DE SUBTERRÁNEOS PERDIDOS A FANTASMAS DESCABEZADOS: LEYENDAS, MISTERIOS Y APARICIONES DEL EX CONGRESO NACIONAL

 

Una fantasía sobre la leyenda del fantasma del jesuita sin cabeza.

Coordenadas:  33°26'17.98"S 70°39'12.38"W (ex Congreso Nacional)

El tema aquí abordado siempre nos ha aparecido y reaparecido en todo lo relativo al edificio del ex Congreso Nacional de Santiago y sus muchos misterios, así que vamos a sacarnos de una vez la presión por querer dejar registros de este asunto... Algo muy interesante y apropiado al interés por el folclore urbano contemporáneo, además.

Debemos partir confesando, sin embargo, que el contenido de este artículo ha recibido una dosis de valiosísima ayuda por parte de una importante fuente relacionada con el mismo lugar al que se refieren estas leyendas de la ciudad: el destacado periodista, investigador y escritor Juan Guillermo Prado. Experto en esta clase de temas, además, conoce muy bien todo el contenido legendario del edificio en el que trabaja desde mediados de los años setenta, y por el 2014 nos reunimos en la intrigante Sala de Libros Raros y Valiosos a su cargo en la Biblioteca del Congreso Nacional para conversar de estas y varias otras materias. "En el edificio del Congreso Nacional hay un curioso sincretismo entre el mito y la realidad", dice de entrada en nuestra última correspondencia, y veremos que es bastante exacto en esta apreciación.

Remontándonos a los orígenes del lugar en su época como convento e iglesia de la Compañía de Jesús, en calle Compañía (de ahí el topónimo) con Bandera, su vida con el templo empieza con la construcción de una capilla iniciada en 1595 y terminada recién en 1631, que sería consagrada a San Miguel Arcángel. Los sacerdotes habrían traído con ellos y guardado en el mismo sitio una valiosa reliquia religiosa según los antiguos cronistas de la orden, probablemente enterrada en los cimientos: la cabeza de una de las once mil vírgenes de Santa Úrsula, patrona de la ciudad alemana de Colonia. Así lo comenta también don Benjamín Vicuña Mackenna en su conocido libro sobre este templo y su tragedia, agregando: "¡Fatídica ofrenda hecha al sitio del que debían volar al cielo de una sola vez tantas almas virginales!".

En la mitología cristiana, el relato de Santa Úrsula y las mujeres castas refiere a que fueron martirizadas y asesinadas por decapitación en manos de los bárbaros hunos del siglo V. Están representadas en el escudo de Colonia que muestra, en la parte superior, tres coronas de los Tres Reyes Magos (patronos de la ciudad, a los que se cree enterrados en el sarcófago de oro del coro de la basílica local) y en la inferior once llamas simbolizando las 11.000 vírgenes mártires, de entre las que habría sido obtenida esta cabeza-reliquia.

Aquella historia en realidad surgió de interpretaciones erradas, relativas a la muerte de Santa Úrsula y las doncellas Aurelia, Brítula, Cordola, Cunegonda, Cunera, Pinnosa, Saturnina, Paladia, Odialia de Britania y Undecimilla. Fueron asesinadas porque Úrsula (figura cristiana de evidentes semejanzas con la diosa pagana germano-nórdica de la belleza y el amor Freya, protectora de las mujeres vírgenes) se negó a corresponder a las seducciones de Atila en el año 451, tras invadir Germania. Como el nombre de la última de las mencionadas, Undecimilla, se traduce como "Pequeña Undécima",  se entendió que las doncellas asesinadas eran 11. Sin embargo, en un documento del año 922 que aún se conserva en un monasterio local relatando esta matanza, se leía: "Dei et Sanctas Mariae ac ipsarum XI m virginum", traducible como "Dios y Santa María acojan a las XI mártires vírgenes", pues la letra m después del número romano era la inicial de la palabra martyres. Esto generó el error numérico: la m comenzó a ser interpretada en algún momento como millia y así se creyó que la historia hablaba de 11 mil vírgenes martirizadas.

Con el terremoto de 13 de mayo de 1647, el templo jesuita de Santiago quedo destruido hasta sus cimientos, siendo reconstruido con un nuevo edificio de cal y canto. Sin embargo, otro gran terremoto del 8 de julio de 1730 volvió a destruirlo, a pesar de que había sido terminado hacía pocos años y tras largos esfuerzos.

Cierta creencia popular decía antaño que en este sitio y período de tiempo, el célebre padre Nicolás Mascardi había expulsado a un repulsivo demonio que acosaba a una sirvienta adolescente india. Esto habría sucedido en el convento, en mayo de 1653, valiéndose de la imagen de San Ignacio de Loyola para esta suerte de exorcismo. La verdad es que la leyenda original caída después en la crónica, se referiría a un supuesto hecho sucedido en la Misión de Buena Esperanza cerca de Chillán, donde ya se hallaba a la sazón el mismo sacerdote infatigable buscador de la Ciudad de los Césares. Por alguna razón, la expulsión del demonio salido de una oreja de la niña y en forma de perro negro, lograda por Mascardi, a veces ha sido colocada por el folclore oral en la capital y también en Concepción, ciudad más cercana al lugar señalado.

Para nueva y peor desgracia de los religiosos, en 1767 se hizo efectiva la expulsión de los jesuitas decretada por Carlos III y sus bienes fueron confiscados, incluida la iglesia. La leyenda de un subterráneo donde supuestamente guardaban todas sus riquezas los ignacianos, de la que diremos algo más abajo, puede haberse gestado en este período. Empero, como en 1769 hubo un incendio en la Catedral Metropolitana, el templo de la Compañía de Jesús, ya sin sus originales moradores, fue terminado y reutilizado para las labores religiosas. Permaneció en estas funciones oficiales mientras se reconstruía el principal, hasta 1775 según se indica.

Vieja imagen de la Iglesia de la Compañía desde su costado, vista desde calle Compañía hacia el oriente. El muro blanco corresponde al antiguo solar del convento, donde sesionó el Congreso Nacional y donde se construiría después el actual edificio del ex Congreso.

Portadas de dos de las primeras ediciones del libro de Ramón Pacheco.

El Edificio del ex Congreso Nacional de Santiago, por el lado de Bandera esquina Compañía, en  fotografía fue publicada por "The Illustrated London News" el 31 de enero de 1891. Los jardines y el monumento a las víctimas del incendio están en el sitio que antes ocupaba la iglesia siniestrada.

Es conocido el resto de la historia del templo y el convento, hasta que el Congreso Nacional de Santiago fue construido sobre el terreno que antaño pertenecía al solar jesuita junto a la Iglesia de San Miguel de la Compañía de Jesús. Este templo acabó siniestrado el 8 de diciembre de 1863: el catastrófico incendio se llevó cerca de 2.000 víctimas o más, gran cantidad de ellas mujeres jóvenes, quizá como las mismas vírgenes de Colonia. Curiosamente, durante la noche del 31 de mayo de 1841 ya se había producido un voraz incendio anterior que consumió la torre principal de madera y derrumbó parte de las estructuras. Su reparación culminó en 1847, pero el juicio histórico ha señalado que no se tomó ninguna precaución de parte de los religiosos tras esta experiencia para evitar que la calamidad se repitiera, como efectivamente sucedió en 1863.

Tras sacar los cuerpos a carretadas, las ruinas del templo calcinado continuaron causando pavor en la sociedad santiaguina y reportándose en ella supuestos casos de apariciones fantasmagóricas por el largo tiempo que permanecieron allí, especialmente en las noches. Hay un caso descrito por Vicuña Mackenna en su obra sobre Santiago: la mano de un esqueleto que asomaba por entre los muros saludando a los aterrados paseantes y curiosos, aunque al día siguiente de las denuncias, en una inspección, se verificó que la macabra mano blanca no era otra cosa que unas inocentes tiras de papel agitadas por la brisa. 

Las victimas del incendio de 1863, en tanto, serían recordadas con dos monumentos, uno colocado en los jardines del ex Congreso y otro en la fosa de los cuerpos frente al Cementerio General de Recoleta, hoy al centro de la Plaza de las Columnatas de Avenida La Paz. Ambos conjuntos conmemorativos, dicho sea de paso, también cargan con sus propios mitos y leyendas oscuras, pues las figuras originales que estaban en los jardines del Congreso Nacional (justo sobre el lugar donde se hallaba antes el altar de la iglesia) debieron ser reemplazadas por las actuales imágenes de la Virgen y los ángeles de mármol, al ser considerada la anterior demasiado "pagana" y de connotaciones reñidas con la cristiandad tras ser inaugurada en 1873. Por eso la obra está actualmente en el Cementerio General, frente al gran panteón, después de haber estado algunos años al interior en el lugar de las fosas.

Cabe comentar, adicionalmente, que una extraña y trágica recurrencia histórica ha quedado atrapada en los hilos del tiempo tras la tragedia del Incendio de la Iglesia de San Miguel de la Compañía de Jesús, según algunos fatalistas: inmediatamente después del trágico incendio del templo el 8 de diciembre de 1863 en las celebraciones del Día de la Inmaculada Concepción, se llamó a la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Y, curiosamente, Germán Tenderini, el primer mártir de los bomberos de Santiago, caería exactos 7 años después también en el Día de la Purísima: el 8 de diciembre de 1870, en el incendio del Teatro Municipal.

Aquella coincidencia se repetirá en nuestra época: el 8 de diciembre de 2010, pasadas las fiestas del Primer Centenario, tiene lugar el trágico Incendio de la Cárcel de San Miguel con el mismo nombre del templo quemado ese mismo día en 1863, homenajeando al arcángel que lucha contra las llamas del infierno derrotando al Demonio. Además, en el mismo día en que se incendió la cárcel tras un intento de motín y dejado 81 muertos, se iba a realizar la ceremonia de recepción de las campanas originales del Templo de la Compañía de Jesús, que también tienen su propio aporte a las leyendas terroríficas del lugar, como veremos.

En otro aspecto, conocido es en la ciudad el viejo mito del Subterráneo de los Jesuitas que supuestamente existía en este lugar, muy popularizado en la segunda mitad del siglo XIX con la entonces famosa novela del mismo nombre escrita por Ramón Pacheco. La existencia de estas galerías no habría sido tan imaginaria como se creía, de acuerdo a evidencia encontrada en trabajos realizados hace décadas bajo el edificio, apareciendo en estas obras un túnel de aproximadamente un metro y medio de altura, de medio punto, que conducía hacia el Norte. Esto sucedió en los sesenta, con un equipo de trabajadores del que formó parte el fallecido bibliotecólogo Fernando Concha, alguna vez encargado también de la Sala de Libros Raros y Valiosos. 

De acuerdo al propio testimonio dado por Concha, en aquella ocasión encontraron y exploraron parcialmente un extraño túnel hallado bajo el Salón de Honor del actual edificio, pero debiendo retroceder por lo viciado del aire. Posteriormente, un funcionario de la Cámara Baja encontró indicios de la existencia de otro túnel en el mismo sector, pero más cercano al monumento a las víctimas.

Nunca se han vuelto a realizar trabajos de investigación de aquellos túneles ni de su pretendida relación con el mítico Subterráneo de los Jesuitas. Mitos adicionales especulan que este túnel secreto tenía salida por varias partes, como la Calle de la Ollería (actual Portugal), el templo de San Ignacio e incluso varios kilómetros al norte en la Hacienda La Punta de Quilicura, propietada también por los jesuitas y entre cuyas ruinas también "existía una devoción popular que aseguraba que había una imagen de la Virgen que le crecía el pelo", como comenta Prado sobre este interesante caso.

A todo aquel grupo de historias sobre terrores, enigmas y fantasmas, se suma el retorno desde Gales a este mismo lugar de las campanas originales del templo de la Compañía de Jesús luego de que, según la creencia, sonaron solas allá entierra británica mientras tenía lugar acá en Chile el terremoto del 27 de febrero de 2010. Fueron colocadas en los jardines frente a calle Bandera, primero en un soporte de madera provisorio y actualmente en una fosa especialmente construida, lugar en donde se han realizado importantes hallazgos arqueológicos recientes, dicho sea de paso. Sin embargo, su ceremonia oficial de colocación se vio opacada con el ya descrito incendio de la Cárcel de San Miguel, ese mismo año 2010.

Salón de la Cámara de Diputados del ex Congreso.

Alegorías del Comercio y del Progreso en el Congreso Nacional. Aluden a Mercurio-Hermes, en el caso del varón. De acuerdo a posibles códigos de criptosimbología, podría aludir también a la diosa Ceres-Démeter (de la agricultura y la fecundidad) en el caso de la figura femenina. Son similares en aspecto a las representaciones que estaban en la fechada de la Estación Mapocho y en lo alto del antiguo edificio del Correo de Santiago, ambos conjuntos ornamentales desaparecidos de esos respectivos inmuebles.

Pasillos interiores del edificio.

Luego del reemplazo del inmueble jesuita por el nuevo, que fuera por casi una centuria la sede formal de nuestro Poder Legislativo, el mismo edificio del Congreso Nacional sufrió varios retrasos en sus terminaciones y reconstrucciones parciales, como consecuencia de un incendio en 1895 y del terremoto de 1906. La maldición destructiva que pesó sobre el templo jesuita se extendió hasta esta edificación, según parece. A su vez, este complejo sólo pudo estar en tales funciones hasta el Golpe Militar de 1973, cuando cesaron abruptamente las labores para las que había sido creado, pasando después a ser una sede secundaria del Poder Legislativo con su actual casa en Valparaíso.

En todo el extraordinario legendario relativo al edificio, encontramos también historias de aparecidos, poltergeist, procedencias controversiales de algunos objetos ornamentales todavía dispuestos allí, simbologías interpretadas como alusiones a logias o sociedades secretas, salones misteriosos ocultos (incluyendo un supuesto sótano de torturas) y el recuerdo de un brutal asesinato con suicidio en la Cámara de Diputados en 1923 (caso Correa-Torrealba). Abundan las historias de empleados de este lugar hablando de sucesos inexplicables, pero pocas de ellas son conocidas y la mayoría quizá hayan quedado dispersas ya por las generaciones de funcionarios que pasaron por esos elegantes y espaciosos salones y pasillos.

Una de las menos conocidas pero más horrorosas historias que se cuentan aún en el edificio que es Monumento Histórico Nacional desde 1976, es la de cierta aparición fugaz y de sólo unos segundos por vez correspondiente a un grotesco fantasma que adquiere la forma de un sacerdote, probablemente un jesuita, pero sin cabeza. La imagen ha causado pánico en varias ocasiones, tanto por su aspecto terrorífico como por su afición a aparecerse en las noches y de súbito por el sector del atrio del Salón de Honor, y quienes se han encontrado con ella juran mirando al cielo que su testimonio es real. No sabemos si la leyenda tendrá alguna relación con la cabeza-reliquia de una de las 11.000 vírgenes de Colonia que, como vimos, habría sido llevada al lugar al construirse el templo.

No es el único fantasma del legendario de este gran inmueble, por cierto: se revela también que, en una de las salas de la Biblioteca del Congreso, algunos testigos aseguraban haber visto el espectro de un marino. Además, una antigua máquina de escribir que se halla en esa sección se escucha teclear durante la noche. Hemos sabido también de historias de libros que se movían solos por las estanterías o ruidos de objetos arrastrados en la oscuridad, años atrás. Quizá las dimensiones de estos espacios y los ecos magnificando cada pequeño ruido, hayan hecho su parte en la alteración de las percepciones para quienes creen ver cosas sobrenaturales en el lugar.

Un artículo del diario "La Cuarta" del 11 de abril de 2006, además, repasa ba algunos testimonios de mozos del edificio, especialmente los del sector donde estaban las oficinas de la Cancillería que fueron trasladadas al ex Hotel Carrera. Allí cuenta el copero Juan Macías, por ejemplo, que desde que había entrado a trabajar al lugar en 1968 le sucedían las cosas más insólitas dentro del edificio, especialmente después de las 2 AM cuando ya todos se habían retirado, reportando sonidos de carreras de pasos, risas, tiradas de cadenas en los sanitarios de los baños en desuso, apagones de luces y hasta voces golpeadas sonando desde lugares indeterminados. "Capaz que sea el alma de un político que falleció en la cafetería o de alguien a quien se veló en el Salón de Honor", especulaba el trabajador que, a pesar de los años de experiencia, no se acostumbraba al susto que estas provocaban. En tanto, el guardia Jaime Fuentes confesaba al mismo medio haber observador cómo se abrían solas puertas de pasillos y otras manifestaciones por el estilo.

Finalmente, hay otro grupo de historias igual de espeluznantes que sucederían en los jardines del ex Congreso, especialmente en el sector donde estaba antes el siniestrado templo jesuita y comprometiendo en este caso a funcionarios de Carabineros de Chile que hacen la ronda nocturna del lugar. De acuerdo a lo que se ha comentado en la comunidad de trabajadores del edificio, estos uniformados han visto con cierta frecuencia unas especies de espectros negros, que en ocasiones avanzan sobre ellos como tratando de embestirlos y los traspasan como si fueran de éter.

Se cuenta que ciertos carabineros habían pedido cambio de destino después de aquella traumática y aterradora experiencia. Sin embargo, también dice cierto chisme que, a veces, se han hallado entre las plantas y ornamentos franceses, durante las noches, a ciudadanos extranjeros que pululan por el sector: habrían sido sorprendidos en el pedestre, profano y nada sobrenatural acto de desatar sus fogosas pasiones, tras saltar las rejas y entrar furtivamente a los jardines.

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