LA FOTOGRAFÍA FANTASMAL DE TERESA MAC-CLURE

Los protagonistas de la historia de la plasmación del rostro fantasmal de Teresa Mac-Clure en una fotografía, en revista "Sucesos" de octubre de 1909.

Cosas curiosas sucedían durante los años del apogeo mediático experimentado por la ola de espiritismo y médiums en el mundo, con sus ecos en Chile levantando como nunca antes el tema de lo "paranormal" y las sesiones de supuesta comunicación con el Más Allá. Así, mientras tenían lugar interesantes y a veces acalorados debates entre los "espiritualistas" de Chile y Argentina con grupos racionalistas y religiosos enemigos del espiritismo, un sensacional hecho relacionado con el tema de los fantasmas iba a ocurrir en Santiago.

La noticia fue referida principalmente por la revista "Sucesos" en su edición del 30 de septiembre de 1909. Esta gaceta, editada en Valparaíso, solía dar espacio en sus páginas a temas relacionados con la moda medíumnica, de modo que tampoco evadía temas relacionados con los muchos restos de pensamiento mágico decimonónico que quedaban todavía en los albores del Primer Centenario Nacional, especialmente entre las clases más aristocráticas.

De acuerdo a cómo se describió la noticia de marras en los medios, además, esta demostraba que la comunicación con los muertos también podía pasar por la todavía novedosa tecnología de la fotografía: es decir, la plasmación de espíritus o escotografía, como se la llamó después. Dicho procedimiento de capturas de imágenes de espectros y difuntos se remontara a trabajos iniciados por el inglés Williams Boursnell en 1851 y el estadounidense William H. Humler en 1861, pero no parecía haber en Chile registros de la misma hasta lo que acá describiremos.

Entrando entonces en materia, había sucedido que el señor Tomás Ríos González, reconocido espiritualista y teósofo de la época, director de la revista "Estudios Psíquicos" y después creador de la Librería Orientalista, había revelado a través de sus propias publicaciones los fragmentos de textos de una carta dirigida a su persona por un ex senador don Manuel Egidio Ballesteros Ríos, inicialmente señalado sólo como D.M.E.B. Es casi seguro que Ríos González fue practicante del espiritismo, como tantos intelectuales y hombres connotados de aquel momento.

En la misiva se revelaba algo insólito: había sido obtenida la imagen de un auténtico fantasma, correspondiente a lo que se interpretaba como un rostro femenino de frente y en toma cerrada. En honor a la verdad, sin embargo, la calidad de la impresión de la época no facilita reconocer los detalles, ni sentenciar si acaso se tratara sólo de una simple y siempre traviesa pareidolia, pero no parecía haber mucha duda entre los testigos sobre la veracidad de lo que creían ver en la imagen.

Una típica sesión espiritista en una mesa, práctica que estaba de moda cuando tuvo lugar la supuesta plasmación fotográfica de un fantasma en Chile. Fuente imagen: sitio Guioteca.

El supuesto rostro de Teresa Mac-Clure plasmado en una placa fotográfica, en las dos fotografías publicadas por la revista "Sucesos" en septiembre y octubre de 1909.

La casa de los Mac-Clure, en donde habría sucedido el supuesto fenómeno fotográfico. Imagen publicada por la revista "Sucesos" de octubre de 1909.

En las líneas de la carta correspondiente, reproducida entonces por la mencionada revista "Sucesos", podía leerse lo que sigue:

El Sr. M. ha tenido una manifestación de su finada hija Teresa, fallecida el 10 de junio último, esposa que fue del señor Ministro del Ecuador, que ha llamado profundamente la atención.

El 10 de julio, en la hora de comer, un niñito de poco más de un año, hijo de la Sra. T. M. de E., llorando amargamente gritaba: "¡mi mamá, mi mamá!" y hacía manifestaciones que indicaban estar viendo a su madre. Este incidente no llamó la atención por el momento; pero después se ha recordado por la coincidencia con lo que posteriormente aconteció.

En efecto, al despertar el Sr. M. en la mañana del 11 de julio, notó con sorpresa que su pañuelo, que había dejado cuando se acostaba en el cajón de su velador, se encontraba desplegado sobre ese mueble y la mitad de él flotando en el aire. Seguro de no haber sido él quien había extraído el pañuelo del cajón, y no habiendo entrado a la pieza otra persona que su esposa, la interrogó sobre el particular. La señora le contestó que ella no había tocado el pañuelo.

Este suceso dio mucho que pensar al Sr. M., que no podía apartar de su imaginación el recuerdo de su hija, cuya intervención creía ver en la extracción y despliegue del pañuelo. Ocurriósele entonces hacer una aplicación a este caso de la fotografía a que es sumamente aficionado.

Con tal objeto colocó una placa fotográfica debidamente preparada en frente del pañuelo y en un saco en que no podía penetrar la luz, dejó ambas cosas durante el tiempo necesario. Al sacar la placa, notó que se hallaba impresionada y que apresuró a hacer el lavado que hace aparecer la imagen fotografiada. Notó entonces que aparecían diversas marchas y pequeños puntos, apenas perceptibles a la vista.

Tomando la placa con las precauciones del caso, la llevó donde un fotógrafo a quien estima como el más competente en la materia. El fotógrafo le certificó en el acto por escrito, que existía una impresión en la placa, y le prometió hacer la reproducción, agrandándola hasta donde le fuera posible, lo que efectivamente ejecutó.

Figúrate cuál sería la admiración del Sr. M. cuando ve que uno de los puntos de la plancha, una vez agrandada, reproduce exactamente el rostro de su hija Teresa y hasta las pústulas de la viruela de que su hija había fallecido.

Sin embargo, con la poca información que aportaba por el redactor bastaba para adivinar quién era la fallecida y su familia, a pesar de lo discreto que intentaban ser los redactores. Por esta razón, la edición de "Sucesos" en octubre siguiente reveló las identidades a los muy interesados lectores enterados del caso: se trataba de Teresa Mac-Clure Vergara, hija fallecida del copetudo matrimonio de Carlos Maximiliano Mac-Clure Ossandón y doña Carolina Vergara y Vergara, casada con don Héctor Elizalde Gómez. Doña Teresa había muerto el 10 de junio anterior en su hogar, a los 30 años, siendo sepultada en Santiago. Había sido el padre de la fallecida, don Carlos, quien registró el asombroso fenómeno en la placa fotográfica en contacto con el pañuelo.

Real o no lo que se decía ver en dicha imagen, esta puede tratarse de la primera fotografía de un supuesto fantasma y presentada como tal en la historia chilena, además de una confirmación implícita de que muchos espíritus de fallecidos tenían sus propios caprichos: aún preferían aparecerse a los miembros de sus familias en la alta sociedad, más que en la plebe.

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