PREHISTORIA ANTÁRTICA: EL PARAÍSO DE LOS VERGELES PERDIDOS

En el Museo Nacional de Historia Natural de la Quinta Normal, en Santiago de Chile, existe un pequeño diorama con el aspecto que tenía la Antártica, particularmente la Isla Rey Jorge, antes de que se desplazara hasta la posición polar en que hoy está y quedara atrapada en los hielos.
Pese a su sencillez, quizás se trate de una de las vitrinas más interesantes de todas las colecciones del museo, pues son contadas las ocasiones en que se puede tener oportunidad de ver, aunque sea reconstruidos, los vergeles de flora selvática que llenaron alguna vez al continente, con una vegetación similar a la de los bosques patagónicos del sur de Chile y de parte de la Argentina, en otra prueba de la relación geográfica que alguna vez existió entre las tierras magallánicas y las antárticas.
Se entiende que los desplazamientos de las capas continentales han relegado a la Antártica a su actual posición, por supuesto.
 
Ulmo, araucaria y coigüe magallánico.
Mañío y ciprés.
Sin embargo, hace unos 60 millones de años, en el Cenozoico, su ubicación era mucho más al Norte, alcanzando latitudes de climas más benignos similares a la Patagonia. El eje de la Tierra, por entonces menor, también colaboró en darle al continente, por entonces vecino a África y América (Gondwana), un clima más cálido que permitió el crecimiento de los densos bosques con aspecto de selva húmeda austral. Árboles de grandes alturas conformaba la tupida vegetación antártica, habitada por reptiles y mamíferos primitivos.
Sin embargo, la colonización vegetal de la Antártica había comenzado hacía mucho antes. En tiempos recientes se han hallado los fósiles más antiguos de vegetales que allí habitaron, correspondientes al período Devónico, hace 400 millones de años. Los primeros bosques antárticos, propiamente tales, aparecieron durante el Paleozoico, y corresponden a forestas bajas de helechos llamados glossopteridales. Las plantas angiospermas o florales no aparecerán sino hasta el Cretácico.
Los bosques cenozoicos que le sucedieron eran majestuosos. En la Isla Rey Jorge, de acuerdo al diorama del museo, crecían árboles que hoy identificamos como típicamente patagónicos: el Podocarpoxylon (mañío), Cupressinoxylon (ciprés), Eucry phioxylon (ulmo), Araucarioxylon (araucaria) y Nothofagoxylon antarticus (coigüe magallánico).
Pero, tras alcanzar esta época de esplendor de las forestas, la Antártica comenzó a desplazarse hacia el Sur comenzando a avanzar el dominio del hielo sobre su corteza, hace unos 40 millones de años. La edad de la Antártica verde, así, empezó a llegar a su fin. De la otrora maravillosa flora, sólo quedan algunos musgos, líquenes y pequeños pastos.
Cabe recordar que, durante muchos años, han rondado leyendas sabrosas y fantásticas sobre supuestos oasis verdes antárticos, descubiertos durante operaciones militares internacionales realizadas antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, pero de los que nunca volvió a hablarse algo después de firmado el Tratado Antártico.
Muchos autores especulan que se habría tratado de vestigios de estos bosques prehistóricos, sobrevivientes por caprichos climáticos o fuentes termales. Acá en Chile, en los desiertos nortinos, tenemos oasis de selva típicamente austral sobreviviendo en la sequedad absoluta, por obra y gracia de las nubes costeras, como sucede en los Parques Fray Jorge y Pan de Azúcar.
¿Será posible que, así como subsisten islas verdes en los desiertos, las haya también entre los hielos antárticos, sobrevivientes desde la edad de los vergeles que poblaron alguna vez el continente? Dedicaremos algún futuro posteo a la misteriosa leyenda de los supuestos oasis antárticos.

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