UN TRÁGICO MOTÍN EN MAGALLANES
UN TRÁGICO MOTÍN EN MAGALLANES.- Los vagabundos andrajosos desembarcaron en
el puerto de Los Leones sin presentir que, después de meses de angustias,
habrían hallado más sangre que oro y más horas de hambre que aventura.
El siguiente es un artículo publicado en la excelente obra "Episodios
Nacionales", editado bajo dirección de A. Silva Campos (Editorial O’Higgins,
Biblioteca de los Anales de Chile, 1941) con las ilustraciones del conocido
dibujante y periodista Luis Fernando Rojas, que también reproducimos aquí.
Los triunfos en las batallas con los indios y el descubrimiento de minas de
oro en América eran noticias que llegaban a España como una invitación a la
aventura en aquellos días de 1535. Y fue por ese llamado de ultramar que
Simón de Alcazaba, con dos naves y doscientos vagabundos hallados en los
suburbios de San Lucas de Barrameda (sic.
es Sanlúcar de Barrameda), zarpó al Nuevo Continente. Una cédula real
lo ungía dueño y señor de las doscientas leguas más australes de América.
Era tal la confianza que tenía en los tesoros que habrían de conquistar,
que, ya al hacerse a la vela, el jefe de la expedición soñaba con cautivar
un día princesas que “les servirían en vajillas de oro”.
Después de haber intentado inútilmente internarse por el estrecho de
Magallanes, invernaron a los 54 grados de latitud sur. En las expediciones
en busca de alimentos una de las laves se perdió en el océano.
Y en un esfuerzo heroico los aventureros caminaron tierras adentro. Simón de
Alcazaba los acompañó unas catorce leguas y se tornó a la nave. Rodrigo de
Islas, que seguía al mando de la expedición mediterránea, cruzó
atrevidamente el Chubut y anduvo más de cien leguas en busca de las
imaginarias minas de oro de que habían hablado los patagones.

Un día los andariegos andrajosos se amotinaron y asesinaron a Rodrigo. Los
cabecillas Juan Arias y Juan Sotello parecieron los primeros momentos
marchar de acuerdo en aquella aventura de sangre. Después de deshacer el
largo camino, alimentándose sólo de hierbas y raíces, arribaron a Los Leones
donde Simón de Alcazaba los esperaba con algunos víveres que había procurado
en los puntos cercanos de la costa.
Llevados por los cabecillas, los amotinados respondieron al salido cordial
con el filo de sus puñales bajo el cual cayó primero que nadie el jefe de la
expedición. Estalló entonces la rivalidad entre Arias y Sotello. La despensa
había sido saqueada y varios de los mejores marineros ultimados
traicioneramente.
Se discutían proyectos, se pensaba que pronto arribaría a ese punto una nave
que había salido de España meses después que ellos al mando del conquistador
Mendoza. Unos querían esperarla, otros navegar hacia el norte.
En medio de esa confusión, surgió un hombre: Juan de Mori. Empezó a poner
orden ajustándose estrictamente a la ley. Improvisó un tribunal ante el cual
hizo comparecer a Sotello y a Arias. Fue entonces cuando un niño de doce
años actuó de acusador. Era el hijo de Alcazaba y pedía justicia. Los oyeron
y los cabecillas fueron ahorcados en el palo mayor.
A mediados del año siguiente, 76 hombres hambrientos, arribaban a Santo
Domingo en una nave en la cual hasta los cueros que formaban los mástiles
habían sido roídos por la tripulación. Eran los sobrevivientes del dramático
motín de Magallanes.
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