EL SÍMBOLO DEL ÁGUILA BICÉFALA EN EL CHILE ORIGINARIO
Escudo de Armas de la ciudad de La Imperial, hoy correspondiente a Carahue. Se observa el estandarte del águila bicéfala en el blasón. Fuente imagen: sitio Heraldry Wiki.
El escudo de armas de la ciudad de La Imperial, en la Araucanía, ostentaba una característica heráldica bastante simbólica y universal, al centro del blasón: la magnífica figura de un águila de dos cabezas. Este mismo emblema se conserva en el escudo de la actual ciudad de Carahue, que en 1882 fue fundada reemplazando a la antigua Imperial, para entonces destruida, mientras que la de Nueva Imperial que se erige ese mismo año a unos 20 kilómetros de distancia de la ubicación original, también conservando el viejo escudo de La Imperial.
El símbolo del águila bicéfala está históricamente asociado a los grandes imperios, penetrando mucho en la cultura bizantina, hispánica, germánica y en la europea oriental, especialmente en Rusia, y en Armenia por los deslindes asiáticos. De origen indoeuropeo, fue adoptado después por el cristianismo y se extendió por Europa como representación monárquica de las dos "cabezas" de la sabiduría: el orden y el progreso. Por esta misma razón fue adoptada por logias masónicas como la representación del Grado 33º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, así como del Rito de Menfis, figurando también en los símbolos de los Caballeros Kadosch, del Príncipe del Real Secreto y de los Soberanos Grandes Inspectores Generales.
Tras la unión del Sacro Imperio Romano Germánico con el Imperio Español, el emblema del águila bicéfala representando la unidad de ambas potencias pasó a ser el más importante y poderoso del mundo, a partir del siglo XVI, volviéndose así un distintivo inconfundible del poder político de la casa de los Habsburgo y sus extensos dominios en el Viejo y el Nuevo Mundo. Hasta entonces, el escudo de los Reyes Católicos tenía un águila de una sola cabeza; y aunque el mismo símbolo bicéfalo ya había sido formalizado por Segismundo de Luxemburgo tras asumir como emperador en el siglo anterior, y después en el estandarte imperial de la llamada Águila Quaternion, a inicios de la siguiente centuria, fue Carlos de Habsburgo quien introdujo el escudo español con el ave de dos cabezas y alas extendidas (exployada) hacia 1520, con otros elementos que se han repetido en los posteriores y que aún permanecen en el actual.
Por lo anterior, los conquistadores españoles venidos a América conocían bastante bien aquel heraldo del águila de dos cabezas, teniéndolo culturalmente asociado a Carlos V. Debe haber resultado muy improbable para ellos la posibilidad de encontrarlo en tierra americana, en consecuencia... Pero es sabido que el Nuevo Mundo deparaba una gran cantidad de sorpresas para ellos.
En su afán por avanzar hacia el misterioso Estrecho de Magallanes, don Pedro de Valdivia partió a reunirse con el recién regresado desde Perú, don Pedro de Villagra, en octubre de 1551, con la intención de consumar el plan de fundación de una nueva ciudad, correspondiente a La Imperial, dando creación a la misma ese año. Contando con un refuerzo de 100 hombres, Valdivia y Villagra habían acordado los términos en Cautín y repartieron los solares a inicios del año siguiente, en lo que era más bien una aldea fortificada. Poco después y tras los reconocimientos del territorio, en abril, este fue dividido en 65 encomenderos constituyéndose el cabildo y otros cuerpos administrativos. Villagra debió hacerse cargo de concluir el proyecto fundacional.
En aquellos territorios en medio de Arauco algo había llamado la atención de los hispanos, sin embargo: sobre el techo de las rucas y tolderas que los indígenas locales usaban como casas, pudieron observar que había enigmáticas figuras de aves de dos cabezas hechas de madera, que inevitablemente recordaban al símbolo del águila bicéfala de los Habsburgo. Por más que consultaron a los nativos sobre el origen de aquel ancestral emblema, estos no supieron explicar cómo les llegó, pues ya lo había olvidado con el correr de las generaciones.
Empero, fue tal el impacto y la importancia que los españoles dieron a aquella señal del águila bicéfala que decidieron bautizar aquella nueva ciudad como La Imperial, aludiendo así al heraldo del Imperio Español. Este curioso dato ha sido referido por varios cronistas, tanto coloniales como de los tiempos posteriores, por lo que no parece ser sólo parte del folclore histórico o toponímico.
Escudo de Carlos V con el águila bicéfala, en plano de Américo Vespucio (1526). Fuente imagen: sitio Media Center for Art History.
Antigua ruca mapuche en postal de la casa fotográfica de Carlos Brandt a principios del siglo XX, con el modelo de acceso en vano triangular. Se supone que los palos que daban marco a aquella entrada en las rucas vistas por los conquistadores, se extendían cruzados hasta encima de la choza y salían por arriba con rostros esculpidos en sus extremos, siendo interpretados como cabezas de un águila bicéfala según una de las creencias al respecto.
Autores como el francés Claudio Gay en el tomo de "Documentos" de su "Historia física y política de Chile" (primer volumen), transcribieron la llamada "Relación de los servicios hechos por Pedro de Valdivia" que dirige al rey el cabildo de la ciudad de Valdivia con fecha 20 de julio de 1552. Junto con solicitar a su majestad ayuda para el conquistador en su afán de descubrir la navegación del Estrecho de Magallanes, este documento de Simancas trasladado al Archivo General de Sevilla, confirmaba el factor de las águilas bicéfalas en el nombre dado a La Imperial:
Habiendo poblado esta ciudad, dejando en ella para la sustentación el recaudo conveniente, se partió con hasta ciento cincuenta hombres de caballo, y vino conquistando y pacificando los naturales hasta llegar donde ahora está fundada la ciudad Imperial; y habiendo conquistado la gente que halló, en el mejor sitio pobló esta ciudad: está fundada entre dos ríos, que uno de ellos es muy caudaloso y hondable, en que se hace un puerto de mar, está dos leguas de ella; es muy buena comarca de tierra, y bien poblada: púsole este nombre, porque en aquella provincia y esta, en la mayor parte de las casas de los naturales se hallaron de madera hechas águilas con dos cabezas: en esta ciudad hizo ochenta vecinos, la mayor parte de ellos hijosdalgos; está de la ciudad de la Concepción veinte y cinco a treinta leguas.
Cronistas coloniales también refuerzan la convicción de aquel nombre se relacionaba con la presencia del símbolo del águila entre los indígenas habitantes de aquellas comarcas. En su "Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año 1575", por ejemplo, don Alonso de Góngora Marmolejo deja el siguiente registro:
Valdivia bajó con su campo a la boca del río donde entra en la mar, y pasó de la otra banda yendo adelante: todos los naturales le venían a ver y servir. Desde a dos días llegó al río de Cayten (Cautén o Caitén), que corre por tierra fertilísima y de mucha gente. Junto a este río pobló una ciudad en una punta que hacía en donde se juntaba con otro río menor, y le puso nombre Imperial; porque en las casas que los indios tenían había en unos palos grandes que subían desde el suelo encima a lo alto de las casas una braza y más en el remate de la misma madera, en cada uno una águila con dos cabezas. Tomándola por buen pronóstico de imperio, le puso aquel nombre de Imperial; y porque entraba el invierno le pareció volverse a la Concepción a causa de (que por) ser puerto de mar tendría allí algunos navíos del Pirú (Perú) y por saber de Santiago. Dejando por su teniente a Pedro de Villagra, hombre fuerte y práctico de guerra de indios y arriscado en ella, con mucha cordura le mandó se informase de lo de adelante y mirase por lo presente, y reparase aquel asiento con hacerle un fuerte para su defensa.
El capitán Pedro Mariño de Lobera, por su lado, observó el símbolo del águila bicéfala presente entre los indígenas, con el entusiasmo y la credulidad muy propios de sus narraciones. El ex militar al servicio de Valdivia, testigo y protagonista del período de marras,dejó la siguiente reseña al respecto en "Crónica del Reino de Chile", hecha hacia 1580:
Tienen las casas de estos indios ciertos remates sobre o más alto a la manera que están las chimeneas galanas en España. Estos remates son unas águilas de madera de un cuerpo cada una con dos cabezas como las que traía el emperador Carlos V en sus escudos. Son estas águilas hechas tan exactamente; que no parece habrá pintor que las dibuje con más perfección ni escultor que acierte a entallarlas más al vivo, y preguntados los indios si habían visto en su tierra algunas aves de aquella figura para sacar tales retratos, respondieron que no ni sabían el origen de ellas, por ser cosa antiquísima, de donde no tenían tradición más que así las hallaron sus padres y sus abuelos.
Ha sido un gran enigma aquella relación del símbolo en territorio araucano con el águila bicéfala, partiendo por el animal representado que podría corresponder al águila chilena, el carancho u otra ave rapaz. Por haber desaparecido ya entonces la memoria sobre su origen entre los propios indígenas, se ha presumido también que se remontaría a tiempos remotos de la cultura chincha-chilena de la que hablara Ricardo E. Latcham, habitantes originales del territorio de Chile y cuando estos se extendían uniformemente sobre el mismo antes de ser cortados por una llegada del elemento mapuche precisamente a aquella altura de Cautín, dejando así separadas a las comunidades picunches y huilliches. Esta es la idea seguida al dedo por autores clásicos como Francisco Frías Valenzuela y Francisco Antonio Encina.
Trapelacuchas de los siglos XIX y XX en las colecciones del Museo Andino de la Fundación Claro Vial, en la Viña Santa Rita de Buin. Todas con águilas bicéfalas en la placa principal de la que cuelgan las cadenas y segmentos.
Trapelacucha y sikil, en el Museo Dittman Bullock de la ciudad de Angol.
Águila bicéfala de una trapelacucha de plata, obra de la segunda mitad del siglo XIX, en el Museo Histórico Nacional, Santiago.
Las interpretaciones más audaces, en cambio, permiten elucubrar sobre supuestos contactos entre pueblos originarios de la zona y viajeros europeos en tiempos precolombinos, de cuya cruza habría resultado la adopción del símbolo. No ha sido la única señal de la crónica o la arqueología que permite estas interpretaciones temerarias, por cierto, ni en Chile ni en Sudamérica. También existen otros paralelismos interesantes, como la presencia de serpientes enfrentadas en la mitología mapuche (Ten-Ten Vilú y Cai-Cai Vilú) y en la iconografía europea del caduceo (báculo de Hermes) y del propio escudo familiar de Valdivia.
En el extremo opuesto, en tanto, la versión más aguafiestas pero cruelmente práctica podría suponer que sólo se trató de una historia pintoresca decorando lo que, en realidad, había sido la elección de un nombre apropiado a una ciudad que debía ser bastión y cabecera de la conquista de los territorios sureños.
El jesuita Diego de Rosales estuvo entre quienes no se complicaron buscando explicaciones asombrosas: en su estupenda obra "Historia general del Reino de Chile. Flandes Indiano", redactado en 1674, señaló que las supuestas águilas de dos cabezas vistas por los hispanos en Arauco no eran más que sencillos palos cruzados que se usaban para sostener los accesos a las rucas. Dice en su correspondiente crónica:
Mucha gloria de estos aumentos en la fe se debe a los primeros conquistadores y al grande celo de extender el imperio del Rey del cielo y de la tierra que tuvo el generoso gobernador Valdivia, el cual puso a esta floreciente ciudad el nombre de Imperial en memoria y honra del rey el emperador Carlos quinto, no por lo que algunos quisieron decir habían visto en aquella tierra águilas imperiales de dos cabezas, que no tiene probabilidad ni fundamento; ni lo es el de haberse hallado en los ranchos de los indios y sus puertas águilas de madera de dos cabezas, porque no son águilas ni los indios las forman sino que ponen dos palos clavados en el suelo al remate de sus ranchos hacia la puerta, y estos los juntan arriba cruzados, y las puntas salen fuera de la cubierta de paja, una a un lado y otra a otro, y en el remate le suelen hacer alguna forma de cabeza a cada palo, y como son dos, una a un lado y otra a otro, quisieron algunos comentar que eran dos cabezas de águila o águila de dos cabezas. En el libro del cabildo de la Imperial se escribió la forma que había de haber en grabar las armas de aquella ciudad imperial, y dice así: las armas serán un águila blanca con dos cabezas en campo azul y una corona imperial en medio de ellas, y por la orla nueve torres con sus brazos que salga de ellas con espadas en las manos en campo colorado. Encima del escudo el Apostol Santiago y encima de él a Nuestra Señora con esta letra: Judicium Domini indicabit eos, et fortitudo ejus corroborabit brachium nostrum. Todo esto estaba de la una parque del estandarte real, que era negro, y de la otra parte de las armas reales. Y fuera del día de Santiago, que salía el estandarte real, no salía otra vez, sino era al entierro de algún conquistador que hubiese tenido oficio en cabildo. Honró después a esta ciudad el emperador Carlos quinto enviándola título de ciudad.
De acuerdo a lo que describe Rosales, entonces, debieron ser la imaginación, la exageración y la nostalgia las que habrían llevado a los peninsulares a interpretar aquella figura como una rima con el águila bicéfala a la que estaban tan acostumbrados, de modo que el símbolo como tal no existía entonces. Su parte debió hacer, además, la necesidad permanente de los hispanos de estar adulando al orgullo de la corona, casi en cada nuevo paso por los territorios explorados.
Bien sea que surgieron de una tradición perdida o de un error de interpretación de los cronistas y los conquistadores, lo cierto es que el águila bicéfala sería incorporada fuertemente a la iconografía cultural mapuche, a a algunos motivos telares como ponchos y a los trabajos de orfebrería en plata que comenzarían a desarrollar en épocas posteriores. La bicefalia, por lo demás, siempre fue un rasgo frecuente de representación en la alfarería y la escultura mapuche, principalmente con rostros antropomorfos presentes en jarros cerámicos y tallas líticas repartidas por museos del país.
El caso más evidente del águila bicéfala en la artesanía y platería mapuche es el de la trapelacucha, colgante pectoral usado principalmente por mujeres: la placa superior principal de la que penden los demás segmentos o eslabones y piezas tipo pendientes (pün pün) que forman la pieza, suele estar formada por la abstracción de un ave de alas extendidas y dos cabezas en posiciones opuestas. Todas las versiones y diseños de esta lámina metálica en las trapelacuchas son, básicamente, la misma figura bicéfala con diferentes detalles y estilos. Su producción comenzó hacia fines del siglo XIX, según se ha establecido.
Por supuesto, tampoco hay claridad plena sobre las razones de la presencia del águila bicéfala en la orfebrería de Arauco: popularmente, se habla desde una tradición original ligada a aquellas como las que vieron los fundadores de La Imperial en el siglo XVI, hasta intercambios con los españoles y criollos que podrían haber incluido la adopción del ave de dos cabezas, como parece ser también el caso de la cruz araucana ciertos colgantes y adornos como el sikil. Sin embargo, la orfebrería mapuche con esta clase de motivos llegó a su desarrollo y variedad durante la segunda mitad del siglo XIX, especialmente por influencias externas como las de los jesuitas, según parece. Hacia fines de la misma centuria, además, cunde el intercambio que tenían las comunidades indígenas con compradores de ganado o de productos agrícolas y el acceso de ellas a las monedas de plata y, más tarde, a otros productos de la metalurgia usados en su orfebrería y diseños.
De esa manera, el
águila bicéfala aún sobrevive con todos sus misterios, leyendas, hechos,
confusiones y conjeturas en la actividad artística de los maestros rütrafe,
aquellos orfebres que continúan desarrollando la tradición cultural de la
platería mapuche. También repite su vigencia en el diseño del blasón municipal de la comuna de Lago Ranco y en la trapelacucha que se observa al centro del actual escudo y bandera regionales de La Araucanía.
Yo creía que el águila del escudo de Purén venía de las armas del linaje Aguilera, en particular de doña Inés Olmos de Aguilera Zurita heroína y personaje del poema épico "Purén Indómito" que fue muy famoso en su época. Los Aguilera llegaron a Chile con Hurtado de Mendoza y venían de una muy aristocráytica familia que remonta a los Reyes Católicos y al Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdova, todos emparentados con los Hasburgo por el marido de "Juana la Loca", el escudo del Águila de dos cabezas es histórico de la Casa Hasburgo
ResponderEliminar¡Voto a Dios, que buena letra tengo!