"NIÑOS SALVAJES": LAS LEYENDAS DE RÓMULO Y REMO CHILENOS

 

Existen varias localidades de Chile en donde encontramos leyendas de niños abandonados que sobreviven gracias a que son adoptados por canes e incluso llegando a alimentarse con la leche de una perra, al más puro estilo de Rómulo y Remo amamantando de la loba Luperca, en la tradición mitológica de la fundación de Roma. La mayoría no son más que chismes y creencias de transmisión oral, pero otros han llegado a ser abordados en forma más seria y mediática.

Aquellas historias no pasarían de ser sólo un relato recurrente del folclore popular o los mitos urbanos, entones, si no fuera porque varios casos recientes se habrían "confirmado" como ciertos, para sombro de los más incrédulos y para la repugnancia de los estómagos más escrupulosos o sensibles en el caso de los que involucran lactancia… Cosas de la supervivencia, por supuesto.

No cuesta suponer que podría haber algo instintivo en las hembras caninas por dar protección y alimentación a otras crías que no sean de su especie, como cachorros de gatos, cerditos, ovejas y hasta bebés humanos, adoptándolas como si fueran suyos. En la casuística mundial, existe un impresionante ejemplo de 1920 correspondiente a las niñas salvajes Amala y Kamala, de uno y ocho años, que tras varias denuncias de lugareños relativas a seres terroríficos que eran vistos en un camino de Medinapur en Bengala Occidental, en la India, fueron encontradas por un misionero viviendo, supuestamente, en un cubil con una familia de lobos. Pero como suele suceder a menudo en estas narraciones, el caso fue puesto en duda con el tiempo y se lo ha estimado un fraude por muchos eruditos, posiblemente aprovechando un autismo en las niñas que, por lo demás, vivieron muy poco más tras el pretendido "rescate”.

Un caso más nuevo y con menos dudas al respecto, es el de la perrita mestiza China, que en una localidad del contorno de Buenos Aires, Argentina, salvó en agosto 2008 a un bebé recién nacido que encontró al aire libre, abandonado por su madre adolescente  y desnudo a la intemperie. El animal llevó y alimentó al niño junto a sus seis cachorros, hasta que fue encontrado y rescatado, logrando sobrevivir gracias a su leche y a su calor.

Cada vez que tiene lugar una noticia de tales características, por supuesto, la información irá acompañada con advertencias relativas a las posibles enfermedades transmisibles por el contacto tan estrecho con los perros y por el consumo de su leche, entre otras observaciones abundantes en miramientos sanitarios. Empero, la necesidad tiene cara de hereje y acá en Chile también hemos podido verificarlo con algunas historias igualmente asombrosas.

El posible caso chileno más antiguo fue del alguna vez conocido Niño Lobo de Río Pescado, en Puerto Varas. Oficialmente, además, fue el tercer caso a nivel mundial de un niño salvaje en el mundo durante el siglo XX (aunque se lo creyó tercero de toda la historia, lo que era un error), inspirando algunas historias en la literatura. Fue atrapado en agosto de 1948 por funcionarios de Carabineros de Chile que respondían a las denuncias de lugareños sobre un misterioso animal que se metía en sus propiedades a robar animales y huevos. Grande fue la sorpresa de los uniformados al verificar que se trataba de un extraño niño de diez a doce años con el cuerpo cubierto de vello, que gruñía como animal y se desplazaba en cuatro patas, incluso mordiendo a uno de los funcionarios cuando le puso la mano encima. Llevado por seis días a un retén, la noticia de su aparición causó gran controversia y curiosidad en la zona. Fue llamado Vicente Cau Cau, por un ruido que hacía todo el tiempo y que, a la larga, no resultó ser casual. Cortaron su larga cabellera enmarañada y, con el correr del tiempo, comenzó a dejar atrás su comportamiento salvaje, además de perder el vello corporal, aunque cargaba con un retraso que nunca pudo superar.

Las teorías sobre cómo había sobrevivido Cau Cau en los bosques australes decían que solía jugar con los perros salvajes en los campos y que estos lo habrían mantenido desde muy pequeño como a una cría más, convirtiéndose así en un humano salvaje. Ciertas versiones de la leyenda, sin embargo, suponen que pudo haber hecho su vida con pumas o zorros. Sin embargo, el tiempo aclararía que llegó ya crecido perdido al bosque, de modo que los cuentos que lo señalaban como amamantado por perros salvajes o pumas no eran reales.

Tiempo más tarde, en 1953, una investigación periodística del diario “El Llanquihue” desmintió la creencia de que se había criado desde bebé en los bosques y dio con el que habría sido su padre, en el apartado y muy pobre sector de Las Cascadas, junto al volcán Osorno: don Antolín Caucau Nempo, de 55 años, quien trabajaba como peón para la familia Hofmann y vivía con su pareja de entonces, junto a una niña pequeña y un hijo de su anterior relación con la madre de Vicente. La madre del “Niño Lobo”, que en realidad se llamaba José Mercedes Caucau Barría, los había abandonado a ambos en una aventura amorosa y consumida por el alcoholismo, y el niño habría huido en junio de 1948 cuando escapó y desapareció. Sus problemas cognitivos provocados por el daño de un fórceps mal hecho en su parto, sumados  al maltrato que le provocaba la madre y su abuela, lo llevaban a protagonizar constantes escapadas en el bosque, donde siempre prefería estar, por lo que supusieron que había muerto cuando en esa ocasión no regresó ni apareció en las búsquedas.

A pesar de sus limitaciones, Cau Cau fue criado por una profesora de lenguaje de Villa Alemana y pudo incorporarse a la sociedad relativamente bien y trabajar incluso haciendo pan. Entre muchas otras cosas, se recuerda que, siendo joven aún solía aullar en las noches de luna llena, provocando a otros perros a hacer lo mismo, como homenajeando su fama de lobo humano. Murió en el año 2010, a los 74 años, llevándose uno de los más grandes misterios de la historia de Chile, que todavía sigue deslizando el interés de muchas plumas.

Sin embargo, más allá de los mitos, del folclore y las creencias populares sobre niños adoptados y amamantados por perros, hay ciertos ejemplos que sí merecen un poco más de atención y de credibilidad en nuestro país.

En la Región del Biobío se han escuchado ya algunas historias de niños perros que, abandonados o tras haber escapado de sus casas a muy temprana edad, se han dedicado a vivir con jaurías de perros en estado semi-urbano, un fenómeno que no pocas veces se ha visto en la mendicidad, pero que sigue sorprendiendo cuando se trata de menores de edad en tales condiciones de existencia.

Uno de aquellos niños parece haber sido el caso de Áxel en Talcahuano, llamado también Álex o Pedro por algunos vecinos, Niño de los Perros y Niño Perro, por otros. De acuerdo a José Miguel Capurro en la segunda parte de su artículo “Tres anónimos del terremoto y tsunami del 27 de febrero en Talcahuano”, publicado el jueves, 27 de febrero de 2014 en el portal “Tribuna del Biobío”, el caso de Áxel llegó a la prensa con la publicación de la periodista Lilian Bizama, para el diario “El Sur” de Concepción en junio de 2001, con un artículo en donde se referían a él como un “joven duende” que deambulaba con una jauría de perros por el puerto, causando gran impacto y algunos ecos en medios extranjeros. Incluso el corresponsal francés Jean Rolin, del “Nouvel Observateur”, vino a Chile a cubrir la noticia y puso en duda que el muchacho pudiera haber sido criado por perros.

A la sazón, sin embargo, ya había quienes reconocían al muchacho de duez años de edad y le echaban encima varias leyendas urbanas que, en algunos aspectos, parecen tener bastante de ciertas. La misma periodista comentará algo sobre ellas en un nuevo artículo del diario, titulado “Alex, duende perro de Talcahuano”, del jueves 5 de abril del 2007.

Cau Cau, el llamado Niño Lobo del Llaquihue. Fuente imágenes: sitio Marcianitos Verdes.

Miguel, el ex Niño de los Perros de Talcahuano con sus mascotas, en fotografía de 2011 de José Miguel Capurro, publicada en el sitio Tribunal del Biobío.

Reina en 2015, la perrita de Arica que supuestamente amamantó y salvó a un niño en la ciudad nortina. Aunque el caso ha sido desmentido por algunas opiniones, ya pasó a ser parte del legendario local. Fuente imagen: sitio Seamos más Animales.

La historia del muchacho es una tragedia, de acuerdo a lo que se conoce del mismo: aparentemente originario de San Pedro de la Paz, el alguna vez llamado Axel J. R. R., Álex Rivas Rivas y, más exactamente, Miguel Andrés Luengo Álvarez como reconocía llamarse, había nacido hacia 1990 y llegó a las calles a muy temprana edad, desde los ocho años o antes, y se quedó a vivir cobijado por una jauría de perros sin dueños que merodeaban por Talcahuano. Había sido abandonado por su madre en la casa de una conocida a los cinco meses de vida, pero esta trató de llevarlo a su casa en 1997, sin lograrlo, dadas sus conductas violentas y constantes enfrentamientos del niño con su padrastro, por lo que acabó en un hogar de menores a los cinco años, lugar del que, finalmente, huyó.

Los vecinos aseguraban que a veces gruñía y se mostraba agresivo con los extraños que se la acercaran, además de haber observado con asco cómo bebía leche de las propias tetas de las perras recién paridas, cuando estaba más pequeño, cosa que él reconocía abiertamente ya más crecido, agregando que a veces la endulzaba con un poco de azúcar para ingerirla. Con sus facultades mentales claramente perturbadas, se acostumbró a buscar comida en las calles y a dormir acurrucado con los canes durante las noches, además.

El Servicio Nacional de Menores (SENAME) intentó sacarlo de las calles tras conocerse la situación. Se recuerda que el entonces niño aún gritaba desesperado que los perros eran su única familia, rogando que no fuese alejado de ellos. Fue acogido en un ambiente familiar en Santiago, pero no fue posible traerlo de vuelta a la civilización. Miguel volvió a sus correrías, a su vida libre en Talcahuano, mostrándose muy poco comunicativo con la gente que no conocía. Sobrevivía pidiendo monedas y llevando a cuestas sus adiciones a drogas y solventes. La caricaturización de su estado por parte de algunos conocidos suyos que lo querían ver sólo como una excentricidad o un personaje local, además de reírse de sus adicciones, no facilitó las cosas. Así se fue borrando toda posibilidad de recuperación del misterioso Niño Perro, que seguía deambulando por el puerto, sucio y con el pelo apelmazado en el sector de las ferias y de las caletas, ya de adulto.

El muchacho sobrevivió al fatídico maremoto que siguió al terremoto del 27 de febrero de 2010, pero muchos de sus compañeros perros murieron en la aciaga noche, dejándolo con una gran tristeza que confesó solamente a unos pocos, mientras habitaba por el sector del Mercado Central. La última noticia que se conoció de él fue que había sido atropellado accidentalmente en calle Colón, el 1 de marzo de 2019, pero sin peligro de muerte.

Otro caso de un también llamado Niño de los Perros tuvo lugar en Temuco, con Miguel Ángel Huiliqueo, un muchacho que encontró familia con un grupo de canes callejeros cuando llegó allá hacia el año 2000 después de dejar su hogar en Radal. Se hizo conocido en enero de 2004, con un reportaje de “El Diario Austral” y cuando el chiquillo tenía 13 años. Vagaba con sus perros por la ciudad y pernoctaba con ellos en lugares como el Hospital Regional, en el Centro Español o en el Edificio del Registro Civil. Entre sus amigos caninos estaba Vieja, de pelaje negro brillante, Boby, muy lampiño por tener tiña, y Terry, que era el más pequeño y juguetón de la manada.

Aunque personas de buen corazón intentaron llevar a Miguel al colegio en alguna ocasión en que aceptó esto, desertó de esta idea y pasaba sus noches aspirando bencina. En este estado se hallaba cuando fue atropellado, en 2006. Sobrevivió a aquel tropiezo, pero no al VIH que lo estaba consumiendo: el Niño de los Perros de la Araucanía, falleció de neumonía a los 22 años, en el Hospital Hernán Henríquez Aravena de Temuco, en agosto de 2011. Su último tiempo de vida lo pasó acogido en el Hogar de Cristo, aunque nunca pudo alejarse completamente de su familia perruna.

No todas estas historias son tan trágicas, sin embargo, habiendo algunas que encienden algo de luz de esperanza. A inicios de septiembre de 2015, por ejemplo, autoridades del Norte Grande informaron de un caso impactante: a fines del mes anterior, un niño llamado Adrián, de unos dos años (en realidad tenía tres años y ocho meses, según se supo después), estaba abandonado y había sobrevivido en la periferia de industrial Arica cuando la perrita preñada de una vecina, llamada Reina y Puca en aquella comunidad, de color azafranado con algo de labrador en su aspecto y muy conocida en el barrio, lo llevó con ella y sus recientemente nacidos cachorros, alimentándolo con su leche escondida junto a un taller automotriz, lo que le permitió sobrevivir y no morir de hambre durante el tiempo en que el pequeño estuvo a su suerte.

De acuerdo a lo que se informó entonces, los vecinos descubrieron y denunciaron la situación, cuando la dueña de Reina notó que su mascota estaba desapareciendo por varias horas al día y regresaba visiblemente fatigada, decidiendo seguirla para advertir, de esa manera, que la perrita estaba alimentando al niño tarde en las noches. En horas de la madrugada, los funcionarios policiales encontraron al niño semidesnudo y descalzo alimentándose de la leche de la perra mientras que su madre, una mujer de nacionalidad peruana llamada Sulema, quien había llegado a vivir poco tiempo antes muy cerca del taller mecánico y en paupérrimas condiciones, fue encontrada totalmente ebria e ignorante de lo que sucedía con su hijo. Ya había perdido la custodia de una hija anteriormente, por razones parecidas. Ahora, al niño lo había dejado a la deriva, sin comida ni agua siquiera, por lo que la ayuda de Reina resultó providencial para evitar su muerte, según se dijo. El infante debió ser llevado al Hospital Dr. Juan Noé de la ciudad y luego hasta un albergue de la Corporación para la Nutrición Infantil (CONIN), abriéndose la investigación respectiva al constatarse su mal estado físico, a pesar de no mostrar grados severos de desnutrición ni pediculosis, al contrario de lo que reprodujo la prensa en esos días.

La situación se fue aclarando con los días y la negligencia de la madre siguió siendo tema de discusión y se la declaró inhabilitada en su rol maternal, pero el más famoso detalle de toda la historia, la de una supuesta sobrevivencia gracias a los cuidados de la perra Reina, comenzaron a ser cuestionados, pues en la denuncia se señalaba que el niño había sido encontrado sucio, corriendo descalzo, jugando con los perros de la propiedad y peligrosamente bajo los camiones. El dato sobre la supuesta lactancia perruna del niño había sido entregado por uno de los socios del terreno ocupado por el taller, un tal Senón , al ser interrogado por las autoridades que llegaron al lugar cuando se encontraba totalmente ebrio junto a la madre, en la misma casucha donde residía.

Los detalles de esta escabrosa historia y las razones para sospechar irreal las afirmaciones en torno a la perrita del lugar, están explicados en el artículo titulado “La fábula del niño y la perra en Arica”, de Juan Luis Salinas, publicado en la sección Economía y Negocios del diario “El Mercurio” del sábado 3 de octubre de 2015.

Por encima de los aspectos reales o inventados que tuvo en realidad el caso del niño peruano en Arica, este causó tanta impresión en su momento que fue cubierto también en la prensa internacional y por animalistas de todo el mundo. Si acaso fue un error lo que se informó entonces, esto ya parece haberse cristalizado en otra leyenda urbana que resultará difícil diluir... Reina, en tanto, se convirtió en otro símbolo viviente de las noblezas que queremos ver siempre en los perros, como idealizaciones de nuestra propia escala valórica.

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