EL "NÓRDICO" DE MULCHÉN: UNO DE LOS MÁS GRANDES ENIGMAS DE CHILE EN EL MUSEO DILLMAN BULLOCK
	
	
	Fotografía de David Lowry e lustraciones del profesor Israel González, para 
	el informe de 1965 de Dillman S. Bullock sobre el misterioso objeto lítico 
	de Mulchén, hoy en la cartilla que lo acompaña en la oficina del conservador 
	del museo.
	
	Coordenadas: 37°49'28.6"S 72°39'45.6"W (Museo Dillman S. Bullock)
	
	He coronado una visita a Angol de 2018, en el marco de las premiaciones del 
	concurso "Escrituras de la Memoria" (Ministerio de las Culturas), con la 
	satisfacción de un largo anhelo: conocer directamente, en persona, la 
	misteriosa pieza arqueológica apodada el "nórdico" o  el "vikingo" en el 
	Museo Dillman S. Bullock, ubicado en el Instituto Agrícola del Fundo El 
	Vergel, perteneciente a la Corporación Metodista de Chile. Este histórico 
	complejo está el kilómetro 5 del Camino Angol-Collipulli (carretera Dillman 
	Bullock), por la salida de la localidad de Huequén, en la Región de la 
	Araucanía.
	
	La pequeña roca tallada pulcramente por desconocidas manos expertas, carga 
	uno de los enigmas más grandes y profundos del territorio chileno, hasta 
	ahora no resuelto y en algún momento casi desdeñado, tal vez por las 
	complejidades que acarrea su desafío a la ciencia y a las convicciones 
	historiográficas más sólidas o convencionales. Como era inevitable, además, 
	su sentido arcano ha atraído la mirada más interesada y temeraria de 
	investigadores de temas esotéricos y cazadores de misterios, seducidos con 
	el secreto de este objeto único quizás en toda América.
	
	Los simples mortales no podemos fingirnos estrictamente científicos al 
	contemplar este increíble artículo, tan sabroso para la imaginación y para 
	la atracción ineludible de lo fascinante y fuera de normalidades. Así, 
	estando próximos al aniversario 140° del nacimiento del naturalista fundador 
	del museo y de los 54 años de la llegada de esta controvertida pieza al 
	mismo sitio, se hace preciso remontarnos un poco para explicar lo poco que 
	se conoce de tal enigma lítico, aún escasamente conocido en el país, incluso 
	entre algunos miembros de la comunidad científica chilena.
	
	Dillman Samuel Bullock Lytle, nacido el 28 de noviembre de 1870 en Michigan, 
	Estados Unidos, pastor metodista, llegó a la zona de la Araucanía a trabajar 
	como agricultor profesional, pero desarrollando paralelamente una prodigiosa 
	labor como naturalista, impulsor de los estudios de la culturas premapuches
	kofkeche y pitrén, además del descubrimiento de varias especies 
	naturales en la cordillera de Nahuelbuta, geológicamente muy anterior a la 
	de los Andes.
	
	La actividad de Bullock le dio gran prestigio entre los habitantes de la 
	zona, de manera que muchos comenzaron a donarle reliquias, piezas 
	arqueológicas, zoológicas, botánicas o mineralógicas de aquellas regiones. 
	Creador del  Centro de Estudios Científicos de Angol en 1929, su aporte le 
	hizo merecedor de la condecoración de la Orden al Mérito Bernardo O'Higgins, 
	en 1947, y la Medalla de Oro de la Municipalidad de Angol en 1951. Y 
	habiendo formado una fastuosa colección de piezas para sus investigaciones, 
	en 1961 fundó el Museo de El Vergel que llevará su nombre, en donde se 
	expone al público gran parte de las mismas y se guarda para su conservación 
	el resto.
	
	Fue durante aquel período en que Bullock recibía en sus manos los hallazgos 
	de los habitantes de la zona para sus colecciones, que llegó hasta su 
	despacho una increíble donación, a mediados de los años sesenta: una barra 
	de piedra tallada con el rostro de lo que, clara e indiscutiblemente, 
	resulta ser un hombre de rasgos blancos y frondosa barba, que a partir de 
	ese momento, iba a dejar con la boca abierta a una gran cantidad de 
	expertos.
	
	El autor del casual descubrimiento, realizado en 1954, había sido un 
	agricultor alemán llamado Francisco von Plate, mientras realizaba labores de 
	arado en un potrero de su fundo de cultivo cercano a Mulchén y a la línea de 
	cerros andinos, en la Provincia de Biobío, región homónima vecina a la de La 
	Araucanía. Comprendiendo la rareza de su hallazgo y después de una década en 
	su poder, Plate decidió obsequiarlo al museo en noviembre de 1964, quedando 
	registrada en la colección arqueológica con el número 66-2, pero sin 
	catalogar, dadas las incertidumbres tremendas que arrastrará por siempre la 
	pieza.
	
	Se trata de una estatuilla de aspecto granulado y muy viejo, pero no gastado 
	ni erosionado. Está elaborada en andesita, roca de origen volcánico 
	característica de los Andes y el Pacífico Americano, aunque también se la 
	halla en localidades tan distantes como Trondheim, en Noruega, y en 
	Islandia. Su material es biotita, más exactamente, de color mica más bien 
	oscuro, aunque con matices iridiscentes. Algunas fuentes señalan que estaría 
	cementada con cuarzo o feldespato, pues brillan en ciertos ángulos como si 
	se tratara de diminutos cristales, parecidos al "diamante" según anotaba 
	Bullock.
	
	La figura tiene forma cilíndrica aplastada, mide 12,2 centímetros de altura 
	por 3,1 de ancho y pesa sólo 159 gramos. Casi la mitad de ella es el rostro 
	enigmático del personaje de inconfundibles rasgos europeos, con barba 
	redondeada y espesa, contorneando mejillas también redondas. La nariz recta, 
	boca pequeña, frente amplia y ojos occidentales dan definición a esas 
	características asombrosas y casi perturbadoras, distantes de todo el arte 
	precolombino conocido. Si un artista cerámico le agregara un gorro alpino 
	con una jarra de cerveza o un pantalón corto bávaro, la pieza podría pasar 
	perfectamente por un recuerdo de artesanía turística de Europa Central o 
	Norte.

	
	
	D. Bullock con su esposa Katrina. Fuente imagen: Website del Fundo El 
	Vergel.

	
	
	Dillman S. Bullock, ya anciano, enfrente de su museo en el Fundo El Vergel. 
	Fuente imagen: Wikimedia Commons (aporte de German D. Marquez, 2013).
 
 
	Portada 
	del informe de D. Bullock de 1965 para la comunidad científica, con la 
	descripción del misterioso objeto.
	
	La pieza tiene dos diminutos agujeros acanalados a la altura de la barbilla 
	del rostro, por lo que algunos suponen pudo ser usada en forma de colgante 
	con alguna argolla a modo de presilla o asa, pendiendo tal vez como amuleto 
	o gargantilla. Y para mayores intrigas sobre la identidad del retratado, el 
	tocado que usa el personaje se ve como un casco, frigio o capucha que 
	refuerza su apariencia europea. La punta del mismo, aparentemente, se quebró 
	y falta.
	
	Al centro de aquel tocado del personaje, se ve lo que aparenta ser una cruz 
	tallada. Este detalle podría dar un estímulo a quienes quieren interpretarlo 
	como pieza de tiempos cristianos en América; sin embargo, mirando con 
	detención el diseño, se observa que el símbolo está inscrito entre otras 
	incisiones de la piedra formando una figura orgánica, semejante a la 
	abstracción de un árbol simétrico, parecido a la forma de una letra T.
	
	Como era previsible, Bullock quedó intrigado con la figurita de piedra e 
	intentó darle una explicación razonable a su existencia. Redactó un informe 
	de presentación de la misma ante la comunidad científica y académica, 
	titulado "Un objeto curioso y raro encontrado en Mulchén", trabajo publicado 
	en la "Revista Universitaria" de la Universidad Católica de Chile y, como 
	folleto, por los editores de Francisco A. Páez & Cia., en 1965, y bajo 
	patrocinio de Museo Histórico de la Academia Chilena por las Ediciones de la 
	Universidad Católica, en 1966. Como en el caso de la cabeza del romano 
	barbado de Tecaxic-Calixtlahuaca en México o de las cruces templarias en 
	rocas de la Patagonia argentina, sin embargo, la figura de Mulchén estaba 
	condenada a generar conjeturas, especulaciones y teorías sobre su origen.
	
	En su calidad de miembro destacado de la Academia Chilena de Ciencias 
	Naturales, el norteamericano incluso realizó llamados públicos a quienes 
	pudiesen tener artículos parecidos en su poder, para que se pusieran en 
	contacto con él por vía postal. En estas tareas lo asistieron el Reverendo 
	David Lowry, que tomó las primeras fotografías del objeto distribuidas a 
	nivel nacional e internacional, y al profesor Israel González, amigo de 
	Bullock y maestro de dibujo en el Liceo de Hombres de Angol, quien realizó 
	las precisas y no idealizadas ilustraciones que se divulgaron por entonces 
	de la misma pieza.
	
	Simultáneamente, el naturalista se puso en contacto con importantes figuras 
	de la investigación científica en esos años, decidido a hallar alguna 
	orientación sobre el objeto. Aunque era tarea tediosa pero necesaria, no fue 
	difícil para Bullock, pues mantenía líneas de cooperación con otros museos e 
	instituciones.
	
	Sin embargo, al enviarle su informe con fotografías e ilustraciones a Henry 
	Wassén, a la sazón director del Departamento Americano en el Museo 
	Etnográfico de Goteborg, Suecia, éste no pudo aportar alguna sugerencia 
	sobre su origen, salvo la posibilidad comentada por un colega suyo, de que 
	fuera obra de un marinero o una imitación de algún artículo de la Isla de 
	Pascua. "Este objeto tendrá que quedar como un enigma", respondía 
	hacia el final de su poco reveladora carta.
	
	En cambio, la Dra. Elizabeth Boyd, del Museo de Nuevo Mexico, considerada 
	por entonces entre las mejores especialistas de la cultura hispanoamericana, 
	respondió a Bullock que no se parecía a ninguna otra escultura en piedra, 
	madera, hueso o marfil del periodo colonial que ella hubiese visto, y que 
	los bigotes y la barba tan bien representados, no son españoles, de ningún 
	período. Boyd se inclinaba por tomarla como el retrato de un nórdico, 
	escandinavo o incluso un tártaro, pero sugería influencias de tradiciones 
	del Oeste y Norte de Europa, suponiendo que pudo haber sido vendido o 
	canjeado en Chile por un marinero que la trajo desde otras latitudes, y que
	"seguramente no es ceremonial o religioso".
	
	Otros expertos fueron puestos en conocimiento del hallazgo y desafiados a 
	explicarlo, como el Dr. Junius B. Bird, Director de la Sección Sudamericana 
	de Arqueología en el Museo Americano de Nueva York, el historiador Robert 
	Sonin del Museo de Brooklyn, especialista en Historia del Arte, además de 
	académicos del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Las opiniones de 
	estos peritos proponían que la pieza era obra de un artesano chileno o 
	peruano, que debía ser del siglo XVIII y que no eran hispanos ni el trabajo 
	de talla ni la figura representada. El Dr. Clifford Evans, de la oficina de 
	Antropología del Museo Nacional de Washington, tras discutir del caso con un 
	equipo de consultores, también respondió que la pieza no podía ser de origen 
	precolombino, sino colonial.
	
	Por lo visto, la indagación y consultas de Bullock no llegaron a 
	conclusiones definitivas, pero su espíritu científico frente a estos temas, 
	lo llevó a seguir tratando el hallazgo sólo como un "objeto curioso", 
	resistiéndose a interpretaciones más creativas y menos académicas, en 
	particular sobre la presencia ancestral de vikingos en el territorio. De ahí 
	que prefiriera pensar que podía tratarse de una esculturilla en piedra 
	realizada en el sigo XVIII y traída a América por algún marino, viajero 
	nórdico o incluso un pirata, llegando de alguna forma al interior de Mulchén 
	desde puertos chilenos. 
	
	Aunque ninguna explicación contundente y categórica saltó de estas consultas 
	y, más bien, resultaron vanos todos sus esfuerzos, Bullock sintetizó los 
	siguientes hechos respecto del mismo artículo lítico que tantas energías y 
	esfuerzos le demandaba a su pasión investigadora: 
- Que se trata de un objeto extremadamente raro, del que los expertos no conocían otro semejante.
- Que podría representar a un nórdico; un habitante del Norte de Europa.
- Que posiblemente fue traído por un marino extranjero de un buque a vela hasta puertos chilenos.
- Que corresponde a algún momento del período colonial español entre los siglos XVI y XVIII.
- Que no es un artículo de naturaleza ceremonial o religiosa.
- Que no representa un trabajo de origen español, de ninguna época.
	
	Finalmente, en su informe sobre el objeto redactado en Angol en agosto de 
	1965, Bullock terminaba sentenciando:
		
		
		La única esperanza que tenemos ahora de obtener más datos es la de 
		distribuir y dar a conocer lo referente a este hallazgo con la 
		colocación de estas información en una publicación de distribución 
		mundial, con la confianza que alguien que lea estas líneas pueda darnos 
		alguna luz que ayuda a contestar algunas de las preguntas que tenemos 
		acerca del objeto: ¿Qué uso tenía? ¿Quién lo hizo? ¿De dónde ha venido? 
		¿Cómo llegó a Chile y al lugar donde fue hallado?, etc. Mientras tanto, 
		la pequeña escultura queda como un 'enigma' en nuestra arqueología.

	
	
	Edificio del Museo Dillman S. Bullock, en el Fundo El Vergel.

	
	
	Profesor Dillman Márquez Jones, en su oficina.

	
	
	El conservador Márquez, mostrando la pieza del "nórdico" a los visitantes 
	del museo (8 de noviembre de 2018).
	
	Después de haber conocido la estatuilla también por interés y solicitud del 
	propio Bullock, el académico de la Unidad de Chile, don Carlos Munizaga, 
	encontró a la misma cierto parecido con figuras que había visto al Norte del 
	país, aunque enfatizando que este caso era único en Chile. El experto 
	suponía, entre otras cosas, que la escultura podía estar relacionada con 
	migraciones transpacíficas desde Asia a América, según manifestó entonces a 
	Bullock.
	
	En su carta de respuesta dirigida al director del museo, intentando 
	contestar a sus consultas sobre el objeto de marras y cuya copia permanece 
	adjunta en la cartilla que acompaña hasta hoy a la pieza en la institución, 
	leemos las siguientes palabras de Munizaga, que transcribimos completas acá, 
	por la importancia que revisten las mismas en cada detalle de lo expresado 
	por el prestigioso académico y científico:
		
		
		Santiago, 4 de abril de 1966
		
		
		Señor
Dr. Dillman S. Bullock
Museo EL VERGEL
ANGOL
Dr. Dillman S. Bullock
Museo EL VERGEL
ANGOL
		
		
		Estimado Dr.:
		
		
		Con gran interés escuché en la última sesión la lectura de su trabajo UN 
		OBJETO CURIOSO Y RARO ENCONTRADO EN MULCHÉN. Vi también las fotos 
		acompañadas a su trabajo.
		
		Me causó mucha impresión la forma de la estatuilla. No pretendo 
		discrepar con las autorizadas opiniones de los científicos que aparecen 
		citados, consultados por Ud. Pero estimo de interés recordar, y me 
		permito hacerlo, que en Chile tenemos unas curiosas formas de 
		estatuillas que yo he denominado MOMIAS ESTATUILLAS en relación con un 
		complejo funerario muy importante de Chile (costa Norte, en relación con 
		los aborígenes de Arica). La forma general de estas figuras (la 
		terminación apuntada, oval, el tratamiento de los brazos, etc.) 
		recuerda a la figura descrita por Ud. Yo publiqué esas figuras en un 
		tomo de la Revista de Historia y Geografía. Son de un material 
		arcilloso. Posteriormente en el Tomo anterior de la Academia de Ciencias 
		Naturales (agosto, N° 27), publiqué una figura vinculada a ese mismo 
		complejo funerario, pero de madera. Esta última difiere en el estilo de 
		las otras de arcilla, pero para quien ha conocido las primeras, el 
		parentesco es evidente. Representan, razonablemente, figuras de momias. 
		Por otra parte, en la literatura arqueológica de Argentina se encuentran 
		también figuras cuneiformes, pero no me atrevo a vincularlas 
		directamente con las chilenas. En cuanto al aspecto general de la figura 
		de Ud., parece que la cabeza lleva un turbante. Yo no pienso 
		vincular la figura de Angol a las del Norte. Pero en las momias del 
		Norte se usa el turbante. Me parece interesante la referencia de 
		la Srta. Boyd de que las facciones parecen... aun tártaras. No es 
		extraño que, aún forzando las cosas, ningún experto haya establecido una 
		comparación siquiera lejana con las figuras de arcilla y madera 
		publicadas por mí. Ud. sabe que el complejo arqueológico de Aborígenes 
		de Arica es poco conocido en sus detalles y menos aún las publicaciones 
		que se refieren a las estatuillas; creo que el Prof. Evans tiene el 
		apartado en la Smithsionian. Es interesante recordar que este complejo 
		tiene como unos 5.000 años (C.14), fechas poco conocidas también. Y que 
		con las actuales evidencias de migraciones traspacíficas de Asia, no 
		resulta forzado encontrar aquí manifestaciones de este tipo. Le confieso 
		que la estatuilla presentada por Ud. es lo más parecido y lo único que 
		he visto en Chile que, en forma muy razonable, puede compararse con las 
		del Norte de Chile.
		
		
		Lo saluda muy atentamente,
		
		
		Carlos Munizaga A.
		
		
		Academia Chilena de Ciencias Naturales y Centro de Estudios 
		Antropológicos de la Unidad de Chile.
	
	A todo esto, como en su matrimonio con Kathrina Jane Kelly no hubo 
	descendencia, don Dillman legó toda su colección y propiedad a la Iglesia 
	Metodista, por testamento de 1968. En segunda instancia y en caso de faltar 
	ésta, sus colecciones pasarían a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y 
	Museos de Chile. Falleció en abril de 1971 y fue sepultado en el Cementerio 
	Municipal, dejando como condición del legado que las piezas de su museo 
	jamás salieran de Angol. Entre ellas, estaba el enigmático "vikingo" de 
	Mulchén, que nunca ha sido expuesto al público en las vitrinas del museo.
	
	Aquella razonable restricción ha sido inmensamente favorable para la 
	identidad cultural local, es cierto, pero quizá afectó también para que 
	dicha estatuilla pudiese ser más conocida y estudiada.
	
	Pocos han mantenido su atención sobre el intrigante objeto hasta nuestros 
	días. Las conjeturas sobre a quién representa lo han convertido en un objeto 
	casi legendario dentro de ciertos círculos adictos a temas mistéricos y 
	enigmáticos. Algunos han interpretado los símbolos del tocado del personaje, 
	además, como alusivos al pilar del Irminsul, el sagrado árbol de 
	Yggdrasil de los antiguos sajones. Otros, en cambio, han expuesto 
	teorías más cercanas a la charlatanería y con pretensiones científicas 
	(pseudociencia, más bien), como por ejemplo relacionándola con los famosos 
	"artefactos fuera de contexto" que desafían las convenciones históricas 
	cronológicas y geográficas; es decir, los OOPArt (Out of Place 
	Artifact), concepto creado por el criptozoólogo Ivan T. Sanderson y que 
	da mucho material a los amantes del
	
	realismo fantástico.
	
	De cualquier modo, era imposible que la pieza no acabara siendo motejada 
	como el "vikingo" o el "nórdico"; y más incontenible aún era el impulso por 
	relacionar el hallazgo con las controversiales y audaces teorías de pueblos 
	europeos llegados a la primitiva América, en tiempos remotos, propuestas y 
	defendidas con algunos matices por autores como la norteamericana Betty 
	Meggers, los autores franceses residentes en Argentina, Raymond Chaulol y 
	muy especialmente Jacques de Mahieu, además del chileno Oscar Fonck 
	Sieveking y, en cierta forma también, antes por su paisano Roberto Rengifo. 
	Investigadores más nuevos, como el peruano Raúl Arias Sánchez, y los 
	chilenos Rafael Videla Eissmann, Sergio Fritz Roa y Alexis López Tapia, se 
	han referido también a este sorprendente tema.
	
	En rigor, sin embargo, es difícil que el "vikingo" de Mulchén baste para 
	demostrar (o más bien, para convencer) la presencia de nórdicos en América 
	del Sur en tiempos precolombinos: aun dando por hecho que es auténtica y 
	precolombina, correspondería a una "prueba" única y aislada en muchos 
	sentidos, algo que se consideraría una debilidad como evidencia.
	
	Sin embargo, creemos que también parece ser cierto que la definición de la 
	pieza del museo de Angol como un objeto de tiempos coloniales, se sostiene 
	principalmente del intento de ajustar la imagen del representado en un 
	período de tiempo de conocido contacto europeo con el territorio. Buena 
	cantidad de otros hallazgos líticos de aquellas mismas comarcas que sí se 
	consideran precolombinos, tampoco han podido ser datados con precisión.
	
	No está por demás recordar aquí, a la pasada, que las teorías del 
	antropolólogo Paul Rivet sobre el poblamiento americano desde Asia, 
	Australia, Melanesia y Polinesia, también tenían algo de excentricidad hasta 
	confirmados descubrimientos como los restos óseos de Luzía, en una 
	localidad de Minas Gerais, Brasil. Mujer de rasgos afro-australoides 
	totalmente diferentes a los amerindios conocidos, Luzía se remontaría 
	a tiempos paleoindios, hace unos 11.400 años, anteriores al período 
	amerindio. A ese mismo pasado remoto se asocian los hallazgos de Monte Verde 
	cercanos al estuario del Reloncaví, en Chile, que datan del año 12.800 antes 
	de Cristo.
	
	Por otro lado, es sabido que los pueblos nativos americanos tenían un acento 
	cargado en el arte como algo registral, más que como expresiones totalmente 
	imaginarias de expresión, por lo que de ser precolombino el rostro de piedra 
	de Mulchén, podría aludir a un ser tomado por "real", humano o divino. El 
	que la escultura tenga una "espiga" como base, además, es un detalle más 
	esperable de la talla y diseño indígena, de acuerdo a ciertas opiniones, así 
	que hay autores que dudaron del origen colonial de la misma, como el 
	argentino Dick Edgar Ibarra Grasso en su obra "Los hombres barbados en la 
	América precolombina: razas indígenas americanas", en donde define el objeto 
	como una "anormal escultura lítica" pero "verdaderamente 
	extraordinaria".




	
	El tocado de la figura no es exactamente un casco vikingo, debe hacerse 
	notar: fuera de las representaciones dramatizadas, épicas, artísticas e 
	incluso en la ficción cinematográfica, en donde aparecen con cuernos, los 
	verdaderos cascos de estos pueblos guerreros solían ser como un bonete 
	cónico en su estructura principal, a veces con algunas extensiones para la 
	protección del rostro y la nariz. Sin embargo, intriga de sobremanera el 
	posible símbolo del Irminsul grabado en el mismo, detalle demasiado 
	rotundo para obviarlo sin atención. Otras observaciones de la pieza suponen 
	al tocado más parecido a un casco fenicio, normando o templario, lo que deja 
	igual de confundido y desorientado a quienes sigan al dedo la historiografía 
	oficial americana.
	
	La barba del personaje no es española, se ha dicho también, y más 
	difícilmente aún pueda ser indígena, en donde estaba ausente el vello tupido 
	en el rostro, siendo más frecuente el crecimiento tipo "chivo" de la misma y 
	con grandes partes de la piel de las mejillas despejadas de pelo. La barba 
	redonda y espesa de la figura semeja al estilo usado por celtas, germanos o 
	normandos, a diferencia de romanos o griegos en algún período.
	
	Con relación a lo anterior, sí es verdad que cronistas como Pedro Cieza de 
	León, en su "Crónica del Perú" de 1553, y Alonso de Ovalle, en su "Histórica 
	Relación del Reyno de Chile" de 1646, señalaron la existencia de indígenas 
	barbados en territorio chileno. Ovalle se refiere incluso a una población 
	nativa con barba presente a la llegada de los españoles, a diferencia de la 
	otra mapuche que era más lampiña. Pero aquellas gentes barbadas son 
	descritas por el sacerdote como pueblos más bien europeos, blancos, 
	ampliando aún más este misterio en lugar de dar claridad a las posibilidades 
	para un origen del "nórdico" de Mulchén.
	
	En su señalado libro, investigador Ibarra Grasso, creyente en el origen 
	multiétnico de los pueblos precolombinos, se explaya de la siguiente manera 
	sobre el asunto de las barbas entre los nativos americanos:
		
		En las culturas del interior de Bolivia que personalmente hemos 
		descubierto, las de los valles de Cochabamba, Chuquisaca y Tarija, o 
		sea, las de los Túmulos, Sauces, Tupuray, Mojocoya, Nazcoide, etc., las 
		representaciones humanas, relativamente abundantes en figuras pequeñas 
		de piedra y arcilla, no tienen barba ni bigote, a la vez que muestras 
		diversos tipos humanos, entre los cuales aparece a veces la nariz 
		armenoide (...)
		
		Con esto llegamos al Noroeste argentino. Existen allí bastantes 
		representaciones en piedra, prácticamente todas pertenecientes a niveles 
		antiguos, de pequeño tamaño, a veces esculpidas con adornos de vasijas, 
		morteros, etc. y muchísimas pequeñas esculturas de arcilla, las llamadas 
		estatuillas (...) Propiamente consideramos que, en su origen, 
		derivan de las estatuillas de la cultura Machalilla, la siguiente a 
		Valdivia en el Ecuador, que se difunde como base de las posteriores 
		culturas andinas. Ellas se encuentran junto con las cerámicas más 
		antiguas, en todo nuestro Noroeste y tienen numerosas supervivencias 
		marginales, a la vez que llegan a difundirse en el Litoral (...) 
		No existen, en todas las que conocemos, barba ni bigote, pero aquí debe 
		aclararse que la inmensa mayoría es femenina.
		
		
		En cambio, sí aparece la barba en varias cerámicas, por ejemplo, en la 
		vasija modelada en la forma total de un viejo, que se conserva en el 
		Museo Etnográfico de Buenos Aires, con una amplia barba de tipo 
		caucasoide. La barba también aparece representada en varias vasijas o 
		cántaros grandes, de Santiago del Estero, en cuya parte superior está 
		modelada en pastillaje, una tosca cara humana, acompañada por relieves 
		que caen formando una enrulada barba, armenoide.
		
		Lo mismo sucede en varios objetos de metal, como son los llamados 
		discos de bronce y en algunas campanas también de bronce, que nos 
		muestran una o dos caras humanas formadas por líneas en relieve pequeño, 
		hechas en fundición; en ellas se muestran unas cuatro o cinco líneas, 
		que forman una barba bastante larga y lisa. Ya hemos citado mucho antes 
		que, en las cerámicas de la cultura de La Candelaria, de Salta y Norte 
		de Tucumán, correspondientes en origen a tiempos ligeramente anteriores 
		a Cristo, pero que parece durar acaso un millar de años, aparecen 
		individuos y caras modeladas, en las cuales se señala una barba, más 
		bien diríamos una perita.
	
	Y entrando lleno al caso chileno, a renglón seguido comenta:
		
		
		Para Chile, tenemos una pequeña escultura en piedra que presenta una 
		cara humana, verdaderamente extraordinaria, motivo por el cual la 
		reproducimos en fotografía y dibujo. Se trata de un hallazgo aislado, 
		mientras se araba en un campo de la provincia araucana de Biobío. Mide 
		12,2 cm. y está hecha en andesita. Esculpida en ella, hay una cabeza 
		humana completa, cuyo rostro es extraordinariamente de tipo nórdico, con 
		amplia barba, bigote, nariz recta y ojos correspondientes. Tiene un 
		gorro, roto en su extremo, que parece ser en punta y que nos parecería 
		ser fenicio.
		
		Se trata de una pieza extraordinaria, repetimos, como pocas veces se 
		han encontrado en América. La cara es indiscutiblemente europea, pero el 
		conjunto en que está tallada, especialmente la espiga inferior 
		que la sostiene, es indígena.
	
	El escritor, exdiplomático y esoterista chileno
	
	Miguel Serrano, por su parte, estaba convencido de que el símbolo en el 
	tocado de la estatuilla relaciona al objeto con la runología y mitología del 
	dios germánico Wotan, y que esta capucha o capote era de los que se 
	utilizaban en la edad del bronce nórdica, hace unos 3.500 años. También 
	explicaba en un interés dirigido el que la pieza y su revelación 
	permaneciera casi oculta allá en el museo "donde hoy se encuentra, sin 
	despertar mayor interés, silenciada e ignorada por la Gran Conspiración". 
	Muy en su estilo, escribió en "Adolf Hitler, el último Avatara" sobre sus 
	convicciones alrededor del objeto, basadas a su vez en las observaciones de 
	De Mahieu:
		
		Existió aquí una raza de gigantes bellos y blancos, de arios puros, 
		venidos no se sabe de dónde, tal vez de otros mundos, y muy anteriores a 
		los atumarunas vikingos de un Tiahuanaco tardío. A ellos habrá 
		pertenecido el Cacique Kari, del que también nada se sabe. Pueden haber 
		sido sobrevivientes lejanos de un continente sumergido en el Pacífico, 
		reyes de ese mundo y que también poblaron la salvada cumbre de la Isla 
		de Pascua, repoblando los restos del primer Tiahuanacu. Muy pronto irían 
		a refugiarse en la tierra interior, o regresarían a un Otro Universo, 
		reentrando por la Puerta de Venus.
	
	Agrega el autor que "en la espalda se ha incrustado una turquesa, como 
	las que se encuentran en las tumbas de los inkas y que también usarían los
	atumarunas", estos últimos correspondientes al nombre que, según 
	De Mahieu, dieron los indígenas a los viajeros blancos que llegaron a 
	reconstruir la ciudad de Tiahuanaco en las orillas del lago Titicaca, mucho 
	antes del arribo hispánico en América.



	A 
	mayor abundamiento, Serrano mantenía una nutrida correspondencia al respecto 
	con De Mahieu. Un ensayo posterior del chileno, titulado "No celebraremos la 
	muerte de los dioses blancos" y publicado en el marco de las celebraciones 
	del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, de 1992, llevaba en la 
	portada misma dos imágenes de esta misma pieza enigmática de Mulchén. En 
	ella revela que De Mahieu consideraba al personaje retratado como "un 
	bebedor de hidromiel"; es decir, un "auténtico hiperbóreo, con 
	vestimenta de la época de Troya". Y continúa Serrano, liberando su 
	cosmovisión esotérica sobre la historia impensada de este continente, acaso 
	en su reflejo más fantástico:
		
		
		He tenido esta maravillosa obra de arte y de magia en mis manos y sus 
		vibraciones nos remontan a un pasado de superhombres, cuyo mensaje 
		estamos aún lejos de descifrar. En todo caso, nos dicen que aquí hubo un 
		mundo de gigantes y Dioses y que su secreto se guarda en algún 
		misterioso recodo, o en una tierra oculta, que podrían haberse salvado 
		de la destrucción aportada a este mundo por la Gran Conspiración, tanto 
		más grande y dañina que el hundimiento de la Atlántida; porque de ésta 
		se guarda memoria. Y la Conspiración lo ha borrado todo.
		
		Los vikingos de Groenlandia, desaparecidos en esa "Tierra Verde" (Greenland), 
		han venido a Huitramannaland, porque sabían que aquí se hallaban 
		sus antepasados, que esa era 'su' tierra. Con el "salto de los polos", 
		el Polo Sur sería el Polo Norte; la Antártica. Desde América del Norte,
		Vinland, "Tierra de Viñas", se van corriendo al sur; desde México 
		y desde Chichenitzá bajan hasta el fondeadero de Ilo, donde se 
		encuentran el misterioso pueblo de los mochicas, sobre el cual ejercen 
		gran influencia en su mitología, introduciendo el Dios Guatán, de la 
		Tempestad, que es Wotan. Desde allí remontarán hasta Tiahuanacu, cuya 
		historia mítica, dividida en cuatro etapas, aparece en las crónicas del 
		Inka del siglo XVI, Phelipe Guamán Poma de Ayala, que es el cronista de 
		los atumurunas o atumarunas; como el Inka Garcilaso lo es 
		del Imperio Incaico.
		
		Yo sintentizaría toda esta antigua historia de nuestro mundo 
		precolombino, por así llamarlo, en un dramático y nostálgico peregrinar 
		de los blancos hiperbóreos, supervivientes de tantas tragedias y 
		catástrofes, en busca de sus ancestros y del "refugio inexpugnable", 
		réplica del Paraíso Perdido, de Paradesha, de Basiléia, de
		Aryanabaiji, de Hiperbórea y su capital, Thule (nombre que 
		luego aparece en innumerables lugares de Centro y Sudamérica). Y es así 
		como ellos han encontrado un lugar seguro y secreto en lo más austral de 
		nuestro mundo, en las vecindades del Polo Antártico, o en la misma 
		Antártica.
		
		
		Tras los vikingos, vendrán los templarios, siguiendo sus huellas y las 
		de los normandos y de sus mapas precisos del Continente, que no 
		descubriera Colón. Y es cuando ya la atmósfera de este mundo nuestro, 
		del Sol, de las Runas y de los Dioses-Guerreros, comienza a 
		enrarecerse.
	
	Empero, a pesar de que fuera mencionada y descrita en obras como "Mapuche, 
	nación emergente", de Enrique Barra González, del año 2000, la pieza había 
	ido quedando en el olvido y el desconocimiento casi generalizado. 
	Prácticamente nada había de ella, por entonces, en la internet. Y así llegó 
	el momento en que muchos la daban casi por una fábula periodística o un mito 
	urbano. Las ambigüedades sobre el nombre del museo en que se ubicaba  (antes 
	era llamado Museo Metodista de Angol y Museo de El Vergel) y las confusiones 
	que surgían alrededor de la escasa información disponible, dificultaban el 
	trabajo a quienes querían dar con el paradero del pequeño tesoro 
	arqueológico.
	
	Sin embargo, decididos a verificar su existencia, en julio de 2004 llegó al 
	Museo Dillman S. Bullock un equipo liderado por Ramón Navia-Osorio y Raúl 
	Núñez, cabecillas del entonces recientemente fundado Instituto de Estudios 
	Exobiológicos Chile-España. Su experiencia, publicada en el sitio web de la 
	agrupación (con el título "Figura sin clasificar de rasgos nórdicos de 
	Mulchén: ¿Oscar Fonck Sieveking tenía razón?") con fotografías y referencias 
	a la investigación realizada por Bullock, confirmó para muchos la existencia 
	del objeto y devolvió la esperanza a quienes teorizaban sobre la presencia 
	de viajeros europeos en América en tiempos precolombinos.
 Cabe señalar que éste no es el único objeto de posible origen prehispánico 
	que presenta características desconcertantes para la ciencia y la historia 
	en Chile: una figura artesanal descubierta en el Sur del país y exhibida con 
	información no determinada sobre su origen y datación en el Museo de Arte 
	Precolombino de Santiago, muestra un insólito personaje de cuerpo entero con 
	una suerte de capucha cónica, por la que sólo asoma su rostro de grandes 
	ojos, piel rojiza y lo que parece ser un bigote. Estos gorros cónicos 
	guardan semejanza con otros usados también por los vikingos y, posiblemente, 
	con el de la figura del "nórdico" de Mulchén, en caso de que haya sido una 
	punta la que se fracturó el remate del mismo.
Cabe señalar que éste no es el único objeto de posible origen prehispánico 
	que presenta características desconcertantes para la ciencia y la historia 
	en Chile: una figura artesanal descubierta en el Sur del país y exhibida con 
	información no determinada sobre su origen y datación en el Museo de Arte 
	Precolombino de Santiago, muestra un insólito personaje de cuerpo entero con 
	una suerte de capucha cónica, por la que sólo asoma su rostro de grandes 
	ojos, piel rojiza y lo que parece ser un bigote. Estos gorros cónicos 
	guardan semejanza con otros usados también por los vikingos y, posiblemente, 
	con el de la figura del "nórdico" de Mulchén, en caso de que haya sido una 
	punta la que se fracturó el remate del mismo.
	
	Hoy, el singular artículo lítico con los misterios y especulaciones sobre 
	una raza primigenia o visitante, perdida en los parajes del Sur de Chile, no 
	está oculto en una caja fuerte ni escondido en la bóveda perdida de una 
	oscura sociedad secreta, como algunos quisieran creer: se encuentra a 
	resguardo del actual encargado de conservación del Museo Dillman S. Bullock, 
	el profesor Carlos Dillman Márquez Jones, así bautizado por la buena 
	relación que tuvo su familia con el naturalista estadounidense. Dillman 
	Márquez la guarda en su oficina, en un envase metálico con acolchado y junto 
	a una referencia que sirve de ficha para el objeto.
	
	Si bien el apodado "vikingo" no está en exposición del museo, por las pocas 
	certezas que rondan la pieza y por no hallarse clasificada, el director no 
	tiene problema en mostrarla a los curiosos que sepan de ella y que soliciten 
	una mirada justificada a la misma. Sabe, además, que se trata de uno de los 
	tesoros arqueológicos más interesantes de todo Chile, por lo que no deja de 
	describirla con gran orgullo, aunque ya acostumbrado al incontenible asombro 
	de quienes la observan. Sólo se le acerca en espectacularidad, allí, otro 
	objeto tampoco catalogado del museo: un xilófono de maderas petrificadas 
	también llegado a manos de Bullock y que habría sido utilizado por los 
	kofkeches, con escala musical.
	
	Un sencillo cajón de un pintoresco museo de Angol, entonces, guarda todavía 
	uno de los misterios más sorprendentes e irresolutos de toda la historia 
	arqueológica de Chile.
 

Excelente, agradezco su narración y síntesis.
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