HUELLAS Y VERSIONES DE LA LEYENDA DE LA CALCHONA EN EL FOLCLORE CHILENO
Coordenadas: 33°42'25.80"S 70°19'59.45"W (Puente y quebrada de la Calchona, en el Cajón del Maipo)
La Calchona
está, quizás, en el rango de sublimación de las leyendas terroríficas
chilenas que involucran prácticas de brujas y maldiciones. Su nombre
provendría la palabra mapudungun kalcha, que se traduce como
mecha o cabellera muy crecida, sucia y enmarañada, justamente como la
que ella lucía en su condena y como la que crece a algunos animales de
ganadería. Aún se usa la palabra calcha para señalar los pelos del cuerpo pero, especialmente, el de las patas de los animales. Calchona podría interpretarse como chascona o melenuda, entonces, siendo un adjetivo usado por algunos ganaderos y arrieros antiguos.
Según la historia que se cuenta, la Calchona
era una madre de familia que, a espaldas de los suyos, practicaba
brujería con pócimas e infusiones mágicas varias, ocultando todo un
laboratorio rústico de estas sustancias e ingredientes en su casa. El
más grande secreto de la mujer era un frasco con un misterioso ungüento
que, aplicándoselo cada noche sobre el cuerpo con cierto rito de
hechicería, convertía a los brujos en el animal que quisieran ser. En su
caso era una oveja, generalmente descrita como lanuda y negra, otras
veces blanca, que salía a recorrer los campos, montes y bosques en horas
de la madrugada hasta que regresaba en la mañana a casa y, valiéndose
de la misma poción, recuperaba su forma humana. Para esconder tales
prácticas de su marido y sus dos hijos, la mujer realizaba un hechizo
que los hacía dormir profundamente, impidiéndoles descubrir o sospechar
siquiera tales andanzas nocturnas convertida en animal.
Sin
embargo, sucedió que una noche, por la ansiedad o el apuro de salir
pronto, la bruja olvidó realizar su diario hechizo sedante para mantener
a raya a su familia. La versión más divulgada dice que, entonces, los
niños se despertaron justo cuando se estaba transformando en oveja
mientras se untaba aquella pócima. Fingiendo que seguían dormidos,
esperaron que ella se fuera de casa y partieron a hurgar los varios
frascos buscando aquella extraña crema mágica, y se la pusieron encima.
Ambos se convirtieron en zorros de pequeño tamaño, echándose a llorar de
susto al ver que no tenían cómo regresar a sus formas humanas.
Los
gemidos despertaron al muy cristiano padre quien, al ver a los zorros y
la escena de frascos revueltos, adivinó lo que sucedía, pues tenía
conocimiento de que algunas brujas usaban pócimas para convertirse en
animales durante las noches. Desesperado por revertir la situación,
comenzó a buscar entre los frascos alguno que permitiera recuperar la
forma a sus hijos, hasta que dio con aquel que los retornó a sus formas
de niños al untarles encima su contenido. Los niños, aún choqueados, le
confesaron que habían visto a su madre convertirse en oveja y trataron
de imitar su transformación con aquel ungüento mágico. Por esta razón,
el aterrado padre decidió arrojar a las aguas de un río aquella
sustancia y escapó con los niños lejos, para nunca volver a la cabaña ni
al campo donde habían vivido.
Cuando
la mujer regresó a su casa todavía en su forma de oveja, vio con
estupor que no estaba su familia y que sus frascos estaba volcados,
habiendo desaparecido el ungüento. Desesperada, buscó por toda la casa
su mágica crema para volver a la forma humana, pero sólo descubrió un
poco en el fondo de uno de sus envases ya utilizados. Se frotó que
escasamente quedaba en él, alcanzándole sólo para la cara, parte de la
cabeza y pelo, las manos y los brazos, quedándole todo el resto del
cuerpo con su forma animal.
La mujer, conocida desde entonces como la Calchona
por su aspecto lanudo, abandonó su casa sin más remedio que vivir
escondida, soportando su aterrador aspecto de oveja con brazos y rostro
humanos y vagando a perpetuidad por los paisajes campesinos. Su antigua
morada desapareció, su familia jamás regresó y ella sólo pudo continuar
lamentándose, sufriendo su calvario. Por su aspecto repulsivo, provoca
pavor y rechazo, y su incapacidad de comunicarse al sólo poder balar
como oveja, dificulta todavía más su pobre existencia.
Otras
versiones más simples, sin embargo, señalan que la bruja no encontró
nada del ungüento para revertir su situación aquella trágica noche, y
así que quedó convertida para siempre en oveja, de pies a cabeza, sin
rasgos humanos.
Existen tradiciones parecidas a la Calchona en otras partes del continente americano, y que algunos autores han comparado con la nuestra. Un caso interesante es la del Cadejos de
Costa Rica: un animal peludo parecido a un perro negro, que sale a
espantar a la gente en horas nocturnas. Lo mismo hacía en México y
California el Malora, aunque esta bestia peluda tenía forma de
vellón peludo o bien antropomorfa. En Paraguay y las riberas del Río de
la Plata existía también la leyenda del Luizón, bestia humanoide que se mezcló con las creencias licantrópicas importadas, derivando en el Lobisón; y en Colombia está Turumama, una mujer de abundante cabellera y deforme, que aterra con sus apariciones.
En un sentido más amplio, esta clase de mitos llega a ser internacional, con los casos del Bisclavret (Hombre Lobo) de Bretonia, el Sasquash (Pie Grande) en Estados Unidos, el Yeti (Hombre de las Nieves) de los Himalayas, el Yiren (Hombre-Oso) de China o el Orang Pendek
(Pequeño Hombre) de Sumatra. Así, en su "Diccionario etimológico de las
voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas" de 1910,
Rodolfo Lenz describe a la Calchona asociándola también a las leyendas europeas del hombre-lobo:
"Ser fabuloso de la mitología popular, parecido a cabra u oveja 'linuda', es decir de lana o pelo largo; se dice que espanta y daña de noche a los que andan solos. Parece que tiene cierta semejanza con el Werwolf del alemán, loup-garou del francés".
Aunque
Julio Vicuña Cifuentes considera la historia revisada como la más
precisa, la primera de las definiciones de varias que da para la Calchona
en "Mitos y supersticiones recogidos de la tradición oral chilena" de
1915, es la siguiente que recogió en Coihueco, en la zona del Ñuble:
La
Calchona es una oveja que ronda por la noche las habitaciones de los
campesinos, los cuales, como saben que es gente, le dejan en un lebrillo
las sobras de la comida. Es inofensiva, y el cura les ha recomendado
que no le hagan daño.
También
se cuenta que la infortunada mujer prefiere la vida solitaria y
apartada, saliendo más frecuentemente en las noches para que nadie vea
su monstruosidad. Sin embargo, algunas versiones alternativas del mito
creen que de vez en cuando intenta asimilarse en algún rebaño, sabiendo
que ya es más oveja que humana, pero siempre acaba siendo descubierta,
causando pánico. En la zona de Petorca se aparece también como una oveja
negra, que cruza o invade furtivamente las haciendas, pudiendo ser
convocada por hechiceros de esta provincia con gran presencia diabólica
en sus tradiciones.
Cabeza de oveja, del artista español Francisco Bayeu y Subías (s. XVIII).
La Calchona. Fuente imagen: blogarama.com.
En
la Región Metropolitana (donde más presencia parece tener su leyenda),
en Peñaflor, en la zona cordillerana media, la cuenca del Maipo y
Pirque, se considera que la Calchona provoca el aullido y escape de los perros, pudiendo ser adivinada su presencia por estas razones. Oreste Plath,
en "Geografía del mito y la leyenda chilenos", agrega también que puede
atacar a los hijos desobedientes y a las mujeres infieles, además de
los que se aventuran a andar solos en la noche y que parecen ser sus
presas favoritas. Otras veces, se aparece a los errantes pidiéndoles
comida, y si no la complacen los ataca y derriba, dejándolos heridos y
pisoteados.
Otra historia santiaguina habla de la Calchona como una oveja gigante que trepa árboles, sin conservar los rasgos de mujer originales. Así explica Plath esta versión:
Enorme
oveja lanuda, calchona, que trepa sobre los árboles en las noches,
espera el paso de los caminantes y se deja caer sobre ellos
produciéndole espanto y daño.
Algunas veces se deja caer sobre la grupa de los animales y luego atrapa al jinete.
En el Cajón del Río Maipo es particularmente bien conocida la Calchona. De hecho, allí existe la llamada Quebrada de la Calchona, en el sector cercano a El Melocotón.
Una
de las versiones de esta zona recopiladas por Julio Arancibia en un
artículo de la revista "Dedal de Oro", cuenta una historia distinta a la
que ya revisamos: la de una pastorcita de cabras de El Melocotón,
abusada, asesinada y descuartizada por unos jinetes que iban a un rodeo
en San José de Maipo, quienes escondieron su cuerpo sepultándolo bajo un
sauce del estero hoy conocido como La Calchona. El espíritu de la
pastorcita, decida a vengar su muerte, se aparecía allí por las noches
saltando sobre todos los jinetes que pasaran o asustando sus caballos
con los gritos, acompañada de brisas frías y llantos espeluznantes,
botándolos y causándoles la muerte en varias ocasiones. Los
sobrevivientes la describían como una forma blanca y con olor
putrefacto, que en ocasiones incluso bebía la sangre de sus víctimas.
Hubo un largo tiempo en que se reportaron supuestas apariciones, ataques y lamentos de la Calchona
en el sector del puente sobre la quebrada junto al río Maipo,
organizándose cacerías y vigilias a la espera de la extraña criatura.
Hasta se colocó una cruz en el lugar donde se creía que estaba
sepultada, para exorcizarlo, pero sólo consiguieron que el fantasma se
volviera más violento y aumentara sus ataques. Cuenta Arancibia, sin
embargo, que un tiempo después unos arqueólogos dieron con unas
osamentas en el lugar y éstas fueron trasladas hasta el mismo cerro
donde la pastorcita cuidaba sus cabras cuando estaba viva. Sólo entonces
cesaron los ataques.
Pero no terminó allí la maldición de la fallecida, según recuerda Arancibia en la mencionada revista cultural:
Hay
una historia que cuenta de una dama que se comenzó a vestir con pieles
de cabra y a maquillarse con pinturas blancas. Se les aparecía a los
hombres que vivían en San Alfonso y sus alrededores cuando volvían a sus
casas, borrachos en sus caballos, de noche. Esta falsa Calchona,
seguramente guiada por un sentido solidario con aquella su igual que un
día había sido ultrajada por algunos machos brutos, asustaba a los
jinetes, se las arreglaba para derribarlos del caballo y les robaba lo
que llevasen encima. Pero una noche, un hombre que no conocía el miedo
salió a encontrarla simulando que estaba borracho. Cuando la mujer se le
acercó, este sacó su pistola y le disparó a quemarropa. La mujer quedó
sólo herida y fue encarcelada. Después de esto nunca se volvió a saber
de algún incidente de falsas calchonas en el sector de Melocotón Alto.
Vicuña Cifuentes también repasó una historia de la Calchona
diferente a la que parece ser matriz, en el entonces llamado
Departamento del Maipo, pero de la que no tenemos noticias ya en nuestra
época:
En
la hacienda del Escorial, en el departamento de Maipo, hay una quebrada
que llaman de la Gallina, porque todas las noches sale de ella a
retozar por el campo vecino, una gallina negra de grandes calchas (cernejas), rodeada de doce polluelos blancos. Esta gallina es conocida con el nombre de calchona.
Y en San Javier, en la Provincia de Linares, el mismo autor encuentra la siguiente versión que combina el mito de la Calchona con el de otra temida mujer de vagar nocturno, como es la Viuda, personaje que parece ser de origen español:
La
Calchona es una mujer toda cubierta con un manto negro que le arrastra.
A los jinetes, en las noches obscuras, se les trepa sorpresivamente a
la grupa y los mata abrazándolos por la espalda. Se le conoce también
con el nombre de "La Viuda".
A veces, la audacia de la Calchona
la lleva a invadir algunas residencias y solares, por lo que algunos
huasos y estancieros compadecidos de su tragedia, le dejaban afuera de
las casas o en los caminos posillos con restos de comida. Esta costumbre
también se habría practicado en provincias de Cauquenes y El Maule,
aunque allá es considerada totalmente inofensiva e incapaz de hacer
daño.
Sin embargo, un testimonio más recogido por Vicuña Cifuentes en Machalí, Rancagua, es categórico en señalar a la Calchona como una criatura violenta y potencialmente asesina. Así la describe en otra de las definiciones que da del personaje:
La
Calchona se parece a una oveja de grandes lanas. Les sale al paso a los
que viajan solos por el campo y les pide de comer: si no le dan, los
embiste hasta derribarlos y los revuelve y pisotea. El informante cree
que es una bruja.
Existe
otra historia parecida a la de la impostora del Cajón del Maipo pero
colocada en las afueras de Talca, y en la que la mujer que se hacía
pasar por la Calchona fue atrapada por un diestro huaso con su
lazo. En el sector La Pampa de la misma localidad, además, una tradición
describe otra historia de la Calchona "real", y era tanto el
temor que algunos parroquianos le tenían a esta presencia que
atravesaban este paso al Norte de la ciudad rezando el rosario. Esta
localización de la leyenda tendría algunos elementos de influencia
toponímica en la zona talquina, además.
Puente de La Calchona, sobre la quebrada del mismo nombre.
Sector
de desagüe de la Quebrada La Calchona sobre el río Maipo. Se observan
las ruinas del antiguo puente, del servicio ferroviario.
En
Malleco, en cambio, la leyenda recopilada por Plath es básicamente la
misma que se toma por principal de la mujer-oveja, pero dice que la
bruja tenía tres hijos, y que cuando estos se metieron en sus pócimas se
convirtieron en varios animales antes de llegar a los zorritos, justo
cuando volvió el padre a casa después de un viaje, descubriéndolos
trasformados. Él les devolvió la apariencia humana pero arrojó por la
ventana los ungüentos al terminar de usarlos, sin saber u olvidando que
su esposa los necesitaría al regresar. Así, la mujer quedó convertida
para siempre en oveja, viviendo de la comida que la gente le deja, pues
es inofensiva.
Jaime Quezada cuenta en "Leyendas chilenas" que en Quilleco, en la provincia del Biobío, existía la leyenda de una Chascuda
correspondiente a una temida y peligrosa mujer vieja y vestida siempre
de negro, se le aparece a los jinetes adoptando la forma de un oscuro
perro terrorífico. Puede ser la misma Calchona, pues no siempre
asume sólo la forma ovejuna: en ciertos parajes rurales se interpretaba
su aspecto como el de un enorme perro como de raza Terranova y de lanas
muy crecidas, que arrastra por el suelo en su vagar aunque sin causar
daño. Así es como la describe Zorobabel Rodríguez en su "Diccionario de
Chilenismos" de 1875, agregando:
Blanca
de color, elige de preferencia las noches oscuras para aparecerse a los
caminantes, a arrebatarles la merienda de la fuente, murmurarles de
paso alguna lúgubre amenaza, espantar las caballerías, herir de muerte a
algún criminal y operar otra multitud de diferentes daños.
Vicuña
Cifuentes, en otra de las versiones que dio en su libro sobre el tema,
toma también una descripción que obtuvo en Culiprán, Melipilla:
La
Calchona es una bruja, un alma en pena, algo extraordinario, en fin,
que el informante no concibe bien. Se asemeja a un gran perro de lanas
muy crecidas que le arrastran por el suelo. Corre por el campo ladrando
incesantemente, y cuando los perros la oyen, se amedrentan y prorrumpen
en aullidos muy tristes. La Calchona, sin embargo, no hace daño a nadie,
como lo puede asegurar el mismo informante, que se encontró con ella
varias veces en caminos solitarios.
Cabe recordar que la figura del perro
aparece con insistencia en el folclore y el legendario criollo chileno,
asumiendo con frecuencia características demoníacas o terroríficas
especialmente cuando se trata de uno grande y con pelaje negro, por lo
que no sorprende que la Calchona haya adquirido también
características caninas en la tradición oral de algunas localidades, tal
como sucede con las leyendas de la Pincoya y el "Caleuche", que terminaron mezclándose en ciertos relatos chilotes. Además, antaño se llamaba también calchonas
a las practicantes de la hechicería en la Zona Central y que, entre
otros talentos que les adjudicaba el folclore, podían convertirse en
animales como perros, gatos o aves. Plath, en "Folklore chileno", habla
de la leyenda de cierto perro gigante de esta misma área geográfica, que
salía al paso de los viajeros de montura y los acompañaba en su
cabalgar volviéndose cada vez más grande durante el viaje, hasta
alcanzar el tamaño del caballo mismo.
Otra versión estudiada por Vicuña Cifuentes y recogida en Rengo, en la Provincia del Cachapoal:
La
Calchona es una mujer vestida de negro, que, montada en un burro,
recorre por la noche los caminos, asustando a los que tienen la
desgracia de topar con ella.
Las reseñas que localizan al mito de la Calchona lo
señalan muy insistentemente sólo en la Zona Central y Centro-Sur cuanto
mucho, pero hemos escuchado historias o descripciones sospechosamente
parecidas a la suya desde el Valle de Azapa hasta entre algunos ovejeros
de Magallanes, generalmente relacionadas con brujas o mujeres malditas
que quedan convertidas en ovejas o cabras. Incluso hay ciertas versiones
tratando de sentar el origen de la leyenda en la tradición mapuche dada
su presencia en la Provincia de Malleco y su nombre derivado del
mapudungún, teoría bastante dudosa que incluso fue negada por Zorobabel
Rodríguez en su momento:
Aunque
el nombre es de derivación india, el mito de la Calchona no tiene nada
de araucano, pues no lo menciona ninguno de los autores que en diversas
épocas han explorado la tradición de nuestros aborígenes. Tampoco es un
mito exclusivamente chileno, porque, con diverso nombre, se le conoce en
otros países de la América Central.
Desconocemos
si muchos de estos casos dentro del territorio chileno serán
exportaciones antiguas o más bien recientes pero, al parecer,
trabajadores movedizos como arrieros, jornaleros, peones y pilcheros han
sido buenos difusores de esta clase de mitos por el país, como sucede
con las leyendas de la Lola y la Viuda. De hecho, la fama de la Calchona
atravesó la cordillera y llegó a Argentina, como se verifica en
"Leyendas nativas argentinas de la Patagonia" de Alejandro Horacio
Soldano:
También la mitología aborigen en la Patagonia es fecunda en criaturas zoomorfas como el ñirivilú,
la serpiente zorro de los grandes ríos y lagos cordilleranos que se
enrollan las patas de los caballos y los arrastra a las profundidades. O
la Calchona, la bruja desgreñada que aparece de noche a los viajeros a
veces como oveja de largas calchas o mechones... y otras como una
perra negra lanuda. De ella dicen que fue una mujer que habiendo sido
descubierta en su transformación, ya no pudo volver más a su estado
natural, y desde entonces vagabundea por los campos sin consuelo.
La
leyenda aparece mencionada también en Neuquén por Gregorio Álvarez en
"El tronco de oro: folklore del Neuquén" y por Adolfo Colombres en
"Seres mitológicos argentinos", aunque es sabido que esta localidad
tuvo, en el pasado, mucha influencia de chilenos emigrados a esas
regiones a fines del siglo XIX y parte del XX, pudiendo haber llevado
con ellos la leyenda.
También se sabe que las brujas recibían antes el apodo de calchonas,
tal vez porque hacían ostentación de sus capacidades de convertirse en
animales con sus hechizos. Rodríguez agrega que, en su época, se llamaba
vulgarmente calchona al servicio de la diligencia o el ómnibus. Lenz, por su parte, comentó que se usaba en Chile el verbo calchonear para señalar el acto de "trabajar como cochero con un coche ajeno sin permiso del dueño", mientras que calchoneo era el sustantivo de esta misma falta. También se llamó en Chiloé como calchona a un tipo de chaqueta ancha y holgada usada por mujeres.
Aunque no sea ya la más conocida de las leyendas chilenas, también hay señales confirmando cuánto penetró la historia de la Calchona
en la cultura y el folclore, no sólo la campesina. Por ejemplo, en
Calama hay -desde hace no mucho tiempo- un pasaje con su nombre en una
villa con títulos alusivos a mitos y leyendas chilenos.
En
Talca existe también el Puente de la Calchona sobre el Canal Baeza,
relacionado con la versión local de la leyenda que ya describimos.
Curiosamente, este puente fue escenario del brutal asesinato de la
muchacha María Soledad Opazo en la Noche de San Juan
de 1989, que inició un escandaloso proceso judicial en que tres sujetos
fueron hallados culpables y condenados, siendo liberados al revisarse
el caso cuatro años después y declarados inocentes.
Más
grato lugar es, sin duda, un centro turístico y un restaurante llamados
"La Calchona", en la mencionada localidad de El Melocotón, recordando
la historia que aquí hemos contado sobre la infortunada mujer.
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