LA LEYENDA DE LOS TÚNELES SUBTERRÁNEOS DE LA EX ADUANA DE IQUIQUE

Aduana de Iquique y su entorno, aproximadamente hacia fines del siglo XIX.

El magnífico edificio de la ex Aduana frente al Puerto de Iquique está en la conjunción de las avenidas Arturo Prat Chacón y Esmeralda, entre las calles Jorge Barrera, Aníbal Pinto, Sotomayor y Luis Uribe. Declarado Monumento Histórico Nacional desde 1971, justo cien años después de que comenzara a construirse durante la presidencia de don José Balta y cuando la ciudad aún correspondía a territorio peruano, ha pasado por períodos de abandono, ha soportado sismos y hasta el incendio ocurrido en 2015.

Como se sabe, el edificio está montado sobre una sólida plataforma de rocas canteadas que ha permitido resistir grandes terremotos como los de 1877, 1987, 2005 y 2014, además de maremotos. Sus muros de caña de Guayaquil revestidas de piedra, ladrillo y el sistema de albañilería conocido como "cemento romano", sobrevivieron también a la violencia desatada de estos escenarios durante la Guerra Civil de 1891. El inmueble había nacido para ser ocupado como sede de la Prefectura Provincial de Tarapacá, la Capitanía de Puerto y la Aduana de Iquique, institución que le dio su nombre. También fue lugar de acogida para la Tesorería Fiscal. Frente a él se extendía -antes más vistosa que ahora- la Plazuela de la Aduana, que algún momento de su historia se veía llena de mercaderías y cargas que no alcanzaban a ser acumuladas dentro de los corrales.

Sin embargo, a pesar de la fortaleza de la ex Aduana conocida en su época bajo dominio peruano como el Palacio, sucede un hecho extraño alrededor de la misma y de todo el sector donde empalma el terraplén hacia la ex isla del Puerto de Iquique: las calles se ven de superficies sinuosas, desniveladas e irregulares, en algunos casos con claras hendiduras que semejan pequeñas hondonadas o desniveles sobre la rectitud del asfalto. Es como si las ondulaciones de una bestia dormida bajo el pavimento hubiesen quedado congeladas en la ciudad, atrapadas por el progreso y los cambios urbanísticos de todo este lugar junto a la línea costera.

La razón de esta extraña condición de las calles alrededor de la Aduana ha sido relacionada en la tradición oral con una curiosidad histórica de bastante presencia en el Norte Grande de Chile: leyendas urbanas sobre túneles subterráneos, que saldrían desde el antiguo edificio y que han ido quedando tapados o bloqueados por el tiempo, los derrumbes y los grandes temblores. Uno de los autores que aborda este tema es Mario Portilla Córdova en su libro "Del Cerro Dragón a La Tirana: leyendas y tradiciones de Tarapacá". Según describe allí, los secretos pasadizos y míticas galerías bajo estas calles habrían sido creadas por la necesidad de dar seguridad interior a este recinto inexpugnable, resguardando las mercancías y recaudos de los ataques de la naturaleza o de los bombardeos:

Parte de esta fortaleza estaba diseñada para ser evacuada y almacenar víveres y armamentos entre sus gruesas paredes. Lo más llamativo era la excavación de distintos túneles que partiendo de las grandes y oscuras bodegas, remataban en largas vías de escape, como una que llega a la antigua Catedral, la siguiente hasta los bajos de la Torre de la Plaza Prat y otras que el tiempo se encargó de borrar. Pasajes secretos que con los constantes movimientos telúricos cedieron sus paredes y quedaron tapiados.

Aunque las supuestas galerías datarían de la época de construcción del histórico edificio, entre 1871 y 1873, cabe señalar que el mismo se levantaría sobre el terreno de la antigua Aduana Colonial de Iquique, que era mucho más pequeña y construida a partir del año 1789, por lo que desconocemos si los mismos túneles legendarios o parte de ellos, supuestamente, hayan estado asociados a esta primera etapa de vida en la historia de la Aduana.

Vista del edificio de la ex Aduana desde calle Aníbal Pinto, antes del último incendio.

Sector de estacionamientos entre Avenida Prat y calle Pinto, donde se observan los extraños desniveles y cambios de terreno en la superficie del suelo.

Sector inferior inundado (cisterna) al interior de la ex Aduana.

Como no podían faltar, los iquiqueños que conocían a medias esta historia de las galerías secretas echaron a correr el mito adicional de que habían un fabuloso tesoro pirata escondido en alguno de los túneles, o bien -para darle más credibilidad- un fastuoso cargamento de doblones peruanos de oro y plata, que iban a ser usados para el sueldo de todas las fuerzas aliadas del Ejército del Sur acantonado en el Departamento de Tarapacá durante la Guerra del Pacífico, sin que llegaran a recibir la paga al ser tomada la posesión de la plaza por los chilenos, el 28 de noviembre de 1879.

A lo anterior, agrega Portilla -repitiendo testimonios orales de algunos iquiqueños- que un vecino llamado Arturo Gálvez Paredes consiguió una autorización formal para buscar uno de estos supuestos tesoros perdidos en aquellas galerías, en alguna ocasión. El explorador habría montado un oneroso proyecto de excavaciones para ingresar a algunos de los túneles, plan en el que incluso se valió de los servicios de una "vidente". Pero en lugar de oro o gemas, el entusiasta cazador de tesoros sólo encontró algunos rifles, cajones de champagne, vinos y sacos de arroz.

Frustrado y arruinado por la contratación de obreros para los trabajos, pero incapaz de renunciar a la fantasía del tesoro, Gálvez habría insistido en hacer nuevas excavaciones, orientado más por su desesperación que por datos concretos sobre la fortuna perdida del subsuelo iquiqueño. Sin embargo, las autoridades le prohibieron seguir adelante, ante el peligro de que debilitara los cimientos del edificio, haciendo naufragar sus esperanzas y codicias.

Desde entonces, nunca más ha vuelto a entrar la luz a algunas de estas misteriosas galerías, si acaso existieran. O al menos nunca se ha sabido que eso ocurra. Trabajos de construcción de nuevos edificios, como el levantado más recientemente a espaldas de la Aduana, no confimaron nada novedoso en relación a los pretendidos túneles y redes de pasadizos secretos bajo el suelo.

A la pérdida de la ubicación de los accesos, clausuras de túneles hallados en obras públicas y posibles derrumbes interiores que podrían presumirse ocurridos con los terribles terremotos de lo que va del siglo, se suman las filtraciones y escurrimientos de agua en el subsuelo de este sector, las que inundan también algunas de las partes más bajas en la planta del edificio de la Aduana, correspondientes en realidad a una antigua cisterna de agua dulce.

Empero, el fracaso de Gálvez sólo habría acrecentado en el imaginario popular de la ciudad la creencia de un posible tesoro aún no encontrado, en el entorno de la ex Aduana de Iquique, en tanto que los desniveles por cambios del terreno sobre estos vacíos bajo el subsuelo de las calles siguen recordando a los transeúntes la existencia de las míticas galerías subterráneas que allí permanecen silentes, oscuras y condenadas.

Comentarios

  1. Álvaro cortez el túnel hacia la plaza existió mi padre lo conoció y fue clausurado por un administrador de la aduana

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  2. Álvaro cortez el túnel hacia la plaza existió mi padre lo conoció y fue clausurado por un administrador de la aduana

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