Melville, titulándola "Vuelve Moby Dick". En
esta obra de 1957, hoy casi desconocida, se empuja la historia del
cetáceo más cerca del mito polar.
Cabe señalar que la leyenda de la ballena original Mocha Dick causó pavor entre
balleneros de Europa y de los Estados Unidos que operaban en dicha
zona, no muy distintos de los que se han descrito en la obra de
ficción. Y al parecer era también un cachalote, tal como se representa
habitualmente a Moby Dick... ¿O algo más?
Tanto o más sorprendente todavía que las evidencias históricas, resulta ser
la presencia de una leyenda mapuche sobre la presencia de uno o más cetáceos
blancos en los alrededores de isla Mocha: Trempulcahue o Trempilcahue,
entre otros nombres. Esta leyenda fue mencionada en la "Historia General del Reino de
Chile", por el jesuita y cronista colonial Diego de Rosales, hacia
1660. El historiador chileno Tomás Guevara, la rescató y desarrolló un poco más desde
el texto de Rosales, hacia 1898.
Según una versión de aquel relato mítico del folclore mapuche, existían cuatro
ballenas blancas o Trempilcahues que llevaban el espíritu de los
muertos hasta un territorio llamado Ngill chenmaywe, fantástico lugar que muchos asociaban a la
isla Mocha, en donde los fallecidos vivían una última vida antes de la desaparición total. Tales ballenas, a su vez, habrían sido almas de mujeres
ancianas transformadas en cetáceos en ciertas creencias, las que actuaban al empezar el alba
del día y sin poder ser vistas jamás por los hombres vivos.
Según Rosales, para cada espíritu de un difunto debía hacer una
ofrenda en piedras de color azulino llamadas llancas en torno al
cuerpo, piedras “que son sus diamantes” por lo bien cotizadas en su
sociedad. Así, también quedaba pagado el servicio de un barquero que
se llevaría al muerto y que era el mismísimo Trempilcahue, según la versión huilliche de la leyenda en la costa de Chiloé, con su famoso Muelle de las Almas en un hermoso sector costero cerca de Cucao.
Queda a la vista, entonces, la enorme importancia cultural que la ballena inspiradora de Moby Dick tuvo en Chile, pasando por disciplinas de folclore náutico, historia naviera, tradiciones religiosas, mitos y leyendas, crónicas y literatura, entre muchas otras.
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