EL "LOLO" DE TARAPACÁ, UN SANTO INCENDIARIO: LA TRAGEDIA DE LA SALITRERA ROSARIO DE HUARA Y OTROS CASOS
La
fatídica oficina salitrera Rosario de Huara, en su época de actividad.
Castigada a fuego en 1938, por el "Lolo" de Tarapacá. Fuente imagen:
"Álbum de salitreras de Tarapacá", de L. Boudat y Ca., 1889.
Coordenadas: 19°59'3.75"S 69°48'43.39"W (ex Oficina Rosario de Huara) / 19°55'25.48"S 69°30'40.33"W (Iglesia de Tarapacá)
En la entrada anterior vimos la historia del santo de origen español Lorenzo mártir y su iglesia de San Lorenzo in Panisperna
de Roma, ubicada en el supuesto sitio de su ejecución asado vivo, a
fuego lento, por orden de Valeriano en el siglo III. Esto sucedió, según
la leyenda, luego que el emperador le exigiera entregar los tesoros de
la iglesia de Cristo y el joven diácono llegara hasta él con todos los
pobres, abandonados, despreciados, enfermos, inválidos y mendigos de
Roma, proclamando que esos eran los más grandes tesoros del
cristianismo.
Ya
entonces se visualiza una especie de "maldición de fuego" relacionada
con el santo. El emperador Valeriano, que también había hecho asesinar a
los papas Esteban I y Sixto II antes del diácono Lorenzo, vivió también
el rigor de la venganza divina tras su fechoría: primero, cuando los
godos arrasaron muchas de sus posiciones en el Oriente Medio; luego, al
ver sus tropas diezmadas por epidemias en plena ocupación de Siria; y,
finalmente, al sufrir el martirio en carne propia por parte de los
persas que le dieron captura, siendo mancillado, torturado y obligado a
beber oro fundido según la leyenda.
San
Lorenzo tendría enorme popularidad en Roma y España tras su martirio,
por lo que su patronato aparecerá en muchas localidades coloniales del
Nuevo Mundo durante la Conquista y Colonia de América, incluyendo el
poblado de San Lorenzo de Tarapacá,
en la quebrada del mismo nombre en la actual Región de Tarapacá, donde
se celebra una gran fiesta religiosa que se repetirá este 10 de agosto,
día del martirio del santo.
En este lugar, San Lorenzo es llamado cariñosamente el "Lolo",
por sus fieles devotos y peregrinos, pero también es temido: se lo
considera un santo asombrosamente vengativo, que castiga a los que le
traicionan o dan la espalda con el mismo fuego de su cruel martirio.
LA DESTRUCCIÓN A FUEGO DE LA PRIMERA IMAGEN
El
pueblo tarapaqueño, alguna vez capital provincial, fue refundado por
los hispanos sobre un asentamiento indígena anterior. Se cree que la
primera imagen del santo fue llevada por los españoles en 1578 o cerca
de esa fecha, pues fue ese año cuando se rebautizó al poblado como San
Lorenzo de Tarapacá, con su respectiva fiesta devocional.
La celebración del "Lolo" llegó
a ser la más grande y concurrida de todo el actual territorio al Norte
de Chile, de hecho, superada mucho más tarde por las fiestas marianas de
la Virgen de La Tirana y la de Andacollo, que a la sazón eran sólo
pequeñas celebraciones y muy locales.
Tras
sobrevivir a la Guerra del Pacífico y la terrible batalla al final de
la Campaña de Tarapacá, un primer incendio ocurrido en la iglesia en
1887, casi la destruye por completo obligando a hacer grandes trabajos
de reparaciones y reconstrucción del edificio. Se logró rescatar la
imagen y otras valiosas piezas, pero como el templo quedó casi
inutilizado, las misas y ceremonias se realizaron hasta 1890 en la
municipalidad, iniciándose al año siguiente su reconstrucción y
rehabilitación.
La
antigua imagen de San Lorenzo dentro del templo de Tarapacá ya
restaurado, era mantenida sobre el Altar Mayor, donde permanecía
durante casi todo el año sostenida por roldanas y muy decorada. Era
bajado sólo el día 9 de agosto para la víspera de la fiesta, y los
tarapaqueños eran tan reacios a sacarla de allí que incluso secuestraron
al "Lolo" en 1902, para evitar que fuera de visita hasta la iglesia de la ex Oficina Salitrera Constancia.
Sin
embargo, ni todas las posesivas precauciones tomadas por los pobladores
evitaron que la querida y preciada figura colonial de San Lorenzo sucumbieron de la peor manera imaginable: atrapada entre las
llamas de ese mismo fuego fatuo e inmisericorde que antes habría dado
muerte al santo verdadero en Roma, cuando era aún de carne y hueso.
Fue
así como un voraz incendio ocurrido el 6 de diciembre de 1955 y de
cuyas causas hay varias suposiciones, destruyó todo dentro de la
iglesia, incluyendo la venerada figura. Las 83 imágenes se quemaron en
este siniestro, que las calcinó a puertas cerradas, incluyendo también
la representación de la hermosa Última Cena hecha a tamaño natural,
inspirada en la famosa pintura de Leonardo.
Tras
una larga y dificultosa gestión, los tarapaqueños consiguieron una
nueva imagen, correspondiente a la actual y fabricada por un fallecido
vecino del pueblo de apellido Patiño. Curiosamente, sin embargo, el
fuego siguió asociado al culto y a la fiesta del santo quemado en la
parrilla, casi como un símbolo indivisible: durante sus celebraciones,
las llamas de todo tipo están especialmente presentes y manifiestas
entre los fieles, diríamos que muy por encima de la mayoría de las demás
fiestas patronales de Chile. De esta manera, se observa su impronta en
innumerables fogatas, pirotecnia, bengalas, antorchas, cirios y
candelabros, como si alguna clase de principio zoroástrico subyaciese
como enlace profundo de fe por el santo y su símbolo ígneo de
transformación y sacrificio. Incluso debió construirse una capilla
apartada del templo, para alejar el peligro de miles y miles de velas
que son encendidas por los fieles precisamente por este período.
El "Lolo" y el fuego, entonces, son casi sinónimos en la fe de Tarapacá.
Figura principal de San Lorenzo en la Iglesia de Tarapacá. Reemplazó a la imagen colonial que se quemó en 1955.
LA FAMA DE SANTO INCENDIARIO
Otra
de las claras diferencias que San Lorenzo de Tarapacá ofrece para con
las demás entidades celebradas en las fiestas patronales chilenas, es su
característica de ser tan temido como respetado.
Al
manifestarse tan castigador como generoso, no tolerando las traiciones
ni las deslealtades de quienes se digan sus fieles, la conexión con el
santo funciona como una especie de contrato vitalicio, en donde aquel
que rompa la palabra queda expuesto a durísimas “multas”. El fuego
reaparece en esta propiedad atribuida por el folclore religioso al
santo.
Se
dice, pues, que San Lorenzo cobrará caro a quienes lo ofendan, le
desobedezcan o le humillen. Darle la espalda o negarse a cumplir es un
riesgo tremendo. Esto es, además, una especie de equilibrio a lo
extraordinariamente milagroso que se describe al "Lolo",
generando algunas muestras de devoción increíbles por parte de quienes
se han sentido tocados por su generosidad y cumplimiento de peticiones.
El vecino e investigador pampino Rolando Danilla Leiva, escribía en el diario "La Estrella de Iquique" de 1988 que "Al santo siempre se le ha calificado de incendiario, que castiga con fuego a quienes lo ofenden".
Esto, porque los incendios, las quemaduras, el arrasamiento por llamas y
las explosiones abundan en el legendario local de San Lorenzo. Su más
temible especialidad, entonces, la que todos le conocen y consideran
confirmada con innumerables casos, es la de poder castigar con el fuego.
Como
hacedor de los incendios, además de las lluvias y los vientos, San
Lorenzo también sería capaz de provocar pérdidas especialmente en los
hogares de quienes desertan a su fe y a su compromiso. Es ésta una de
las razones por las que los cargadores de su multitudinaria procesión
hacían la fatigosa marcha con las andas sobre sus hombros en total
estado de ebriedad, ya que parte de la tradición señalaba también que,
si se aventuran a cargar la imagen sobrios, San Lorenzo podía quemarles
sus respectivas casas. La creencia popular considera, pues, que el "Lolo" es el santo patrono de los borrachos, y muchos intentan demostrarle su devoción haciendo loas a tal patronato durante toda la fiesta y sus octavas o "chicas".
Los mineros son sus principales protegidos desde los tiempos de la fiebre de la plata de Huantajaya y luego la de las salitreras, razón por la que muchas oficinas tenían nombres alusivos al santo. A estos trabajadores, el "Lolo"
les exigía una norma precisa: no trabajar en el día consagrado a su
memoria, el 10 de agosto de cada año. Se dice que incluso Chuquicamata
jamás tenía faenas en aquel día y que en otras ciudades de gran
influencia minera, como Copiapó, existía la creencia de que si
desobedecieran la regla se arriesgarían a sufrir graves accidentes en
sus jornadas laborales. Nuevamente, se trata de peligros de quemaduras y
lesiones por fuego: si se trata de un barretero, por ejemplo, corre el
peligro de quemarse con la pólvora del tiro; si era un calichero, podía
caer en las bateas ardientes.
Así
pues, hay una grave sentencia que se repite constantemente entre todos
estos fieles de San Lorenzo de Tarapacá, a modo de advertencia para los
que se muestren dubitativos o incrédulos del poder del santo: "El 'Lolo' te puede hasta incendiar la casa… ¡Jamás le prometas algo que no puedes cumplir!".
Mandas y promesas se pagan rigurosamente, por lo que no es extraño
encontrar gente repartiendo entre los concurrentes cientos de
recuerditos, comidas, sándwiches, pequeños obsequios, frutas y todo lo
imaginable, como forma de agradecer al santo y librarse de un castigo a
fuego en caso de fallar con sus deudas.
El
peligro de castigo incluye a los actos de ignominia y desmérito hacia
su poder. Tan seriamente se toma este asunto, que incluso se recomienda
pagar mandas o cumplir con promesas al santo aunque sea a medias, si es
que no se puede responder con todo lo que se le ofreció.
No
hay consenso de cómo se desata la "maldición" del castigo en el orden
cósmico, sin embargo: mientras algunos creyentes aseguran que es el
propio San Lorenzo el que penaliza con duras sanciones, otros creen que
el mismísimo Diablo es el que arroja su tridente por donde se abran las
grietas de desagradecimiento o deslealtad para con el mártir,
provocándose así las calamidades descritas.
Ficha salitrera de Rosario de Huara (Fuente imagen: fichasalitrera.cl).
EL INCENDIO DE LA OFICINA ROSARIO DE HUARA
Sabemos
que nunca han faltado los audaces y temerarios ante el peligro; los que
han retado a San Lorenzo tentando con ello la mala suerte y la
desdicha, como ocurrió en 1938 en la oficina salitrera Rosario de Huara,
ubicada a poco más de tres kilómetros hacia el Sur del pueblo de Huara y
perteneciente a la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta, la
misma que desde pocos años antes era propietaria también de las oficinas
Humberstone, Mapocho, Bellavista y Prosperidad.
Según la información que se difunde del trágico caso ya cristalizado en el imaginario de los devotos del "Lolo",
el gerente general era por entonces Alejandro Echegoyen, el
administrador Carlos Petersen y el jefe local don Enrique Medina, aunque
parece que la historia de esta salitrera es un poco confusa y no del
todo bien conocida. Juan Ricardo Couyoumdjian, por ejemplo, escribe en
"La industria salitrera de Tarapacá" (documento adjunto al "Álbum de las
salitreras de Tarapacá" de L. Boudat y Ca.) que Rosario de Huara cesó
operaciones en 1930, ocho años antes de la confirmada tragedia que allí
ocurrió y, además, se indica que había sido fundada por J. Gildemeister,
quien la recuperó tras la Guerra del Pacífico para transferirla a la Rosario Nitrate Company de Londres en 1889.
Como
sea, fue un hecho cierto, verificado por testigos y periódicos de
época, lo que generó la leyenda sobre el terrible castigo que San
Lorenzo habría hecho caer sobre la oficina salitrera.
Sucedió
allí que, el martes 9 de agosto de 1938, todos los obreros y residentes
de Rosario de Huara fueron notificados por los dueños y gerentes de la
Compañía de que no se les permitiría concurrir a la Fiesta de San
Lorenzo de Tarapacá que iba a realizarse en el día siguiente, amenazando
con despedir a aquellos que se ausentaran de la jornada laboral. El
grave problema era, sin embargo, que los habitantes de la oficina eran
muy fieles del santo y hasta tenían sus propios grupos de bailes
religiosos ya dispuestos para asistir devotamente a los festejos, por lo
que la noticia de seguro fue tremenda para ellos y sus familias.
Los
trabajadores intentaron insistir a sus jefes en que desistieran de
tamaña insensatez, pero estos respondieron negándose categóricamente,
según lo que ha recopilado de este interesante e intrigante caso el investigador pampino Reinaldo Riveros Pizarro: "Si no están en sus puestos de trabajo –contestaron ellos- mañana serán despedidos y que San Lorenzo haga el milagro de buscarles trabajo en otra parte, pero acá no".
Llegó así el día miércoles 10 de agosto y los obreros no pudieron asistir a la fiesta de Tarapacá…
Hacia
las 5 de la tarde, justo en la hora de la Procesión, el dedo castigador
se dejó caer despiadado sobre la oficina salitrera: un agresivo
incendio se desató sin que pudiera ser precisado su origen y, al rato,
cuando ya se creía parcialmente controlado, una enorme explosión
convirtió en un infierno el lugar, matando a siete personas, tres de
ellas niños. El cronista y escritor Luis Díaz Salinas, agrega en su
"Sendas de nostalgia: Iquique, recuerdos de un siglo inquieto", el
detalle de que la explosión fue tan destructiva como se ha descrito
porque el fuego alcanzó una caja fuerte de la bodega, donde un señor
llamado Cecilio Ahumada guardaba los fulminantes con el objetivo de
hacer más fácil la entrega de este material a los trabajadores durante
las faenas.
Danilla
Leiva precisa que los fallecidos fueron el joven cargador de carros
Inocencio Ramírez Araníbar, el moledor de salitre Luis Órdenes
Valenzuela, el obrero Juan Muñoz Balcasar (que hacía poco se había
incorporado al trabajo, tras volver del servicio militar), Cosme Morales
Miranda con su pequeño hijo Mario Morales Cortés, y los otros niños
llamados Cayetano Ramón Muñoz Siles e Isidoro Carvajal Ceballos,
seguramente acercándose al lugar del incendio sólo por infantil pero
traicionera curiosidad.
El
diario "El Ferrocarril" de Arica, del 11 agosto de 1938, en la nota
"Última hora: violento incendio se produjo hoy en la oficina Rosario de
Huara", informaba que el siniestro arrasó casi todo lo que encontró al
alcance de tan inmensa hoguera: "…bodegas, almacenes y la
administración y el fuego se propagó a un pequeño estanque de petróleo y
a un depósito de pólvora, el cual estalló".
Talleres de la Oficina Rosario de Huara.
DESPUÉS DE LA TRAGEDIA
Cuenta
la misma historia que, entendiendo perfectamente el severo mensaje que
se les acababa de enviar desde algún lugar extraterreno, no bien se
disiparon los humos de la tragedia el administrador de la salitrera
partió raudo a la Quebrada deTarapacá con los conjuntos de bailes y los
devotos de Rosario de Huara, a rendir honores a San Lorenzo y pedir
perdón por no haber estado presentes el día 10.
Este
grupo de tristes peregrinos habría estado formado, entre otros, por el
administrador Carlos Petersen, el hermanito Ernesto Delucchi, el
corrector José Antonio Tomé y la totalidad de los empleados con sus
familias, suplicando las disculpas del diácono mártir y prometiendo
nunca más negarle permiso a los trabajadores para asistir a la fiesta.
Las
exequias de las víctimas de la tragedia fueron la continuación del
tremendo drama desatado en esas tierras mineras. "El Tarapacá" homenajeó
a los fallecidos con una sensible nota, en el mismo día del masivo
funeral:
Toda
la provincia acompañará en un gran silencio interior, el lento cortejo
que despide hoy para siempre a los infortunados restos, de aquellas
siete vidas útiles segadas trágicamente por la desgracia. En solidaridad
de los que viven, con los que mueren, cuando los que se van tienen
títulos para pedir recuerdos en el corazón de los que quedan. Pocos… muy
pocos, seguramente sabían que antes de esta amarga catástrofe, quiénes
eran, y cómo era la vida pequeña, sencilla y dolorosa de los cuatro
obreros y de los tres niños que murieron en la noche del miércoles. Sin
embargo, después de su muerte, para nadie en la provincia han quedado
como extraños: en cada familia, en cada corazón bien nacido, un
pensamiento, una expresión de desconsuelo o de lástima.
Más
de 3 mil personas asistieron ese día a la despedida de las infortunadas
víctimas. Fue uno de los funerales más grandes que se habían realizado
en Chile hasta entonces en lo que a recorrido horario se refiere, pues
comenzó a las 10 de la mañana y terminó después de las 18 horas. Más de
30 representantes laborales, dirigentes sociales y autoridades
pronunciaron discursos en un podio colocado en la entrada del
camposanto, frente a la inmensa muchedumbre.
Tradicionalmente,
se ha creído que fue el propio San Lorenzo quien castigó a la salitrera
con su furia incontenible, pero Danilla Leiva tiene otra explicación
bastante expiatoria para el santo, ofrecida en un artículo suyo justo en
el cincuentenario de la tragedia de Rosario de Huara (de la que él fue
testigo directo, además) y que se podría suponer "extensible" también a
todas las otras descritas desgracias que ocurren cuando se falla al
patrono de marras en Tarapacá:
Es
indudable que estas muertes no se le pueden cargar al Santo; fue más
bien una colaboración satánica del demonio que queriendo colaborar con
quien simpatizaba tanto, metió su repelente cola y se produjo la
explosión en los momentos en que el incendio ya estaba totalmente
controlado.
Bien sea el Diablo o el propio "Lolo",
a las muertes se sumaron las millonarias pérdidas materiales de la
salitrera. Los estragos resultaron múltiples y la gravedad de la
situación mantuvo detenidas las actividades varios días, afectando
también a oficinas vecinas como Santa Rosa de Huara, Constancia y el
campamento de La Santiago, casi como un anticipo de la debacle final que
esperaba a la industria salitrera chilena sólo un poco más allá en la
línea de la historia.
Y
así, el acto de asistir con la cola entre las piernas a Tarapacá no fue
suficiente para obtener la disculpa del diácono mártir: dice Riveros
Pizarro que desde entonces, la oficina Rosario de Huara comenzó a decaer
económicamente y a arruinarse, hasta tener que paralizar sus
actividades para siempre en 1940.
La
trágica historia pasó rápidamente al relato oral del pueblo
tarapaqueño, desde donde nunca se ha perdido. Fue adoptando algunas
variaciones o adiciones, es verdad, pero no ha sido olvidada ni ha
dejado de ser sermoneada como una clara exhortación sobre la necesidad
de respetar esa suerte de contrato de fe con el santo, quizás la base de
su concluyente penetración popular. Así la relataría, por ejemplo,
muchos años después de sucedida y para una entrevista de investigación
folklórica ("Fuentes para la historia de la República, volumen XXVI:
Pampa Escrita. Cartas y fragmentos del desierto salitrero", Sergio
González Miranda), don Rafael Quiroga, un ex obrero salitrero que
trabajó en otras oficinas como Santa Lucía y La Palma (Humberstone)
hasta la caída de la industria calichera:
¿No
ha oído una leyenda que ocurrió? Aquí hay un santo que llamamos San
Lorenzo, la administración se negó a darle permiso a los devotos
entonces se incendió la iglesia (Era la oficina) Rosario de Huara. (El
administrador era) don Walter Müller, un alemán muy rudo. Fueron los
devotos a pedir permiso por el día 10 de agosto, y se les negó, les
dijeron aquí que la industria tiene que trabajar y venimos a producir
salitre y no a comer santos, y al día siguiente, en el incendio, se
quemó la bodega.
Hoy
día quedan sólo algunos restos apenas reconocibles de lo que alguna vez
fuera la bullente y activa salitrera de Rosario de Huara, castigada de
forma inmisericorde y cual ciudad del Antiguo Testamento, no sabemos con
certeza si por el poderío del propio San Lorenzo o, acaso, por el mero
devenir entre las coincidencias insólitas sobre las que navegan, a
veces, los barcos históricos por los mares del destino.
Capilla
de velas de San Lorenzo, en el pueblo. La imagen del San Lorenzo que se
observa en la imagen es la misma que se incendió en septiembre de 2012.
LA CREENCIA EN NUESTROS DÍAS
Este
espinudo tema de los castigos a fuego no es tabú en Tarapacá: la
superstición es bien conocida entre los fieles y abundan los testimonios
dramáticos de algunos de ellos, muchos vividos en carne propia por los
informantes.
Cuando
otros obreros salitreros decidieron no ir algún año a la fiesta, por
ejemplo, sufrieron accidentes terribles el mismo día de su irreflexión,
como sucedió al músico de una banda religiosa al caer a una de las
bateas de caldo caliente de caliche en una oficina justo tras resolver
ausentarse, accidente del que sobrevivió con graves lesiones aunque era
más o menos frecuente entre estos hombres, produciendo horribles
quemaduras. Hay interesantes testimonios recogidos en la serie
documental televisiva "Al Sur del Mundo", temporada año 1999, en el
capítulo titulado "Tarapacá: epopeya del hombre en el desierto".
Del
mismo modo, cuenta una mujer que no pagó el dinero prometido al santo,
que se quemó ese mismo día con una olla de agua hirviendo, cuando la
levantó de la cocina y se desprendió un asa de la misma; y otro sujeto
que prefirió no viajar a Tarapacá durante las fiestas, acabó con su casa
reducida a escombros ardientes al regresar de un encuentro "recreativo"
con otros compañeros de juergas. Los comentarios sobre casas quemadas
de quienes faltaron al santo son innumerables, así como los accidentes
de conductores ingratos.
El
hecho de que los devotos sientan que la voluntad espiritual pueda
actuar a través del castigo y especialmente con la amenaza del fuego,
sin duda ha de estar relacionado con la forma de la atroz ejecución de
Lorenzo quemado vivo en una parrilla. Esta sensación no es exclusiva de
Tarapacá, sin embargo: en la localidad de Ránquil, por ejemplo, es tal
el temor que se le tiene a dicha capacidad del santo, que muchos
lugareños tampoco trabajan en su día y lo toman por feriado, convencidos
de que si llegan a desoír este precepto, también serán acosados por
incendios y combustiones misteriosas en su entorno, como comenta Oreste Plath en su "Folklore religioso chileno".
Recalco
que existen innumerables relatos de incendios y explosiones trágicas
atribuidas a la ira de San Lorenzo por las faltas de sus súbditos, según
lo han comentado también reputados investigadores. Acá sólo comentaré
algunas pocas.
La cantidad de testimonios asombra, y la mezcla de cariño y temor de los fieles hacia el "Lolo" de Tarapacá
alcanza proporciones tales que las salitreras también paralizaban en
los día 10 de agosto, sucediendo toda clase de anécdotas y hechos
insólitos alrededor de la fiesta y sus concurrentes, las que se han ido
sumando al amplio legendario. También le he seguido la pista a algunos
casos ilustrativos sobre lo caro que cuestan las deslealtades y las
traiciones.
De
alguna manera, para el imaginario popular la leyenda se va viendo
reafirmada y confirmada constantemente en los hechos, ora por las
casualidades, ora por la excesiva atención que se pone sobre tragedias a
las que se puede atribuir la acción inquisitiva del santo con presencia
de fuego. La mayor cuota de historias la ponen los fieles individual y
personalmente, sin embargo: casi no existe alguno que no conozca un caso
cercano o propio, con la clase de accidentes que suceden ante la más
mínima falta o postergación para con el santo.
Mayoritariamente
relacionados con esas llamas, líquidos ardientes y quemaduras, algunos
testimonios son realmente sobrecogedores, y coinciden casi siempre con
un accidente sucedido en el ámbito cotidiano del afectado: en su casa o
en su trabajo, ni siquiera siendo necesario sacarlo del contexto
habitual de vida para exponerlo al peligro divino con teteras hirvientes
volteadas mientras el infeliz se prepara un café, golpes de corriente
al manipular un artefacto eléctrico, cigarrillos mal apagados que
inflaman un mantel, calefones que estallaron en la cara de sus dueños,
cacerolas que se volcaron sobre las piernas de la cocinera, fogatas que
se descontrolaron sin razón en un patio y velas que se dieron vuelta una
noche de energía eléctrica cortada... Sólo por nombrar algunos
ejemplos.
Iglesia y campanario colonial de San Lorenzo de Tarapacá.
SUPUESTOS CASOS RECIENTES
Los
casos atribuidos a la capacidad incendiaria del santo no paran y todos
los años llegan a incorporarse nuevas historias. Muchos pueden sonar
sólo como algo anecdótico, pero retratan perfectamente el tipo de
relación presencial y el cuasi temor que los devotos de San Lorenzo
todavía sienten y hasta profesan por el mártir, además de las
aprehensiones que los más leales tienen para cualquier acto que pueda
ser interpretado como una falta o una incorrección hacia el mismo.
Me
permitiré una infidencia, con relación a este mismo tema: como ocurre
que hay cierto nivel de curiosa rivalidad entre algunos pequeños grupos
de devotos de San Lorenzo de Tarapacá y otros de la Virgen de La Tirana,
hace algunos años se echó a correr una controvertida teoría sobre lo
que "realmente" causó el incendio que arrasó la casa y el museo
que tenía en el Santuario de La Tirana, justo frente al templo, el
respetado Andrés Farías, el querido y famoso vecino de ese pueblo que
por décadas ofició como director y Cacique de las fiestas de la
Virgen del Carmen, hasta su fallecimiento. El incendio ocurrido el 3 de
julio de 2006 destruyó su casa y otras seis viviendas, además de gran
parte de las colecciones de reliquias de Farías, quien se encontraba
sentado en su museo particular cuando se inició el voraz siniestro,
debiendo ser rescatado de allí a causa de los impedimentos que le
dificultaban caminar.
Según el chisme fomentado entre ciertos devotos del "Lolo",
lo que habría sucedido en verdad es que Farías fue castigado desde
algún lugar de la bóveda celestial por no pagar una supuesta manda tenía
contraída con San Lorenzo, y por eso éste le arrojó encima su conocida
ira de fuego, justo cuando se realizaban los preparativos de la Fiesta
de Virgen de La Tirana que tendría lugar sólo 13 días después… Pero
demás está decir que esta fábula causa escozor entre los que conocieron
al bienquisto y célebre Cacique Farías de La Tirana, siendo
calificada inmediatamente como un vulgar embuste y otra leyenda más
sobre el poder incendiario del santo.
Empero,
a pesar de la fama pirómana, no todos sus castigos son con fuego o
quemantes injurias físicas: existe también la creencia de que el "Lolo"
puede perjudicar materialmente a alguien que le ha concedido un favor y
no ha respondido con la misma generosidad, "multándolo" con el retiro
de lo mismo que el santo le concedió. Este castigo más sutil puede
plasmarse, así, en pérdidas de dinero o la reversión de lo que se le
había dado como favor cumplido en cuestiones de salud, por ejemplo. Lo
mismo sucede a quien ofenda, ridiculice o reniegue del santo, pues él no
hace vista gorda a la soberbia ni las faltas de respeto.
Tengo
registrado un caso de Alto Hospicio, que demuestra la forma en que los
devotos interpretan su relación con las supersticiones y peligros que
involucra el contrato con el santo: una pareja de casados bajo la
protección de San Lorenzo, decide no ir durante un año por el avanzado
estado de embarazo de la madre. Sin embargo, luego de una noche de
extrañas y perturbadoras pesadillas que interpretó como advertencias del
"Lolo", ella decidió echar pie atrás y urdió una forma de
convencer a su esposo de ir a renovar sus votos matrimoniales en
Tarapacá, como lo hacían todos los años. La señal fue dada por la figura
de yeso del santo que el matrimonio mantiene en un pequeño altar del
comedor: sin explicación aparente, cayó de bruces causando pavor en la
casa y sin quebrarse a pesar del estrépito. Ella tomó el incidente como
una definitiva advertencia del "Lolo" y, finalmente, obligó a su
esposo a salir de su trabajo y marchar desde Iquique hasta Tarapacá,
engañándolo con una llamada a su lugar de trabajo para decirle que se
hallaba con posibles dolores de parto.
Por
otro lado, tengo nota de un acontecimiento que fue tomado como castigo a
una oveja descarriada, en una curiosa conspiración del destino caída
sobre un neurótico vendedor de artesanías y bisuterías durante la
fiesta. El sujeto cometió, en aquella ocasión, la imprudencia de
declarar una noche y tras lo que consideró como magras ventas, que jamás
volvería a visitar el poblado de Tarapacá "ni a este santo de mierda"…
Coincidentemente, sólo un par de horas después fue objeto de un
discreto robo o acaso la pérdida accidental de su billetera, extraviando
toda la ganancia de la temporada de las celebraciones, además de sus
documentos y el dinero que guardaba celosamente para realizar un viaje a
Perú… Un año después, el mismo tipo estaba otra vez en Tarapacá
vendiendo sus buhonerías, pero ahora sin despotricar con una sola
palabra contra la fiesta y menos contra el santo. Sus labios,
aparentemente, aprendieron algo de mesura y cuidado tras la desagradable
experiencia.
Volviendo
a los casos donde San Lorenzo arroja su maldición de fuego, tengo
apuntado otro relativamente reciente, informado por la atenta y generosa
familia Torres Barraza y del que dejo sólo una descripción general acá:
un transportista amigo de ellos, que terminó con serias quemaduras en
un accidente de camión cargado de ácido para la actividad minera,
precisamente al faltar a la fiesta de su patrono, según él mismo
reconocería después que su penuria.
Sin
ir más lejos en reversa casuística, en una de las últimas fiestas en
que estuvimos presentes en Tarapacá y en horas nocturnas previas al
mismo día 10 de agosto, un grave incendio sucedido en una oscura casa de
Huara, cobrando la vida de una persona. La noticia, al ser conocida
entre los concurrentes a la Fiesta de San Lorenzo en la quebrada, fue
inmediatamente interpretada como otra intervención castigadora, en este
caso porque el finado –según el rumor favorecido por las extrañas
circunstancias del siniestro- habría sido un músico o un devoto que
postergó su asistencia y violó su compromiso con el "Lolo".
Es
claro que hay una predisposición de los fieles a interpretar estos
eventos como el tradicional castigo del santo de Tarapacá, pero la base
del hecho recién descrito fue real y quedó documentado en la prensa, en
medios como el diario "La Estrella" de Iquique, del viernes 10 de agosto
de 2012 (artículo titulado "Vecino murió calcinado en incendio en
Huara").
Por
extraña coincidencia, una figura del santo colocada hacía no demasiados
años en la capilla ardiente del pueblo, junto a la Cruz del Calvario
que recibe a las cofradías, se quemó a fines de septiembre de ese mismo
año, alcanzada por el fuego de las velas en su honor. Tras el incendio,
la imagen quedó oscurecida e inclinada sobre su propio podio, con la
cabeza del mártir doblada hacia el suelo, en una escena tan lamentable
como siniestra, que no tardó en ser interpretada como otra señal: poco
después, se hizo público el escándalo sexual que costó el puesto al
Obispo de Iquique.
A
pesar de todo, la Iglesia no avala oficialmente la creencia en estos
supuestos castigos o las necesidades de hacer peticiones de favores con
trueques obligatorios para complacer a San Lorenzo, y menos profesa que
él pueda desatar semejantes puniciones pirológicas sobre sus propios
fieles, cuando estos cometen algún error en el cumplimiento de mandas y
compromisos. El tema sigue siendo, de hecho, algo notoriamente incómodo
para los religiosos y las familias devotas más conservadoras, como lo es
la propia fiesta y sus aspectos más excéntricos.
Comentario recuperado desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarUnknown3 de abril de 2019, 15:28
Agosto 2018 asistí a esta fiesta religiosa y de verdad digo, jamás me sentí tan emocionado al ver la última cena de nuestro Jesús al ingresar a su casa mi casa la casa de todos,el ambiente espiritual que se manifiesta ahí,es bello maravilloso, bendito sea el padre en el cielo.
a partir de ese instante en mis sueño me veo siendo un residente de tan bendito lugar.
saludos y bendiciones a todos a quien le llegue este comentario hecho desde mi alma.
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