LA "VERDADERA" CUEVA DE LOS BRUJOS DE CHILOÉ EN LA LOCALIDAD DE COLO

 

El deforme invunche o "Machucho de la Cueva", custodiando el acceso a la caverna de reuniones de los brujos de La Mayoría (fuente: library.thinkquest.org).

La pequeña aldea de Colo se encuentra en la comuna Quemchi, situada en terrenos por encima de la pantanosa ciénaga del estero Colu y a unos cuantos kilómetros del otrora temido poblado Quicaví, mismo que el pasado fuera sede de la organización de hechiceros calcus de Chiloé conocida como la Recta Provincia y en donde se asegura estaba la cueva que servía a la Corte del Rey de los Brujos.

A pesar de su pequeñez urbana, Colo reluce en los planos históricos y turísticos por su hermosa su iglesia al final de la calle principal, junto al cementerio del pueblo y dando la espalda a la escarpada bajada al río, entre espesa flora local. Es una de las 16 iglesias de Chiloé reconocidas como Monumentos Históricos Nacionales desde 1999 y por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad a partir de 2000. Rasgos como su aspecto, la fábrica en madera (coihue y ciprés), sus basamentos en piedras y el uso de tejuelas son propios del archipiélago.

Se calcula que el actual templo se remontaría a la segunda mitad del siglo XIX. Empero, aunque se ha hablado de solicitudes hechas por las escasas familias residentes como las razones de erigir el templo, recibiendo la aprobación oficial del Obispado de Ancud  en 1858, los antecedentes de su fundación se remontan al siglo XVIII, apareciendo en un plano fechado en 1785. Es, más o menos, la misma época en que la tradición da por cumplido el duelo de magia entre el piloto español José Manuel de Moraleda y la bruja de Quetalco llamada Chirpila, en los orígenes de la Recta Provincia.

La capilla de marras está regida por el patronato de San Antonio de Padua. Esto se debe a que, si bien los jesuitas fueron los principales evangelizadores de tiempos coloniales en Chiloé, grupos religiosos como franciscanos y mercedarios también participaron con gran protagonismo en aquellas misiones. Y fuera de la fiesta del santo patrono cada 13 de junio, se celebra en esta iglesia a la Virgen de la Candelaria el 2 de febrero, Jesús Nazareno el 30 de agosto, Inmaculada Concepción el 8 de diciembre y Navidad el 24 de diciembre, agregándose después la de Santa Teresa de Los Andes, el 13 de julio.

 

Destaca en la arquitectura el campanario de disposición frontal y la fachada de columnatas con atrio y pórtico. Su interior está diseñado con nave mayor y dos laterales divididas por pilares y arcadas, bajo un cielo de cañón reproduciendo figuras estelares. Resaltan allí sus singulares imágenes marianas y de santos, aunque algunas de ellas ofreciendo un aspecto intrigante; casi tétrico, pero apropiado a la fama de este sitio.

Además de las razones para ubicar un templo de tales proporciones medianas y grandes en un lugar de tan históricamente baja población, los misterios que circundan al edificio religioso son innumerables, algunos de ellos bastante oscuros y casi heréticos. Llama la atención su gran distancia con el borde costero, por lo demás, pues la mayoría de las grandes iglesias chilotas están en poblados litorales, mientras que esta se halla lejos y sobre una loma.

La iglesia colina fue también el centro de operaciones del famoso sacerdote diocesano Mariano Puga (1931-2020), conocido como el Cura Obrero. Allí estuvo él durante sus labores de misionero en Colo y localidades vecinas, en los noventa y antes de establecerse en la Villa Francia de Santiago. La comunidad local continúa recordándolo con bastante afecto, involucrando también su memoria con algunos de los rasgos más folclóricos y legendarios que rondan a esta iglesia y a toda la localidad.

Entre los años 2003 y 2004 la Fundación Amigos de las Iglesias de Chiloé y el Obispado de Ancud realizaron obras de restauración del edificio con aportes gubernamentales y privados, devolviéndole gran parte de su esplendor. Su incorporación al circuito de principales templos patrimoniales chilotes, además, atrae a muchos turistas en la temporada veraniega de cada año, pero no siempre está abierta al público.

Y es en aquel último punto cuando comienza a llegar el vaho de los mitos que rodean al lugar...

 

A historias sobre supuestas presencias de fantasmas y remotas prácticas de magia negra, el inagotable mito isleño sumó un pasaje aún más sombrío: que el lugar ocupado hoy por la iglesia, o acaso el templo mismo, fueron sede de las actividades de las sociedades secretas de brujos en el siglo XIX y parte del XX, antes de ser desmantelada toda la cabecera de la Recta Provincia con las acciones iniciadas en 1880. Supuestamente, los miembros de La Mayoría se reunían en este sitio evitando así a los curiosos en Quicaví y protegiéndose impostoramente al alero de una fachada cristiana.

Aquello no quedaría en el aire más que como un chisme, de no ser por un detalle sensacional en el paisaje de Colo, oculto justo a espaldas del templo y descendiendo algunos metros por el sombrío e inclinado sendero entre rocas del bosque que baja hacia el pantano... En efecto, siguiendo una bifurcación hacia la izquierda, se llega hasta la boca de una extraña cueva de la que casi nada se conoce, salvo que siempre ha estado allí.

Se supone que es la más importante de varias otras que hubo o aún quedan en aquel sector de la isla, tratándose muy posiblemente de una gruta natural, aunque con partes de aspecto intervenido. Alcanza sólo una altura media y parece haber tenido entradas secundarias que ya están bastante obstruidas. El fondo está cerrado por lo que muchos creen (o quieren creer) ha sido derrumbes, que cerraron la mayor parte de la misma. La distribución de las rocas hoy dividen esos espacios interiores en al menos dos cámaras accesibles, pero destaca una gran piedra rectangular por  el centro de la mayor, con un innegable aspecto de altar o mesa ceremonial, casi como de sarcófago.

Entrando en detalles aún más intrigantes, la ubicación de la misteriosa cueva es exactamente atrás del templo de Colo, a unos 30 o 40 metros de su presbiterio, cosa no muy difícil de advertir en terreno y que puede confirmarse con geolocalizaciones. Sin embargo, a pesar de esta estrecha vecindad con un lugar de fe, la tradición local asegura que la cueva era la principal utilizada por los brujos en algún momento de su historia de correrías por el archipiélago, organizando en ella aquelarres o cabildos similares a los que se localizaban en Quicaví, muchos más famosos en el folclore y la literatura.

Más aún, se asegura que la de Colo era "la verdadera" Cueva de ritos y seminarios de los brujos de la Recta Provincia, esa misma que los calcus encargaban proteger al deforme Invunche, mientras que las demás conocidas en Chiloé habrían correspondido a secundarias, para reuniones locales o como simple información distractora emitida por los miembros de la organización. Sus proporciones también habrían sido mayores en el pasado, cuando se internaba por el barranco justo en la dirección de la iglesia, como si estuviese conectada a ella.

 

A mayor abundamiento, dicha alineación de la cueva con la iglesia colina también encuentra explicación "razonable" en las leyendas de la zona: templo y caverna estuvieron conectados por el subsuelo en tiempos remotos, pero esto cambió con los derrumbes o posibles modificaciones del terreno que terminaran cerrando la primitiva galería, incluido los temores eclesiásticos como sospechosos de tales modificaciones. Esto significaría que hubo alguna clase de complicidad no admitida entre los brujos y la Iglesia de Colo, y que esta última intentaría después "exorcizar" con su presencia aquel prontuario demoníaco y hereje del lugar, cuando estaba bajo dominio de los brujos chilotes. Algo muy parecido se ha dicho también con respecto a la ornamentación de la Iglesia de Quicaví, por cierto, pues en ella pueden reconocerse estrellas invertidas y estilizaciones de cabezas de machos cabríos, a juicio de algunos observadores.

Informan también ciertos residentes de Colo que, en el pasado, eran visibles en la cueva algunos símbolos religiosos en los muros, interpretados en su momento como franciscanos o salesianos. Esto habría sucedido porque los curas de la parroquia también se reunían allí, pero cuando ya habían pasado los tiempos en que la usaron los brujos.

En conclusión, la enigmática y sombría cueva de Colo sería para algunos chilotes, incluidos varios quicavinos buenos conocedores de este tema, "la verdadera" de la grandes reuniones de brujos que recuerda el relato oral algunos trabajos publicados al respecto. Las demás en la isla que se han indicado por tales, entonces, son de las señaladas sedes locales, de otras épocas en la historia de la Recta Provincia o bien sólo lugares que así se indicaban para engañar a los muchos enemigos de la secta.

De acuerdo a cierta leyenda compartida por residentes de la zona y de localidades vecinas, en la Iglesia San Antonio de Colo nunca pudieron volver a ejecutarse misas o actos litúrgicos: cada vez que se intentaban realizar, comenzaban a suceder cosas extrañas dentro del templo, incluyendo las apariciones de una misteriosa y aterradora entidad en forma de sombra oscura y realizando actos de sabotaje para detener el rito, como si cumpliese con alguna clase de maldición que pesa sobre el hermoso inmueble.

Aunque algunos residentes de Colo y alrededores nieguen semejante imputación, puede que la escasez de servicios religiosos en el mismo templo alimente aquella creencia con fundamento más en la tradición que en los hechos... O puede que el secreto final siga oculto en aquella cueva siniestra y su galería hoy condenada; la misma que alguna vez la habría conectado con el templo.

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