ALGUNOS DUENDES Y ENANOS MITOLÓGICOS EN EL FOLCLORE CHILENO
Barreterito, duende amigo de los mineros chilenos.
Una de mis entradas más antiguas pero muy visitadas, fue
la dedicada a
historias de duendes en Santiago (2009, sitio Urbatorivm). Pasé raudamente allí por algunas de las
principales categorías de estos seres mitológicos elementales como gnomos, goblins,
tragos, elfos, enanos, leprechauns, etc. Hay autores contemporáneos que manejan
mucho mejor el tema casuístico, si acaso es lo que atrajo al lector hasta este
sitio, pero todo indica que el tema llama la atención de los navegantes y eso se
refleja en la cantidad de visitas a la publicación.
No es novedad, además, que reconozca acá ser un obsesivo coleccionista
de duendes y gnomos, principalmente los de figuras de artesanía, pero aclaro que mi
interés ha sido siempre enfatizar el aspecto cultural y legendario que rodea al
tema en el folklore nacional y extranjero, por lo que consideraba pendiente
redactar esta entrada a modo de complemento de la anterior, que hice cuando este blog
estaba enfocado principalmente en la ciudad de Santiago y no se abría aún a
temáticas generales de urbanidad y cultura popular, como sucede con él ahora.
Entonces, dejaré este texto con alguna
información sobre los varios duendes mitológicos que están presentes en la
cultura popular y el folclore chileno, algunos provenientes o compartidos con países
vecinos, pues parece que las fronteras del mundo de los gnomos son algo
diferentes a las de los hombres.
He dividido los contenidos, para esto, en una descripción geográfica
por región, seguida de los personajes mitológicos individuales coincidentes con duendes o
enanos, y concluyo con las supuestas razas que el folclore y las creencias identifican habitando en diferentes
zonas del país.
Podrá notarse en las reseñas, además, una relación de mixtura en
estas historias y leyendas, entre los seres fantásticos nativos y prehispánicos equivalentes a
duendes, con los gnomos y tragos traídos a América por el imaginario español, más
algunos elementos fabulosos que se han ido incorporando con los años al mismo
paquete de la cultura popular, procedentes de las diferentes colonias, los medios de comunicación, la
literatura, el cine (desde el infantil hasta el de terror) e incluso del universo tolkieniano,
de las criaturas extraterrenas de
Lovecraft, el realismo fantástico y de la neomitología sobre alienígenas.
A su vez, los duendes se mezclan en Chile con otras
tradiciones o creencias populares como la brujería, el folclore relacionado con
el Diablo, las supersticiones y las
higueras encantadas de la Noche de San Juan. También puede olfatearse una notoria inclinación cultural
chilena a asociar con duendes a supuestos fenómenos que, en otras latitudes, quedarían
endosados a fantasmas, "espíritus chocarreros" y a poltergeists, como las desapariciones de objetos, los
movimientos inexplicables de los mismos o cuando las ánimas "están penando". Hay alguna institución del mito del
duende en el imaginario colectivo, pues.
El Trauco, enano perverso y lujurioso de
Chiloé. Ilustración de Jaime Patricio Romero González en su recopilación
"Mitología de Chiloé" (1997).
Los anchimallén son duendes luminosos y muy
respetados en las tradiciones indígenas. El origen de su identificación física
podría estar en bólidos, meteoritos u otros fenómenos naturales que generan
bolas de luz. Fuente imagen: Imaginante.deviantart.com (obra de Daniel Bernal, "Danber").
Olum, mago enano de los ritos iniciáticos onas
(Hain).
El folclore sobre duendes, gnomos y enanos en Chile es tan
variado y abundante, que resulta más práctico dividirlo en regiones para
cometarlo. Podría
hacerse incluso en provincias pero, en tal caso, resultaría en un tratado más que una entrada
de texto para blog.
Cada región aporta elementos culturales propios e
independientes a su parte
del mito, por supuesto: tradiciones, acentos en rasgos del quehacer zonal
(minería, agricultura, pesca, indigenismo, brujería, vida en localidades
apartadas, etc.). Del mismo modo, cada región cuenta con historias más o menos
parecidas a las de otras, precisamente por la distinción e identidad que cada
comunidad va haciendo a la interpretación de sus tradiciones y fusiones con
otras nacionales o internacionales.
Sin más dilación, entonces, vamos con este recuento:
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Región de Arica y Parinacota: En zonas de Parinacota se oyen testimonios de supuestos avistamientos de duendes y gnomos o pachachos (así les llaman también) por los valles y los caminos montañosos, probablemente desde tiempos antiquísimos, pues forman parte de las creencias locales más ancestrales. Sucede algo parecido en el Valle de Azapa, en el antiguo cementerio, en los cerros de las laderas o en los campos de olivares y tomatales que se aseguran visitados por estos seres. Se vincula su presencia a toda clase de tradiciones locales: enterramientos indígenas, tesoros escondidos (caso en el cual aparecen como bolitas luminosas flotantes), galerías secretas en los cerros, hechiceros, etc. Se los describe en la zona rural como pequeños, anchos y cabezones, parecidos a bebés en dos pies. Los duendes ya van llegando a Arica, por cierto, con casos noticiosos como el reportado en 2003, sobre su supuesta aparición en la ciudad, robando joyas y pertenencias valiosas a algunas asustadas familias residentes. Además, un supuesto duende fue grabado casualmente en un hogar de la ciudad, junto a una pequeña niña que bailaba frente a la cámara de un teléfono, en 2009, causando gran atención por el sorprendente video cuando fue subido al público pocos años después.
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Región de Tarapacá: Todo el sector minero de la plata, las covaderas y el salitre en la pampa de Tarapacá, desde el puerto de Pisagua hasta la Quebrada de Tarapacá, hierve en historias de duendes, enanos y criaturas fantásticas que se aparecían a los viajeros, a los cateadores y los trabajadores de las respectivas épocas. En algunos casos son traviesos; en otras agresivos e inciviles, alejando a los intrusos de sus minas secretas. Rondan cementerios, casas abandonadas, fundos, ruinas históricas, etc., y durante las noches, roban herramientas, espantan al ganado y a veces se los podría observar en la pampa, escondidos entre los tamarugos y los pimientos. El asunto de los duendes habitantes de la pampa fue puesto otra vez en atención con el hallazgo del misterioso cadáver momificado del ser bautizado Ata, en las ruinas de la Salitrera La Noria cerca de Pozo Almonte, hecho en 2003, y al que si bien se le precisó científicamente su naturaleza humana (se lo creyó hasta extraterrestre), corresponde a un extraño cuerpo de menos de 15 centímetros, por lo que se piensa incluso en alguna clase de mutación, pues habría vivido hasta los 6 u 8 años. Las grandes áreas urbanas no se salvan de estas visitas: el Sector Norte de Iquique, junto al barrio industrial, también se han reportado aterradores vistazos de duendes, particularmente en el sector de la Población Jorge Inostroza y alrededores, en las villas nacidas a partir de tomas realizadas en donde estuvo antaño el Cementerio N° 2 de Iquique, con una gran cantidad de otras leyendas fantasmales.
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Región de Antofagasta: En San Pedro de Atacama hay tradiciones orales en Toconao, que hablan de duendes con aspecto de niños pequeños desnudos bailando y haciendo presentaciones grotescas o danzas aterradoras ante los testigos, posiblemente niños no bautizados que murieron sin alcanzar a recibir el sacramento, según interpretan algunos. Por la costa, existe la Caleta de los Duendes, ubicada muy cerca de Tocopilla, junto a la alguna vez llamada Punta Aña o Ana, zona con marejadas al Norte de la Bahía de los Algodonales; en un sector del territorio minero cuyas tradiciones suelen contener muchas historias de duendes. Dicho lugar tenía antaño un muelle propio, una fundición de cobre y una destilería de agua, que quedaron abandonados cuando se habilitó definitivamente el puerto de Tocopilla, ciudad en donde también se mudaron los duendes, si creemos en lo que dicen ver algunos testigos en casas antiguas o sectores históricos de la urbe. Relacionado con la Caleta Duendes está la Quebrada de los Duendes, que desembocaba justo en este tramo de la costa, aunque se secó hace mucho tiempo; y en la misma costa existe la llamada Roca de los Duendes. Hacia el Este, las tradiciones se extienden más allá de la frontera y avanzan por Salta, Argentina, con leyendas como la de los duendes de los Valles Calchaquíes. En Antofagasta también hay testimonios interesantes de algunos residentes más antiguos, algunas muy clásicas, como cierta historia de duendes que jugaban con los niños provocando gran espanto en los residentes, al punto de que un sacerdote debió ir a bendecir el lugar en donde se presentaban.
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Región de Atacama: En el folclore rural y minero de la zona, los duendes también se hacen infaltables. Sin embargo, se creía que los niños no bautizados (apodados "moros") o que no hayan mamado (apodados "patacanes") podían terminar convertidos en duendes, por lo que muchos de los vistos en las faenas, los restos de las plantas mineras y los bordes del río en Copiapó, serían de esta categoría. En el Cementerio Municipal de Copiapó, además, existe una galería de sepulturas en el Patio 17, en donde sería posible ver duendes parecidos a niños de poca edad durante las noches. El caso fue reportado por los propios cuidadores, que en una noche vieron a una criatura como la descrita saliendo de una parte no tapada de un sepulcro, algo que causó pánico entre los trabajadores del camposanto y que aún es recordado en el lugar. También hay casos provenientes de Chañaral, de un supuesto duende que se refugiaba bajo una higuera y salía de ella sólo para jugar con los niños. Por allá cerca de Vallenar, en cambio, se aparece un tierno duende bueno a los niños, en el Valle del Tránsito, regalándole monedas de oro, ya que sería el alma de otro infante no bautizado esperando la redención con sus buenas obras.
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Región de Coquimbo: Hay noticias de duendes en toda esta región, pero se han ido afianzando en el Valle de Elqui, por sus tradiciones místicas y la oferta de turismo cultural imperante, y también en localidades como Salamanca, por las tradiciones que hablan de brujería y magos en la zona, que en algunos casos se valdrían de duendes y gnomos para sus propósitos, o bien estos operarían como intermediarios entre este mundo y el más oscuro, de las tinieblas. En el Elqui, particularmente, se están poniendo gradualmente de moda con las hadas y ninfas, ofrecidas a veces como recuerdos del valle a algunos turistas, siempre con ese rasgo místico que identifica la propuesta de la zona; de hecho, tendrían sus propios y característicos duendes, como veremos más abajo. En la ciudad de Coquimbo, en tanto, hay reportes de avistamientos y hasta supuestas grabaciones, se ha hablado también de apariciones de duendes en el Hospital San Pablo, por ejemplo. Hace poco tiempo, además, se publicó el trabajo titulado "Entre Duendes y churrascas. Rescate de mitos y leyendas de las zonas rurales de La Serena", presentado en la Feria del Libro 2017. Sus autores, un equipo de profesionales vinculados a la Unidad de Innovación y Gestión de la Corporación Municipal Gabriel González Videla de La Serena, recopiló tradiciones orales como las descritas en Almirante Latorre, El Chacay, El Romeral, La Estrella, La Laja, Los Corrales, Pelícana y Punta de Teatinos. Entre otros, rescata el caso de una niña que en El Romeral jugó hasta los 10 años durante las noches con "amigos secretos", junto a un sauce del patio, que resultaron ser duendes. Muy controvertida fue, además, la manifestación de un pretendido duende apodado Ignacio a partir de abril de 1992: en el sector de Gaspar Marín con Rector Roberto Ochoa, en plena construcción de la Villa El Parque de La Serena, unos niños aseguraban que este ser salía desde una tubería para jugar con ellos al comenzar a anochecer, poniendo en alerta a los padres y vecinos quienes organizaron vigilias y aseguraron haber sido testigos de los desplazamientos de una luz y de una figura humanoide de medio metro dentro del ducto.
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Región de Valparaíso: Destacan acá en los territorios interiores, en la cuenca del Río Aconcagua, incluso hacia el lado argentino en Cuyo, en donde hay mucha presencia del mismo folklore y hasta cierta fotografía accidental de supuestos duendes "cordilleranos" (como un caso en el Puente del Inca). Podemos reconocer historias fantásticas en toda la zona, desde Los Andes y el Parque Cerro La Campana hasta Quillota y Concón; en muchos casos los duendes aparecen asociados a brujería, maleficios y tesoros perdidos. La Provincia de Marga Marga, con tradiciones mineras remontadas a la conquista y los lavaderos de oro del Aconcagua, goza también de ciertas tradiciones relacionadas con duendes y experiencias sobrenaturales con estos seres. Una de las leyendas más populares es la de un abuelo y su nieto que, siguiendo risas y gritos de lo que creía un grupo de niños, en la parte más alta de un antiguo cementerio en la Quebrada de Escobar, cerca de Villa Alemana, encontraron un grupo de duendes jugando allí, en lugar de los infantes que esperaba ver. Existe en la Provincia de Petorca, también, la localidad de Los Duendes, al poniente de Catapilco y al oriente de Zapallar, en la Provincia de Petorca, junto a la Carretera E-46, cerca de un cerro homónimo; zona de brujos y de supuestos enanos oscuros que merodeaban por los campos y ocupaban las casas antiguas abandonadas en las haciendas.
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Región Metropolitana: Se ha hablado de duendes desde los orígenes de la ciudad de Santiago, y hasta doña Catalina de los Ríos, La Quintrala, fue señalada como poseedora de uno en su casa. El barrio de La Chimba, particularmente el sector de los mercados, La Cañadilla (hoy Independencia) y Las Hornillas (hoy Vivaceta), en el pasado reportaron una gran cantidad de casos de duendes todavía en el siglo XX. El investigador César Parra rescata casos de 1958, en sectores de calle Escanilla y el barrio del Mercado de la Vega. En la misma década, hubo una serie de reportes de avistamientos de duendes cojos en el sector de Recoleta, algo identificado como demoníaco (el mito del Diablo Cojuelo), los que molestaban a las lavanderas arrojándoles cosas o riéndose con carcajadas salvajes. Oreste Plath también comentó algo al respecto, destacando la presencia de casos en La Cañadilla. Otros tuvieron lugar en el río Mapocho y el Puente de Cal y Canto. En los años treinta, también hubo noticias de supuestos duendes apareciendo a los pies del Cerro San Cristóbal. Algunas adivinas y "meicas" lograban adoptar algún duende, además, para que las ayudara con el diagnóstico de sus pacientes. En 2004 volvió a hablarse de supuestos encuentros, esta vez en calle Einstein de Recoleta; e incluso en Conchalí han existido denuncias de supuestos duendes que moran desnudos en las alcantarillas. Por alguna razón, en la ciudad de Santiago los duendes prefieren esta zona, ubicada al Sur de la metrópoli, pero se destaca también el Cajón del Maipo y Pirque (con su propia oferta de turismo místico), y todo el valle interior de los ríos Maipo, Río Colorado y Estero San José, que están colmados de historias legendarias de duendes cordilleranos, algunas bastante recientes. Se cuenta de razas de duendes locales, de la aparición de un duende rojo, de gnomos usados por los brujos de la zona, de pequeños habitantes de los escondrijos rocosos del valle, de travesuras de estos seres en los campamentos de los visitantes, vigilancias de tesoros escondidos, secuestros de niños y hasta hay un salón de té y cafetería con tienda de venta de duendes artesanales: "El Rincón de los Duendes", llegando a San José de Maipo. La estética de los duendes se repite en varias otras ubicaciones de este sector, en sus decoraciones y hasta en la arquitectura de la turística zona ubicada al Sur-oriente de la ciudad de Santiago. Dentro de la región, hay otras historias en localidades como Lonquén, Peñalolén, Talagante, Melipilla, Isla de Maipo, El Monte y Pomaire. Julio Vicuña Cifuentes recuerda un caso melipillano, de dos hermanas que eran "meicas" asesoradas por sus propios duendes, pero una de ellas fue multada por las autoridades; no teniendo dinero para pagar, su propio duende le consiguió dinero y se lo pasó, pues a veces actúan generosamente sin que sea necesario pedírselos.
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Región del Libertador Bernardo O'Higgins: Existe buena cantidad de historias para fogata sobre duendes aparecidos en campos y estancias del sector interior de Rancagua y en localidades como Santa Cruz, Machalí, Las Cabras y San Fernando. Aquí está también la Quebrada de Duendes, ubicada en la cuenca del río Cachapoal cerca de la Quebrada del Agua Fría y de la Quebrada de Clonqui. Es de corta longitud, y se supone que su nombre proviene del avistamiento de estos seres que pasean por tales comarcas. Además, en el sector Pangal de la cordillera de Los Andes, existe un Cerro Duendes que alcanza los 2.200 metros de altitud, lugar apetecido entre excursionistas y montañistas, en el tramo conocido como Cordón Manantiales, donde las leyendas locales aseguran que el nombre se debe también a estos seres que lo habitan. La Provincia de Colchagua es zona esencialmente huasa en la región, conocida también por las apariciones insistentes de pretendidos duendes en viñas, campos y trigales. Por tratarse de una posible raza especial y característica de duendes de la zona, trataremos el caso de estos más abajo.
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Región del Maule: Cierta tradición de la Provincia de Talca habla de duendes custodiando en el territorio tesoros enterrados o doblones de oro de los tiempos de la Independencia, particularmente en el sector montañoso de Los Queñes, en donde se encontró también, una vez, un pequeño cofre con monedas auríferas españolas de los tiempos de la expulsión de los realistas, que habría pertenecido -según la creencia- a un duende encargado de entregarlo a quien correspondiera. También hay historias de duendes acosando a jóvenes residentes de la zona, persiguiéndolas incluso en los cambios de casa. Autores como Julio Vicuña Cifuentes y Jaime Quezada comentan que, en las cercanías de Cauquenes, en la Quebrada de los Pilones, habitaría una gran cantidad de gnomos en cavernas y cuevas subterráneas de las que salen sólo para robar novillos blancos y a veces gallinas, que usan de alimento, incluso devorando seres humanos en ciertos casos, a los que tientan con banquetes de mucha comida y bebida, atacándolos cuando ya están ebrios (por esta razón, existía allá un brindis que se hacía de visita en casas desconocidas, bendiciendo la copa). Se visten casi siempre iguales, jóvenes, vestidos de rojo. Mucha gente viaja desde ciudades y pueblos cercanos para tratar de verlos, pero son tan diestros y esquivos que se esconden y nunca llegan a encontrarlos si no quieren dejarse ver. Sólo la gente "liviana de sangre" puede lograr el sigilo suficiente para sorprenderlos. Hay notables tradiciones asociadas a duendes y presencias que forman parte de las creencias de Linares, en sectores como Longaví y Liguay.
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Región del Biobío: Las localidades de Chillán, Concepción y el sector de bosques interiores, han sido escenarios de muchas tradiciones sobre hechicería, seres fantásticos y leyendas varias en la región. Se ha contado en el folklore de la presencia de míticos duendes hacia las cuencas de los ríos Chillán, Ñuble y Laja, algo hábilmente explotado en el turístico Parque Mitológico Bosque Encantado, con un circuito por un bosque lleno de figuras de seres fantásticos de las tradiciones y mitos, por el sector del Valle Las Trancas y las Termas de Chillán. En las ciudades de Coronel y Lota existen algunas tradiciones que se enredan con el folclore de la minería del carbón. Hay un hecho histórico que incluso dejó nombre a una calle del barrio Los Lirios de Concepción, además: la Batalla de los Duendes, nombre que dio el pueblo al secuestro de un sacerdote y agitador realista de apellido Díaz, en plenas Guerra de Independencia, a quien los patriotas habían tomado y enviado a Santiago. Al quedar sólo algunas pertenencias suyas abandonadas y ninguna otra noticia, los penquistas creyeron que habían sido duendes los que se llevaron al sacerdote e intentaron atraparlos inútilmente, pasando a la historia el incidente con este extraño nombre.
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Región de la Araucanía: Veremos pronto, que los duendes mitológicos tenían gran presencia en las tradiciones de la Región de la Araucanía, con presencias como las de los Laftraches y los Anchimallén. En realidad existe toda una tradición de seres mágicos equivalentes a duendes, gnomos y enanos en la abundante mitología indígena de la zona, algunos de ellos más rústicos y otros más refinados por combinación con los duendes de mitos europeos. El caso es que la región de bosques nativos y cordillerana siempre ha sido identificada como "territorio de duendes", personajes que los mapuches llamaban en forma genérica como los shechu, sechu o dechu. Por alguna razón, se fue perdiendo o minimizando un poco esta característica con los siglos, pero el turismo y los emprendimientos de artesanos y artistas locales han ido recuperando estas tradiciones de los duendes araucanos y los lugares encantados en donde supuestamente habitan.
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Región de los Ríos: Panguipulli es otra provincia con presencia de tradiciones relacionadas con los duendes patagónicos y las hadas, quizás la más importante en estos contenidos dentro de la Región de los Ríos. La estética y la oferta turística también ha sabido aprovechar esta fama, y en la localidad de Neltume, en donde incluso se han realizado concursos de disfraces representando a estos espíritus de la naturaleza y paseos de carros alegóricos, en la llamada Fiesta del Bosque. El mayor hito de la provincia en cuanto a "explotación" de duendes, sin embargo, puede estar en la Reserva Natural Huilo-Huilo y su hotelería, que ha utilizado con gran sentido estético estas tradiciones y el concepto de los lugares mágicos como oferta cultural de aquellos territorios. Muchos trabajadores locales de la madera, además, mantienen una verdadera actividad de producción de duendes artesanales para la ornamentación local y los recuerdos de los visitantes. Desde 2004, la Fundación Huilo-Huilo apoya a pequeños talleres de artesanía que fabrican estos duendes en Neltume y Puerto Fuy, piezas que son comercialmente cotizadas en el mercado chileno y extranjero y que han logrado imponerse con una identidad bastante propia.
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Región de los Lagos: La tradición de los duendes patagónicos de este sector se extiende en un amplio territorio que va desde la cuenca de Llanquihue hasta el Nahuel Huapi y San Carlos de Bariloche del lado argentino, con gran importancia para la iconografía del turismo desplegado en todos aquellos destinos, combinando elementos relativos a las tradiciones locales de duendes, como los revisados más arriba, y los importados culturalmente desde Europa. Mucha influencia europea se percibe en ellos, especialmente de las colonias alemanas establecidas en la zona. Se trata, en todos los casos, de supuestos duendes y hadas habitantes de bosques, campos y ríos, generalmente benéficos y bonachones con los hombres, poseedores de cierto encanto, aunque en algunos casos más cercanos al mundo oscuro de la brujería y la maldad. En Valdivia, por ejemplo, existe la leyenda de las rondas de duendes, vistas atrás de la Laguna de Saval y que llaman la atención de los caminantes nocturnos con un resplandor en la distancia; al acercarse, descubren pequeñas figuras humanas danzando alegremente, vestidas con trajes vistosos, pero comienzan a desvanecerse ante la mirada del intruso. En Osorno son un poco más agresivos: molestan a los niños, les arrojan manzanas en la cara o causan alboroto en las casas. Un caso famoso de la ciudad fue el de una residencia en donde los duendes "jugaban" arrojando objetos a los dueños, como piedras de morteros, o colgando la ropa tendida al Sol en altas ramas de los árboles del patio. Los indígenas huilliches de la zona creen que se trata de espíritus condenados y despreciables, causando problemas, perturbando la vida familiar, provocando crujidos de muebles y robándole los animales a los pastores. En la Isla Grande de Chiloé, en tanto, casi no hay familia que no tenga un miembro asegurando haber visto un duende, alguna vez en su vida, pues parecen corresponder a una raza local y de milenaria existencia en el archipiélago, según la leyenda, por lo que hablaremos de ellos más abajo. Aunque forman parte de las historias e iconografía del turismo cultural en la zona, se ha ido perdiendo la representación y comercio artesanal de estos duendes en la isla, sin embargo, priorizándose personajes más potentes del folklore de la isla como el Trauco, el Invunche o el barco fantasma "Caleuche". En Chiloé se habla también del Anchimallén de los mapuches, pero más como un personaje que como una raza, siendo descrito como un duende con forma de niño, que salta sobre sus víctimas para beber su sangre.
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Región de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo: Los duendes han dejado su huella en la toponimia, como sucede con la Laguna del Gnomo o del Duende en el Parque Nacional Queulat, destino que parte del creciente atractivo turístico de esta zona del país, en la Patagonia Occidental. Conocida también como la Laguna de los Duendes y formando parte de los senderos del llamado Bosque Encantado, es alimentada por un glaciar de la zona, además. En la región está también está la Península del Duende, ubicada cerca de la Península del Taitao y de los misterios del monte Melimoyu (con sus propias tradiciones fantásticas y mitológicas), con un fondeadero próximo en el Abra de Burns, sector Islas Guaitecas. Es una agreste localidad costera que alcanza casi 800 metros de altitud cerca de la Entrada Cornish, situada por el lado Oeste de la Reserva Nacional Las Guaitecas. Acá en la región, los duendes van de la mano de tradiciones de los pueblos originarios que la habitaron y las leyendas que afloraron durante la colonización, como la Ciudad de los Césares y las grandes exploraciones de los territorios.
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Región de Magallanes y la Antártica Chilena: Los duendes de esta región se relacionan especialmente con las tradiciones de los pueblos indígenas virtualmente extintos durante la conquista y colonización del territorio, pero siguieron afianzándose y agregando elementos durante exploraciones del territorio en el siglo XIX. Un antiguo jefe aónikenk llamado Papón, por ejemplo, colaborador del Gobernador Diego Dublé Almeida, decía haber visto en el extremo austral chileno, hacia 1870, varios seres extraños durante un viaje, incluidos los infaltables duendes y seres malignos del folklore nativo llamados walichos. El argentino Ramón Lista, en tanto, también comentó de estas criaturas fantásticas y otras parecidas, en su exploración realizada hacia 1890. En años más recientes, se han incorporado también elementos de la literatura y cultura popular a las tradiciones de duendes de Punta Arenas, como los admiradores de Tolkien y los encuentros denominados "Taller Recrea Cuentos" de la ciudad, que han ampliado la presencia de los duendes en el imaginario colectivo del extremo Sur del país.
El Chuviño. Imagen base: Portaliradio.cl (lleva la
firma de Kaek, 2015).
Duende chilote, en una feria artesanal de Cucao.
Duende "de la fortuna y la prosperidad", en un local comercial del sector Huillinco, en Chiloé. Fabricado por un artesano de la misma localidad.
Quetronamun, duende mapuche de una pierna y rasgos
de pato.
Ilustración de una Chullpa
(monumento funerario andino) ubicada al interior de la cuenca del Río Lauca, en
la Región de Arica y Parinacota. Su tamaño, inferior a la altura de un hombre
promedio, podría hacer de las chullpas posibles orígenes del mito de los
Gentiles.
Los seres pequeños y humanoides están presentes
en varias leyendas del mundo andino. Una de ellas es también la del Ekeko,
personaje-amuleto originado en estatuillas bolivianas antiquísimas como la de la imagen,
correspondiente a un hallazgo de influencia tiawanakota.
Hay sujetos o personajes de la mitología en Chile,
correspondientes a duendes y enanos con nombre o mote propio, generalmente
portando
rasgos simbólicos de representación que van desde lo arquetípico hasta la
asociación a principios de convivencia humana, positivos o negativos (lujuria,
generosidad, ambición, temor, comercio, etc.).
Los personajes duéndicos del legendario presente en Chile también
están distribuidos geográficamente, en algunos casos más o menos relacionados
con los mitos nativos que les dieron origen, y en otros fundidos con las
tradiciones importadas desde el vecindario o desde Europa, en el caso de las más universales sobre gnomos, kobolds,
pixis y trasgos.
Ordeno esta nómina geográficamente, de Norte a Sur, para
facilitar la comprensión del recorrido:
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Muki: Es un curioso enano minero de la mitología andina peruana, en la cordillera central. Está presente en tradiciones de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y parcialmente en Chile según ciertas fuentes, en el sector de más al Norte de los territorios peruanos incorporados al país tras la Guerra del Pacífico. Muki mide medio metro cuanto mucho, es ágil y en actitud a veces hostil si se siente invadido; su cuerpo es musculoso, no tiene cuello, su cabello es color de oro, piel blanca, orejas puntiagudas, soliendo cargar una lámpara de carburo o parafina. Se viste con un poncho, botas y, en ocasiones, un casco o bonete. Llamado también Chinchilico, Juschi y Anchancho, suele aparecerse en las minas (las que habita) y en lugares en donde haya agua, como ríos o acequias. Como sucede con muchos otros duendes, trata de secuestrar niños que no estén bautizados, causándoles pavor, el mal del "espanto" y hasta palideciéndoles la piel del susto, si acaso no se los lleva; también engaña a los mineros, en ocasiones concediéndoles deseos en forma tramposa, pero en otros casos siendo generoso con ellos. Muchos han tratado de capturarlo, pues se cree que concederá tremendas riquezas a quien lo obligue a trabajar en los yacimientos de oro, plata y cobre. Su origen parece estar en la asociación de los gnomos o duendes con espíritus malvados de la tradición andina dentro del folklore minero, pues vaga por las galerías subterráneas y sus propias cuevas hacia escondites en el subsuelo de las pampas, montañas rocosas y desiertos. La forma de detectarlo es arrojar al suelo harina, talco o cenizas para verificar después si aparecen estampadas sus huellas. En algunas tradiciones, Muki es una especie de raza de duendes, pero generalmente se habla de él como un sujeto.
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El Barreterito: En Atacama, es otro duende de la tradición minera y quizás con alguna relación con Muki. Barreterito, muy querido en el gremio, se encarga de acompañar secretamente a los mineros en las galerías y de avisarles de la existencia de más material valioso existente en las vetas, lo que hace con ruidos de trabajo de martillo y barreta, especialmente en los yacimientos de oro y plata. Su característico martilleo ha sido escuchado por muchos hombres desde el fondo de las galerías, generalmente cuando los mineros están descansando o cuando la mina ha quedado en receso. Por todo el país se hallaban testimonios de haber oído a Barreterito, pero especialmente en la pampa, desiertos y valles mineros. Rara vez se deja ver, sin embargo. Llamado también Huecú en la zona de Ovalle, algunas creencias dicen que Barreterito es la encarnación de un simpático y dicharachero minero de antaño, que murió aplastado por el desplazamiento de un planchón de material en un triste accidente. Plath señala que es también como un fantasma y que no hay minero que no crea en su existencia.
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Llastay: Llamado también Coquena, este personaje mágico procede de la mitología andina, particularmente de tradiciones quechuas, calchaquís y diaguitas, habiendo sido conocido de la Región de Atacama y Coquimbo, y en las provincias del Norte de Argentina del sector de la Puna, en donde es muy popular y de identidad localista. Su aspecto natural es de duende pero con trajes autóctonos, de poncho lanar, aunque puede asumir otras formas. En el Norte de Chile, se lo tomaba por una especie de pastor y líder "natural" de los guanacos, animales con los que parece encontrarse en su medio. Es capaz de dominarlos con sus gritos y órdenes, incluso convirtiéndose en uno de ellos para despistar a los criadores y cuidadores, cuando llegan al rebaño. Se dice incluso que sume el aspecto de un guanaco blanco o en llamas, luminoso, que ha tratado de ser cazado en vano por los algunos, pues traería fortuna su captura. Sus huellas son de guanaco, al parecer también cuando está en su forma falsamente humana. Si se siente violentado, Llastay puede asumir una forma antropomorfa de rasgos horribles; y si debe escapar, se hace invisible, fundiéndose con el viento.
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El Chuviño: Corresponde a una extraña y escurridiza criatura del Norte Chico, especialmente de la Provincia de Coquimbo, que se ha descrito como semejante a un mono, animal que no pertenece a la fauna chilena, curiosamente. En muchos aspectos, equivale a los famosos gremlins, y hasta algo de demoniaco se le adjudica, por corresponder a un ser bellaco y saboteador, que provoca daños en objetos, altera situaciones en contra de los hombres y posee poderes especiales que causan miedo, angustia y alboroto entre los animales de los corraleros y caballerizas, aunque nunca llega a provocar heridas en los seres que molesta. Hay caballos que se han suicidado de desesperación, para liberarse de su interminable acoso. Su objetivo siempre es desesperar y angustiar a humanos y bestias: humillarlos y hacerlos sentir derrotados, sumidos en la exasperación y en el tormento, sobrepasados por imprevistos y problemas repentinos, como desperfectos de artículos, pérdidas de llaves, desaparición de dinero, tropiezos, etc. En cierta forma, el Chuviño representa a las fuerzas de la entropía y la frustración con las que siempre lidia el ser.
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Rapahango: Espíritu benigno y generoso de la Isla de Pascua, representado en la cultura Rapanui como el equivalente a un duende, que solía hacerse presente en donde se realizaran grandes banquetes exigiendo una porción para él, sentado en la mesa: "¡Dadme a mí algo de pescado!", exclamaba, según comenta Plath. Pero Rapahango no se comía la parte que le servían: la llevaba hasta alguna residencia en donde había visto gente hambrienta en la isla, gritándoles desde afuera a sus moradores: "¡Recibid y comer!", entregándoles así su plato. De alguna forma, Rupahango representa la conciencia del que posee en abundancia frente al que necesita, en lo más básico.
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Shompalhue: Llamado también Shompalgüé (traducible como Crespo-Alma) es un enano habitante de los lagos cercanos a comunidades mapuches, que a veces se enamora y roba alguna mujer joven o chiquilla de un clan, pero dejando a cambio una gran cantidad de peces cerca de la orilla, como intento por compensar su fechoría. Es un ser de color negro, piel oscura y pelo rizado, muy crespo y corto, rasgos negroides que no estaban en el conocimiento de los pueblos de la Araucanía hasta tiempos de la Conquista y la Colonia, curiosamente. Cuando se molesta o se siente atacado, Shompalhue puede producir grandes tormentas sobre los lagos que son su residencia.
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Trekauko: Se trata de un curioso duende de la zona de influencia mapuche que seduce a las mujeres y procrea hijos deformes o enfermos producto de estas relaciones. Tiene una clara relación fonética y conceptual con el Trauco de Chiloé, por lo que parecen ser interpretaciones versionadas geográficamente de un mismo mito.
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Sechu: Era un enano aterrador y de horripilante fealdad, muy malvado, proveniente de las creencias mitológicas mapuches del sector patagónico Norte. Las descripciones sobre su hórrido aspecto pueden haber influido también en la del Trauco de Chiloé. Algunas fuentes lo describen como una raza de duendes, pero parece ser más bien un individuo. Como podría tratarse de un Anchimallén (ver más abajo), podía transformarse en una fugaz luz brillante que se aparece por los caminos, llanuras, los techos de las casas y entre las patas de los animales, pudiendo dejar ciega a la persona que lo mire.
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Quetronamun: Enano monstruoso de la mitología araucana, descrito como un duende solípedo o enano de una sola pierna que camina a saltos, según autores como Ricardo E. Latcham. La aparición del llamado Quetronamun o Quechronamun suele anticipar desgracias, muertes y tragedias, pero si se ven las huellas de su único pie dentro de una habitación o cerca de ella, parecidas a las de un niño y de dedos muy abiertos, es señal de posible buena fortuna en camino. Algunas versiones dicen que el duende tendría cabeza de pato o parecida, lo que explica su nombre (Quetro = Pato, Namun = Pierna). Versiones posteriores a la de Latchan, sin embargo, fueron alterando la descripción original del personaje.
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Yufenche: Un duende anunciador de lluvias en la tradición mapuche en la Araucanía, con gritos de alerta que suenan "¡wek, wek, wek!". Nacido de una relación furtiva entre Tretauko y una mujer humana, Yufenche suele ser bonachón y hasta juega al palín con los hombres, cuando decide salir de los bosques en los que se esconde.
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El Trauco: El más famoso de los personajes fantásticos de la mitología de Chiloé, llamado también Chauco, Pompón del Monte, Huelle, Cusme, Duende de Tronco o, impropiamente, el Ruende (que en realidad es otra criatura fabulosa). Es un enano de no más de 80 centímetros, vestido en forma muy rústica, con trozos de árboles, cañas y de planta quilineja, de apariencia repulsiva, deforme y andar bruto; en algunas descripciones, sus pies son sólo muñones sin talón ni dedos. Suele cargar objetos como un hacha de piedra y un bastón "pahueldún", además de un sombrero cónico de ramas. Vive y vaga entre los bosques espesos, a veces en troncos huecos, saliendo de vez en cuando para acosar a las mujeres que anden solas por los caminos o los senderos de la isla. Posee una fuerza descomunal, que le permite derribar árboles con sólo tres golpes de su hacha, y un extraño poder de seducción con el que aturde a las muchachas y las posee sexualmente, incluso pudiendo hacer que ellas mismas salgan a buscarlo hipnotizadas, entre los matorrales y arboledas, para entregarse a él tendidas en el suelo. Una mujer que comienza a tener sueños eróticos, especialmente si es virgen, está cayendo bajo la seducción a distancia del Trauco, razón por la que se ha explicado con sus maldades a muchos embarazos accidentales entre las jóvenes solteras. Si alguien lo interrumpe o intenta atraparlo, puede provocarle la muerte de inmediato o a corto plazo, y con su aliento causa parálisis en el rostro, dejando la boca torcida a sus contrincantes. Carlos Keller comentó de las semejanzas entre el Trauco y los faunos de la mitología clásica.
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El Peuquén: Llamado también Piuquén, es un duende de la zona del Reloncaví y de Chiloé, que se viste con hojas y ramas de avellano, árbol del que fabrica también un hacha que carga siempre con él. También lleva un sombrero hecho de corteza del árbol y suele morar por los montes. Luce como un hombrecito lascivo y terrorífico que, al igual que el Trauco, embeleza y seduce sexualmente a las mujeres. Puede que ambas tradiciones se hayan fundido en algún momento. Sin embargo, el Peuquén aparece mencionado por el explorador Guillermo Cox en el siglo XIX, en su "Expedición de la Patagonia Norte", sobre su viaje ejecutado entre 1862 y 1863. Además, tiene ciertas semejanzas otro pequeño personaje llamado Pombero, de las tradiciones gauchas argentinas.
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La Fiura: Es identificada comúnmente como la pareja o compañera del Trauco (la Trauca) y en otras como su deforme hija producto de la unión sexual con una mujer ya madura que cayó condenada por su hechizo. Se trata de una mujer de aspecto repugnante, viciosa, aliento fétido y mirada aterradora, de no más de medio metro de altura y larga cabellera oscura, que vaga por pantanos, caminos abandonados y senderos rurales de Chiloé provocando pavor a los viajeros solitarios. Es perversa, lujuriosa y malévola, aunque en ciertas tradiciones mapuches y huilliches no se trataría de una sola mujer, sino de una raza de mujeres infernales con estas características. La Fiura daña a los animales de los corrales y rebaños dejándolos "descuadrilados", y canta canciones hermosas cuando se baña en los ríos para hacer caer a los hombres (como las nereidas o sirenas), usando su aliento venenoso para someterlos sexualmente, a través del llamado "mal del aire". Si la rechazan, procura males horribles al que la hizo sentir despechada. Sin embargo, como no puede tener hijos o bien éstos nacen muertos o deformes, intenta ser madre secuestrando niños pequeños de los pueblos para criarlos como suyo, pero también acaban falleciendo ante su incapacidad de darles cuidado.
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Habshi: Es un duende de las tradiciones fueguinas onas o selknams, de color marrón o castaño oscuro, el mismo de los árboles muertos o podridos en los que habita. Suele rondar lugares en donde haya bosques quemados; come en forma obscena, prefiriendo los sesos de guanaco, y a su paso va gritando "¡cooh, cooh!" con gran estrépito, sin temor a ser descubierto. Es corpulento y muy fornido, por lo que las lanzas y flechas de los hombres no lo hieren. Cuando encuentra una aldea o campamento desocupado por los cazadores o viajeros a los que pertenece, lo destruye y le provoca grandes daños, como echar abajo las chozas, volcar los cántaros con agua y apagar las fogatas.
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Olum: Es uno de los espíritus convocados en la ceremonia Hain de los onas de la Tierra del Fuego, en la iniciación del kloketen. Aunque no era representado en los disfraces rituales (se supone que jamás debe ser visto por mujeres o niños), se lo describía como un ser pequeño, de la mitad o menos de altura de un hombre, que conociendo las artes de los magos "revivía" a los kloketen simbólicamente asesinados por el terrorífico espíritu femenino de Xalpen. Era un enano fornido, muy fuerte y que daba pelea frente a frente a los hombres más hábiles, deporte que parece gustarle mucho, venciéndolos en todos los casos. Cuando no es convocado, Olum vive bajo la tierra, y se lo considera un ser bueno, positivo y liberador.
Caricatura del "Duende del Remolino" que se
aparecería en la localidad de Altovalsol, en el Valle de Elqui. Fuente imagen:
Diario El Día.
La Fiura, enana malévola y promiscua de Chiloé,
de horrible fealdad. Ilustración de Jaime Patricio Romero González en su
recopilación "Mitología de Chiloé" (1997).
Duende patagónico, artesanías de Panguipulli
(Programa "Seres Mágicos" apoyado por la Fundación Huilo Huilo). Fuente imagen:
ElNavegable.cl.
Finalmente, cabe indicar que existen en las tradiciones y
el folklore de Chile algunas categorías de duendes que podríamos definir como
razas o comunidades de los mismos, también distribuidas por todo el territorio y
con diferentes grados de dispersión en cada localidad.
Nuevamente, como sucede con todo lo revisado hasta ahora, se
puede advertir que los rasgos culturales e identidades de cada territorio van
reflejando en el mito de estas clases de duendes, algunos elementos propios, como una
extensión de la identidad local para cada caso.
También los presentaré, a continuación, ordenados
geográficamente, de Norte a Sur:
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Los Gentiles: Desde la Región de Arica y Parinacota hasta el Norte de la Región de Antofagasta, existe la leyenda de los Gentiles o Gentilares, muy difundida en el mundo andino peruano y boliviano, expandida por el extremo nortino de Chile, en los territorios interiores. Se describe a una humanidad prehumana de pequeño tamaño, un metro o menos, compuesta por seres que trabajaban en las pampas y desiertos en actividades mineras y agrícolas, pero siempre de noche, pues no podían ver la luz del Sol o morían calcinados de inmediato. Se los recuerda parecidos a niños, juguetones, habitando pequeñas casas de bajos murallones, cuyas ruinas están dispersas en diferentes localidades de Parinacota, Pampa de Camarones, Isluga, Quebrada de Tarapacá y Alto Loa. Los lugareños aseguran que a veces aparecen también los pequeños huesos de los Gentiles, a ras de suelo, que se apresuran a sepultar temiendo alguna represalia divina. Se extinguieron castigados por el cielo con un eclipse solar, que les hizo creer a estos enanos que el Sol se había apagado, saliendo contentos de sus refugios y casas; pero la Luna siguió desplazándose y al volver a salir el Sol, todos los engañados Gentiles perecieron calcinados por la luz. Hoy, sólo se pueden ver sus ruinas y sus almas fantasmales jugando por los valles, tomados de la mano o moviéndose como niños, dejando atrás la tragedia que apagó su primitiva civilización.
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Los Ekekos: De origen boliviano, en la órbita andina estos personajes parecen haber alcanzado a ser conocidos al interior de Tarapacá en Chile y en parte del Norte de Argentina, producto de las ancestrales rutas comerciales prehispánicas entre la pampa y el Alto Perú, además de la misma influencia cultural altiplánica sobre esos territorios. Se trataba de una pequeña humanidad habitante de las serranías altiplánicas y que tenía la virtud de conceder deseos y llamar a la fortuna. Los indígenas de la zona los representaban en principio, en piedra y luego en cerámica, como seres jorobados, desnudos, de pequeño tamaño y rasgos grotescos. La creencia había sido adoptada por los pueblos aymarás y luego por los incas, aunque hay quienes son de la opinión de que los Ekekos o Ekakos estarían relacionados con las antiguas estatuillas de énfasis fálico producidas desde antes en Perú, por pueblos de órbita incásica. Los pequeños personajes de culto popular en territorios bajo vieja influencia tiawanacota, alegorizan tanto como procuran la abundancia y la fortuna. No sólo era tomado por los aymarás como una representación, sino que se los creía reales: la creencia de que efectivamente eran entidades existentes, fue registrada por el cronista colonial y sacerdote Ludovico Bertonio en un diccionario de 1612, viendo con inquisitivo temor y recelo tales cultos paganos al "Ecaco" (así lo llama) entre la sociedad indígena, recomendando su extinción de la misma forma que a la veneración del dios Tunupa. Hoy, los Ekekos siguen siendo producidos como amuletos, generalmente representados como un comerciante indígena o mestizo vestido al modo tradicional serrano y cargado de objetos, baratijas, sacos y bolsas, aunque con el correr de los años se ha ido modernizando y perdiendo parte de sus características más esenciales en el comercio.
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Los Duendes Elquinos: Aunque era inevitable que el perfil místico y de turismo cultural espiritualista que se ha dado al Valle de Elqui, atrajera también el concepto y la iconografía de los duendes a la propuesta patrimonial de la zona, los antecedentes de estos personajes allá se remontan a las leyendas de origen diaguita, perdurando con varios casos en que se han denunciado apariciones o encuentros con ellos, en diferentes localidades del mismo valle. El legendario incluye a uno o más duendes que vivían y asomaban en el sector de Bellavista, Algarrobito y también en Altovalsol, tratado este último por Cristián Riffo Morales en "Altovalsol. Crónica de un pasado histórico". Allí, había un gnomo que se aparecía a veces con un remolino de la cintura hacia abajo, que impedía verle las piernas, caminando a saltos. Más recientemente, se ha hablado de duendes en el tranque Puclaro. En Cochiguaz, en tanto, hay varios testimonios parecidos y un conocido místico ermitaño y sanador local, el "maestro" Ramón Rodríguez, aseguró en 2007 tener varias fotografías de duendes, pero falleció en España antes de revelarlas públicamente, en julio del año siguiente. Rodríguez decía que eran seres espirituales, unos buenos y otros malos; pero quienes lograron ver esas instantáneas, aseguraban que había más bien pequeñas y misteriosas luces en los jardines de su residencia, semejantes a luciérnagas. Hoy, incluso existe allí en la localidad un "Domo de los Duendes", entre los hospedajes junto al río Cochiguaz.
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Los Duendes Colchagüinos: Aunque no difieren mucho de los demás duendes de las leyendas rurales, los Duendes de Colchagua parecen corresponder a una raza propia y local, habitantes ancestrales de la zona, según la describen en el folklore. Generalmente, tienen aspecto de niños pequeños de menos de un año, vestidos en forma precaria, con mantas cortas o polleras, en telas grises o albas. Los hay blancos, buenos, y negros, malos; en ocasiones como duende tradicional, con sombrero de punta y barbados. En otras versiones, miden media vara de alto y visten como religiosos, trabajando para los brujos y apoderándose de casas abandonadas. A veces, hacían amistad con los residentes de las casas de campo, pero son enamoradizos y celosos con las mujeres, maltratando a quienes se acercaran a ellas y persiguiéndolas en los cambios de casa. Se los culpa también de robos de objetos en las viviendas, de arrojar bosta de caballo en las ollas de las cocinas, de maltratos a niños y de extrañas lluvias de piedras que ellos provocarían sobre el tejado de algunas casas, selectivamente castigando a sus moradores, por alguna razón. Un famoso caso de la tradición oral decía que todos los días caían lluvias de estas piedras sobre una casa colchagüina, a una hora exacta del día al caer el Sol y hasta pasada la medianoche, caso que atrajo a muchos residentes de la zona durante un tiempo, interesados en ver el extraño fenómeno atribuido a los duendes. Se cuenta también de frecuentes apariciones de esta comunidad de gnomos en los campos y los cementerios, y que la única forma de expulsarlos de una casa es insultándolos en forma soez, haciéndoles gestos obscenos o incluso dejar excrementos humanos, ya que odian la fetidez.
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Los Laftraches: El Abate Juan Ignacio Molina comentaba en el siglo XVIII sobre el mundo sobrenatural de los indígenas araucanos, que "su credulidad se manifiesta particularmente en las serias relaciones que hacen de las apariciones de fantasmas, y de los duendes, acerca de los cuales producen infinitas fábulas". De entre estos duendes, particularmente, destacaban los Laftraches, nombre dado por los mapuches a una supuesta humanidad diminuta que coexiste con los hombres, traducible como "Gente pequeña". También los llaman Caftranches, y son el equivalente nativo en el territorio chileno y parte del argentino a los gnomos europeos. Provienen de un No-Mundo que la cosmovisión mapuche identifica como el Minchenmapu, es decir, la Morada de los Espíritus del Caos o del Desorden, pero lograron escapar de allí algunos, tras una gran guerra entre los wekufes (espíritus oscuros invocados por hechiceros) que los habitaban y los pillanes (espíritus poderosos del culto a los ancestros). Son seres diminutos habitantes del paisaje, que pudiendo ser buenos o malos, solían andar solitarios, vagando entre bosques nativos especialmente los de lengas, araucarias, ñires y coihues. También pasean por campos sembrados, dejando pequeños excrementos y pisadas a su paso, pero desplegando ciertas actitudes hostiles hacia los hombres cuando son descubiertos, o refugiándose por las entradas a su mundo interior, bajo el suelo, denominado Laftrache Mapu.
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Los Anchimallén: También provenientes de la mitología mapuche, eran confundidos a veces con los Laftraches. En ciertas ocasiones, aparecen descritos como una raza de enanos sin tripas, de aspecto infantil y de cola luminosa, pero existiendo con un pie en un mundo más espiritual y terrorífico, pues cumplía con un rol equivalente a una especie de mensajero o anunciador de la muerte o de enfermedades catastróficas, si se deja ver en el mundo de los vivos. En otras ocasiones, sin embargo, se refieren a ellos como Anchimalén, Anchimalhuén, Chimalguén o Chimalén, entre otras corrupciones fonéticas zonales. Siempre se trata de criaturas humanoides pequeñas, descritas como seres parecidos a niños muy pequeños, casi bebés (incluso emitiendo un grito parecido al llanto de un neonato), pero de andar veloz. Originalmente, sin embargo, eran más bien espíritus luminosos o que lograban transformarse en esferas de luz y rayos destellantes ante los asombrados testigos, probablemente relacionados con fenómenos naturales (centellas, estrellas fugaces, fuegos fatuos, etc.). Se los veía fugazmente antes de desaparecer, especialmente en las noches o batiéndose en contienda, entre dos o más de ellos. Podía causar ceguera, dejar tuerto, aturdido o "enlesado" (atontado) al observador, por lo que se recomendaba no acercarse ni perseguirlo. Sí se los podía usar en la brujería, como criaturas favorables a un propósito benéfico o malvado según la voluntad de un hechicero calcu, debiendo ser bien alimentado con sangre fresca, leche con miel, frutas en almíbar y a veces hasta chicha, o de lo contrario moriría de hambre o se escaparía con otro dueño. Ya que se los describe en el folklore mapuche como esferas de fuego, no han faltado quienes intentan asociar la creencia a ancestrales visitas cósmicas, naves espaciales y alienígenas. La dispersión geográfica de la leyenda de los Anchimallén llega incluso hasta el Nahuel Huapi, en Argentina.
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Los Duendes de Bosques Patagónicos: Desde los tiempos de los buscadores de la Ciudad de los Césares como el Padre Mascardi y las conquistas de territorios encantados en los valles andinos de la Patagonia por los primeros colonos, se cuentan leyendas de duendes y gnomos habitantes de las forestas naturales de alerces, raulíes, coihues y araucarias del paisaje austral chileno y argentino, más o menos desde la zona de Concepción hasta Magallanes, de costa a costa. A diferencia de los duendes pertenecientes a las tradiciones indígenas o rurales nativas, estos son representados más acordes al modelo europeo de gnomos por tratarse de incorporaciones más recientes y criollas al legendario local: como trasgos y kobolds, generalmente ancianos o niños, con vestimentas ligeras, orejas puntiagudas y bonete cónico, a veces descritos como espíritus de la naturaleza y los bosques. Sin embargo, leyendas indígenas de la zona señalan que los nativos tuvieron alguna vez una gran guerra contra unos diminutos seres parecidos a los Anchimallén, en el Cerro Tronador de la frontera chileno-argentina, frente a Bariloche, de acuerdo a comentarios del propio Mascardi, por lo que la convivencia no siempre fue pacífica. Han dado pie a una intensa iconografía turística patagónica a ambos lados del límite internacional, sostenida también por artesanos, talladores de madera, pintores y ceramistas.
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Los Duendes Chilotes: Dijimos ya que el Archipiélago de Chiloé cuenta con sus propios duendes "históricos", al igual que sucede con tradiciones de brujos, hadas y sirenas de mar. Esta raza de duendes o gnomos surge de las fusiones hispánicas e indígenas, y representa parte del valor cultural y turístico para la isla grande, como hemos visto. Aunque las descripciones son variadas o ambiguas, se dice allá que tales duendes meten en las casas, roban alimentos, herramientas y pequeños objetos de valor. Corren por los pasillos de las casas, mascan las frutas de los árboles y pasean en las noches por los campos, a veces confundiéndose sus huellas con las de roedores, murciélagos y los escasos zorros de la isla. Son conocidas las historias de campistas que dicen escucharlos en sectores como el Parque Nacional Chiloé, Bahía Cucao, Dalcahue o Quellón; también cuidarían el enterramiento de un tesoro pirata en Isla Imeldeb. Los perros los detectan y les ladran, pero son tan veloces y rápidos que logran esconderse siempre, no siendo alcanzados ni por bestias ni por hombres. Los brujos pueden usarlos a su favor, pero deben ser generosos con sus duendes o se les escaparán, dominados por su impulso indómito. Un buen hechicero es capaz de arrebatarle su duende a otro de menor rango.
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Los Tachwel: En tradiciones aónikenk y tehuelches orientales, los Tachwel, Tachwüll o Táchul, corresponden a una especie de duendes mitológicos de los indígenas de la Patagonia Argentina, que alcanzó a conocerse también en el lado chileno, según veremos. Al parecer, los indígenas patagones interpretaron que ciertas armas, boleadoras y objetos de piedra encontrados en sus territorios pertenecían a una pequeña protohumanidad con ese nombre, correspondiente a duendes velludos con ciertos rasgos de bestias, que habitaban y trabajaron la piedra en las montañas australes. Se los describe extintos en algunos casos, a causa de una gran catástrofe planetaria, y en otros reducidos a una pequeña comunidad sobreviviente entre los montes. En los bordes occidentales de la cordillera patagónica austral y las quebradas cercanas al Golfo de Penas, existió también un grupo indígena llamado Tatchwell, posible origen de la leyenda. Autores como Jaime Said, sin embargo, se refieren al Tachwüll como un personaje enano, individual, que tenía un taller para hacer las bolas de piedra en las quebradas.
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Los Chélep: Muy posiblemente relacionados con el mito de los Tachwul, son los que dijimos mencionados por el jefe aónikenk Papón, amigo y colaborador del Gobernador de Magallanes Diego Dublé Almeida, y más detalladamente por un criollo aceptado en esa comunidad indígena, llamado Santos Centurión, ambos testimonios de la segunda mitad del siglo XIX. Se trataba de una raza de gnomos peludos y simiescos, habitantes de la precordillera oriental patagónica, en la región magallánica, en donde pudo ver sus casas de piedras. Como se creía con los Tachwul, las boleadoras de caza de origen paleoindio, abandonadas en los llanos de la Patagonia Occidental, serían obra de esta raza de duendes.
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Los Yosis: Es una raza de duendes extintos, habitantes de los canales de la Tierra del fuego, en la mitología ona o selknam. Eran seres pequeños pero rodeados por un aura de tenue luz, de buena contextura y mucha belleza, con capacidades mágicas como la desaparición a voluntad y la condición de volverse etéreos, lo que impide poder tocarlos. No son amistosos, sin embargo: van por la isla molestando a los hombres, arrojándoles piedras o palos y tratando de asustarlos o inquietarlos con gritos, gemidos y alaridos extraños, provocando y apareciéndose en pesadillas. Suelen andar en grupo, pues son tímidos, pero cuando ven mujeres atractivas las seducen con sus poderes y se relacionan sexualmente con ellas. Su origen está en Yosi, un ancestro o howen de los onas, que tras enamorarse perdidamente de Shispi, debió soportar una maldición del padre de ésta, el mago xoon Wuomshka, quien envió a Kiyonishá para separar a la pareja con calamidades y catástrofes. Al enfrentarse Yosi y Kiyonishá, este último venció y convirtió a la pareja en dos enanos, que a la larga serían fundadores de la estirpe de los pequeños Yosis fueguinos.
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Los Yefacel: Corresponden a uno pequeños seres humanoides, desnudos y calvos, con sólo unos tres o cuatro pelos tiesos en la corona de la cabeza, descritos en las tradiciones de los indios fueguinos yámanas, en el extremo austral de Chile y del continente. Sólo los magos yékamus pueden verlos e invocarlos en sus sueños, usándolos así para protección contra maleficios y enfermedades, como un amuleto. Algunas creencias yámanas sugerían que cada persona posee un Yefacel como una suerte de "ángel de la guarda", que lo abandona y queda libre sólo cuando se muere.
Comentarios recuperados desde el lugar de primera publicación de este artículo, en el sitio URBATORIUM:
ResponderEliminarghostour25 de marzo de 2018, 12:15
Excelente reportaje. Como siempre.
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Unknown29 de julio de 2018, 13:59
Muy Muy bueno
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Unknown12 de enero de 2019, 11:48
excelente
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luis8623 de agosto de 2019, 00:59
Que buen trabajo, por cierto, sabes algo de los perpentreros, unos duendes del sur, que esconden las cosas que uno pierde en la casa?
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Diego25 de septiembre de 2019, 22:52
Muy buen registro y compilación de los mitos de duendes y seres afines. ¿Tendrás por casualidad material de referencia? Me interesa el tema y me gustaría leer más al respecto.
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José Escobares25 de diciembre de 2020, 20:27
Muy bueno que se den a conocer estas tradiciones ancestrales. Excelente trabajo!!!
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