EL LEGENDARIO DE LA CUEVA DEL PIRATA DE QUINTERO

 

Al final de calle Baquedano por la Península de los Molles en Quintero, camino a Punta Liles, se encuentra uno de los lugares más turísticos de este popular balneario de la Región de Valparaíso: la famosa Cueva del Pirata, lugar de enorme importancia cultural, patrimonial y legendaria para esta localidad ubicada a unos 40 kilómetros al Norte de Viña del Mar.
Es un encantador lugar con estupendo mirador, paseo salpicado de brisa marina y grandes roqueras en el borde de las rompientes naturales, con un concurrido establecimiento llamado el Café Mirador Cueva del Pirata, además. Hay una extraordinaria vista desde sus comedores, por cierto, por ahí hacia el final de la llamada Playa de los Enamorados.
El entretenido paseo desciende por el acantilado hasta las cavernas de los roqueríos, en donde se encuentra la célebre Cueva del Pirata, lugar de interesante seducción que incluso llamara la atención, entre otros, del escritor Francisco Coloane, quien tenía su casa cerca de Los Liles. Su colega José Luis Rosasco, por su lado, se ha referido a ella en su obra orientada a público joven.
Las cavernas del sector son formaciones geológicas naturales, ubicadas en un tramo de ciertos interés arqueológico, por el hallazgo de trabajos líticos (cazoletas y piedras tacitas) en el lado de las rocas del borde costero de la Puntilla de Sanfuente y dos áreas en la misma ubicación de la Cueva del Pirata, relacionadas probablemente con la Complejo Aconcagua y la Tradición Bato.
La noche en el mirador, observado desde el paseo.
Imagen desde el lado de la escultura del pirata. Atrás, el Café del Mirador.
Imagen diurna del borde del mirador. Atrás, el café y restaurante.
La entrada del paseo, para descender hacia la cueva y las roqueras.
Cultural e históricamente hablando, los corsarios en tal punto del litoral chileno son tan importantes que hasta influyen en los nombres usados por el comercio: no lejos del mirador, por ejemplo, se encuentran el centro hotelero Cabañas Rocas del Pirata y el restaurante Cien Bucaneros. Todo este sitio, entonces, parece consagrado al recuerdo de la piratería. De hecho, la municipalidad instaló en el acceso del paseo una placa conmemorativa de bronce recordando "a los antiguos navegantes que anclaron en nuestra bahía": los británicos Sir Francis Drake (1543-1596), John Richard Hawking (1562-1622), Thomas Cavendish (1560-1592) y el neerlandés Joris van Spilbergen (1568-1620)... Todos ellos definitivamente piratas y salteadores, si hablamos sin eufemismos.
Es enorme la cantidad de leyendas e historias que se han contado sobre estas cavernas, relacionadas con tesoros perdidos o con entradas a lugares maravillosos. Incluso hay poco conocimiento, salvo entre los testimonios de residentes de esta localidad, de que estarían conectadas a otras cavernas que salen por el lado de las playas, a través una claustrofóbica y oscura galería estrecha en las entrañas de aquel morro rocoso bajo el mirador. La gente prefiere concentrarse en el grupo principal del cuevas naturales, en el paseo entre las roqueras con senderos y pretiles de madera, aunque parece ser escasa la información espeleológica sobre las mismas.
Como buena tierra marinera, entonces, muchos mitos circulan entre los habitantes de Quintero, y las cuevas del borde costero cuentan con los suyos, como era de esperar.
El paso del infame Drake por el lugar, anclando hacia 1578 en esta costa, dejó sembrado el repetido mito nacional del enterramiento de un tesoro del célebre corsario, tal como ha sucedido en Bahía Guayacán, en el Archipiélago de Juan Fernández y en el sector de Laguna Verde de Valparaíso, entre otras zonas del país. Noticias de aparentes expediciones internacionales tratando de hallar tesoros escondidos en la provincia y hasta dejando a un lugareño un mapa después de su fracaso, han alimentado con más energías la creencia popular sobre la existencia de un fabuloso enterramiento de doblones y gemas de los filibusteros y bucaneros en algún lugar de estas costas.
Placa recordando a grandes "navegantes" (cuatro piratas) que pasaron por acá.
El paseo y sus senderos entre las rocas, descendiendo desde el mirador.
El pirata de hierro, que mira desde su cofa al borde de la bajada.
Acercamiento al pirata metálico de la cima.
Camino lateral entre la cueva y las rocas.
La leyenda local combinada con elementos tomados de la realidad, entonces, dice que el mítico tesoro de Quintero fue traído por orden de un pirata llamado Barba Azul, nombre tomado de una combinación de contenidos entre el temido pirata inglés Barbanegra (Edward Thatch o Teach) que cometía sus tropelías a inicios del siglo XVIII, y del cuento de Charles Perrault así titulado, inspirado en el mariscal francés Gilles de Rais (1404-1440). El pirata de Barba Azul es internacional, sin embargo: se ha convertido ya en un personaje de antología universal, especialmente de cuentos infantiles.
El Barba Azul que visitó a Quintero según el folclore marinero, sin embargo, trajo su botín reunido por las acciones cometidas con sus hombres en esas mismas costas chilenas, asaltando barcos que hacían ruta por tales aguas, dejándolo oculto en tiempos coloniales. Con sus navegantes, llegó a establecer un pequeño campamento con puesto de observación en el sector de Ritoque, al sur de Quintero, desde el cual unos tres hombres vigilaban diariamente el paso de cualquier navío que fuera de ida o de vuelta desde Valparaíso y que pudiese ser presa de sus asaltos.
El elemento mágico en la historia de los piratas locales es que, cada vez que divisaban a alguno de aquellos barcos, entraban por una cueva de ese mismo sector en Ritoque, siguiendo por ella raudamente hasta su salida por el lado de la Cueva del Pirata en la península, la misma de nuestros días, en donde esperaban los demás piratas que eran enterados así de la proximidad de la nave, preparando de inmediato el ataque y robo. Por este mismo pasadizo se devolvían a Ritoque, además, cuando la flota hispana intentaba perseguir el campamento mayor de estos rufianes en Quintero. Al parecer era una galería compleja, originalmente, que ellos conocían bastante bien, pero no sus frustrados captores.
Los tesoros y especies de valor que estos piratas lograban robar, los escondían dentro de la misma cueva, en las ensenadas y, según señala también la tradición, en cavernas y enterramientos situados dentro de los cerros costeros y por el lado más interior del puerto. Hasta se formaron sociedades y llegaron algunas compañías buscando el pretendido tesoro por aquellos cerros, según recordaban los habitantes más antiguos de esta localidad.
Vista de la cima del paseo desde el sector de la punta de rocas.
La entrada de la Cueva del Pirata y su mural, vistos desde el camino de descenso.
El actual mural, junto a la entrada lateral a la cueva.
Acceso lateral de la cueva, por el camino.
Allí quedaron ocultos los tesoros, entonces, cuando la banda completa de Barba Azul fue emboscada y destruida por naves militares españolas, según las mismas creencias. Además del posterior derrumbe de la entrada hacia la cámara principal, la enorme riqueza estaría protegida por un conjuro o alguna clase de maldición, supuestamente, lo que explica que nadie haya podido encontrarla o, cuando menos, no haya podido sacar más que alguna moneda o gema, únicamente.
Otra leyenda que puede estar relacionada con la de los piratas, atribuía a los jesuitas y su súbita orden de expulsión en el siglo XVIII, el enterramiento de fabulosas riquezas de la congregación en las cavernas y montes de Quintero. Los jesuitas habían iniciado gran parte de la actividad comercial de este puerto, y se cree que tenían acceso a riquezas de minas auríferas en la zona, dejando algunos rastros de botellas de azogue (mercurio) usado para amalgamar en la industria del oro. Más aún, se hablaba de un valioso tesoro de oro bruto y de envases con azogue sepultados allí, en alguna parte.
Con relación a lo recién expuesto, la tradición oral de los viejos habitantes del balneario recordaba, también, actividades de una empresa estadounidense con sede en San Francisco, llamada Catapilco Gold Mining Co. o Catapilco Golden Co., que habría estado operando y hasta realizando supuestos hallazgos por el sector de los cerros de la costa. Esta y otras tradiciones fueron investigadas, entre otros, por don Ricardo Escobar Wicks, alcalde de mar y hombre muy relacionado a la vida política y administrativa de la zona, hacia mediados del siglo XX.
En otro aspecto, la ocurrencia ocasional de supuestos suicidios o de veraneantes ahogados en este sector, ha estimulado también la parte más oscura de la leyenda. Además, al menos dos placas juntas recuerdan a un par de finados, entre las  mismas rocas: Herminda del Carmen Ortega Contreras (de su "hija y nietos"), fallecida el 30 de mayo de 1988, y Alejandro Armando Taibo Briceño, fallecido el 16 de junio de 2016 (cerca de los 72 años, recuerdo de sus "hijos, nietos y yerno").
Vista superior de la garganta de mar hacia el acceso frontal de la cueva.
Vista del pasaje de mar entre las rocas, con la entrada frontal.
Grieta con entrada frontal de la Cueva del Pirata, a la que sólo se accede por mar.
Vista de la entrada frontal desde el interior de la cueva.
Otras leyendas más románticas de la zona hablan de una extraña isla o ciudad encantada que los pescadores y marineros ven, a veces, enfrente de las costas de Quintero, emergiendo de las aguas que se encuentran precisamente entre este lugar y las playas de Concón. De acuerdo a la versión de Oreste Plath, los lugareños también divisaban en el océano de Quintero el reflejo de una batalla marítima cuando revientan las olas, como eco de un combate naval de la Guerra Civil de 1891.
Por sobre todo, sin embargo, hoy la Cueva del Pirata de Quintero es un lugar de esparcimiento familiar, de visitas y de recreación turística. Sin embargo, debió ser recuperado del ocaso, especialmente con esfuerzos municipales recientes: en algún momento, a causa del abandono, la caverna había caído en franca decadencia, convirtiéndose en un insalubre lugar colmado de basuras y olores sospechosos, que pocas ganas provocaba recorrer.
Un viejo mural que existía en donde ahora está el nuevo. Mostraba los rostros de varios personajes como Juan Pablo II, Pablo Neruda, Sor Teresa de Calcuta, Gabriela Mistral y Albert Einstein. Sin embargo, había sido vandalizado con groseras consignas políticas y horribles tags, pintarrajeado hasta lo absurdo.
Aunque no es sitio apto para el baño, Punta Liles y sus rocas encantan por permitir fotografías hermosas de la geografía litoral, excursiones y ciclismo de montaña entre este punto y el de la Puntilla de Sanfuente, además de gratos paseos veraniegos.
Vista del descenso desde la entrada lateral hacia el interior.
Bajando por la cueva. La luz interior proviene de la entrada frontal, en donde rompen las olas que entran por el pasillo de mar entre las rocas. A ciertas horas de marea alta, se inunda en su mayor parte.
Continuación de la cueva, en un sector ya bloqueado.
Galería interior de la cueva, con una salida por el otro lado de la península. Lamentablemente, en lo que se alcanza a avanzar por el estrecho pasadizo, se encuentra bastante basura.
Algunos más adentro de galería que sale desde la cueva, frente a entrada frontal.
También se ha ido siendo mejorado el aspecto general y la seguridad del circuito para los paseantes, sendero que cuenta con un rústico cartel-portal de acceso y la efigie naif de un pirata mirando desde su propia cofa de tierra hacia el mar, obra de arte en hierro forjado de tres metros de altura, del artista sureño Dionel Salinas R., realizada e instalada en 2014.
Un curioso y amplio nuevo mural fue inaugurado en marzo del año siguiente por el alcalde Mauricio Carrasco, justo en el costado exterior del acceso a la Cueva del Pirata. La obra dignifica mucho este sitio que antes estaba colmado de los horribles rayados del nuevo arte rupestre, con pintura aerosol. Sustituyó al anterior  mencionado, a esas alturas casi invisible por el envejecimiento, la palidez y los ataques vandálicos.
Titulado "La Cueva del Pirata. Reviviendo la historia de Quintero", aquel mural fue pintado por Luis Osorio, Francceso Achiardi y Joshua Cadima con apoyo de varios particulares y comerciantes señalados entre las rocas y la misma obra. Muestra los retratos de personajes de alto valor histórico local como Charles Darwin, Lidia Iratchet, Mercedes Oporto, Luis Orione, Francisco Coloane, Luis Tello, Icha Tapia, Mary Graham, Roberto Parraguez, Lord Thomas Cochrane, Tomás Flemming, Benjamín Vicuña Mackenna, Carlos Núñez o El Chama.
En definitiva, la Cueva del Pirata y el paseo de Punta Liles conforman un lugar de atracciones y seducciones muy lejanas ya a la fama canallesca de los truhanes y los corsarios de sus interesantes leyendas en la zona, tan propias de un país marítimo como la geografía y el destino procuraron que fuese Chile.

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